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De ángeles y actividades paranormales…


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QUO(Y.R.Ruiz)/CNN(J.Blake)  —  Mucha gente cree en los ángeles, ya sea para consolarse o conseguir un lugar de estacionamiento, ¿De verdad existen? ¿Son una necesidad psicológica?

Carmen Ruiz, una mujer española que tiene 67 años, cuenta su propio encuentro con un ángel. Al menos ésa es la explicación que tiene para lo que le pasó hace ya casi 20 años. Estaba en el mar, paseando por la orilla, sola. Y observó que un señor la miraba todo el tiempo.

Así que se metió en el mar, con tan mala de suerte que una ola la arrastró. “Sentía que me ahogaba”, relata. Entonces, el hombre que tanto la observaba se acercó y le tendió la mano. Otra ola la zambulló de nuevo, pero él logró sacarla, la llevó a una hamaca vacía, la ayudó a vestirse y le dijo que estuviera tranquila. Cerró los ojos y cuando los abrió, él había desaparecido.

¿Quién la salvó? “Sólo podía ser mi ángel de la guarda. Una presencia benigna y extraña que me cuidó todo el tiempo que estuve en el mar”, relata Carmen.

Una conclusión nada descabellada si nos apoyamos en las últimas encuestas sobre el tema, como el estudio que la prestigiosa compañía Gallup Group hizo en 2007 sobre las creencias de los estadounidenses. Entre las preguntas, una en específico -«¿cree en los ángeles? ¿ha sentido alguna vez su presencia?-, dio una sorpresa: 75% de los encuestados confesó que cree en estos seres sobrenaturales.

Han sentido alguna vez su presencia y comulgan con la idea de que cada quien tiene un ángel de la guarda desde que nace.

Gallup ha hecho esta encuesta en distintos años y la última refleja el aumento de la población que cree en estos seres benignos. Los creyentes en ángeles subieron de 56% en 1978 a 72% en 1998.

Ver (y oler) para creer.

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No sólo en Estados Unidos se ha medido el grado de fe en los ángeles.

Una teóloga de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, decidió recolectar testimonios de quienes han tenido experiencias o encuentros con algún miembro de la corte celestial.

Durante dos años, Emma Heathcote recibió 450 historias.

Según sus conclusiones, casi un tercio de sus confidentes ha visto a estas criaturas con túnica blanca y alas.

Un 21% de los entrevistados declaró que los ángeles tienen forma humana. Otros simplemente sintieron su presencia junto a ellos, y algunos vieron acompañado el fenómeno por un aroma determinado o un resplandor luminoso.

Un dato curioso es que los testimonios han provenido de protagonistas de todas las religiones, incluso ateos. A todos, los ángeles les revelaron un mensaje, les ayudaron en situaciones de riesgo o les proporcionaron consuelo.

En septiembre de 2008 salió a la luz otra indagación sobre el mismo tema. El Instituto para Estudios de la Religión, de la Universidad de Baylor (Texas, EU) encuesto a casi 1,700 personas, 55% respondió afirmativamente a la frase: “He sido protegido de algún daño por un ángel guardián”. Entre ellos, gente de diversa escala social, cultural y económica.

“En una época muy sectaria, cuando la gente se está matando por sus diferencias, los ángeles son bienaventurados no sectarios, comunes en el Cristianismo, el Judaismo, el Islam y el Zoroastrianismo.

Ellos son ejemplares universales de gracia e inocencia. Un dulce antídoto contra la grosería de la cultura más popular”, señalaba en una editorial el mismísimo The New York Times.

Espiritualidad sin exigencias.

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Lynn Clark, socióloga de la Universidad de Denver (EU) y autora de From Angels to Áliens: Teenagers, the Media, and the Supernatural ha indagado en asuntos celestiales.

“Se tiende a pensar en los ángeles como seres sobrenaturales accesibles. Nos protegen del daño, nos guían y nos consuelan”, señala en entrevista.

Y añade: “De hecho, se ve a los ángeles como espirituales, pero no religiosos; es decir, que no pueden ser controlados por autoridades religiosas”.

Esta prolífica investigadora estudió el impacto del show televisivo Touched by Angel en las creencias religiosas de los estadounidenses y menciona que es interesante ver cómo ha evolucionado la percepción de los ángeles en los últimos 10 años.

“Ya no son cursis y sentimentales, como los de las películas Highway to Heaven, Touched by Angel o It’s a Wonderful Life.

Ahora son superhéroes, animales que toman atributos sobrenaturales de ángel guardián como Philip Pullman en Harry Potter”.

Así se conciben los ángeles del siglo XXI, aunque muchos tengan la idea de seres etéreos, asexuados, aniñados y gentiles, y otros reclamen el aspecto serio de este ejército celestial. Pero ha habido muchas etapas en la concepción angelical y en la angelología, o rama teológica que estudia a estos seres.

En la Edad Media, los teólogos cristianos establecieron que los ángeles eran los intermediarios entre Dios y la humanidad. Ellos aliviaban el tránsito de la vida corpórea a la espiritual y tenían infinidad de funciones: mover las estrellas, girar los planetas, ordenar el caos, hacer que prevaleciera el bien sobre el mal…

Después, en el Renacimiento, se fue perdiendo el interés; los intelectuales consideraron este tema parte de la charlatanería e imaginería popular. Desde antes del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, el auge científico borró del mapa cualquier disertación angelical.

Hasta que la Nueva Era redescubrió mantras orientales, se recuperó la Cabalah y el mundo esotérico resurgió con fuerza. Desde entonces, crece el interés y la creencia.

Apariciones sobrenaturales.

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Muchos se preguntan sobre la apariencia y manera de manifestarse de los ángeles. La Enciclopedia Britannica menciona que en el Antiguo Testamento y el Apocalipsis (Libro de la Revelación) los ángeles se presentan en distintas formas: luz que emana de algún lugar, criaturas divinas que aparecen con forma humana y espíritus incorpóreos.

Nada alejado de la realidad si tenemos en cuenta la recolección de coincidencias de Emma Heathcote. Ella acota las maneras de manifestación de los ángeles en cinco categorías: “La primera es visual y los ángeles se aparecen con alas o como persona.

La segunda es una fuerza inexplicable o aroma dulce, que la mayoría de las veces se percibe en el momento de la muerte propia o ajena. La tercera es la audición de una voz o un coro de ángeles en lugares de oración. La cuarta es un sentimiento físico, que generalmente le ocurre a gente mayor. Por último, una quinta aparición que es un rayo de luz”.

“Los ángeles se manifiestan también a través de la sincronicidad o casualidad”, asegura por otra parte Pere Pascuet, autor junto con Nuria López de libros como Voz de ángel y Amanecer con los ángeles.

Y explica el fenómeno: “El trabajo, los compromisos y las citas en las agendas aumentan más y más, así que nuestros amigos celestiales llegan a nuestras vidas llamando nuestra atención y ayudándonos en las pequeñas y grandes cosas.

Por ejemplo, ofreciendo un aparcamiento cuando lo pedimos, recibiendo la llamada que esperamos o ayudando en los momentos de enfermedad y soledad”.

Pere Pascuet y Nuria López, que se conocieron gracias a los ángeles, tienen muchas historias. A Pere siempre le acompañaron manifestaciones de luces, remolinos de aire y aromas que “salían de la nada”, desde niño. “Luego supe que era la forma de expresarse de los ángeles”, señala.

Cuenta cómo una vez su auto derrapó e invadió el carril contrario. Dio marcha atrás sin control y quedó enganchado en una barra de contención, con el vehículo colgando sobre un barranco.

“En el último momento sentí que una fuerza invisible movía el volante para que el coche girara y la barra de contención no acabara de romperse. Para mí no existe otra explicación de lo sucedido que la intervención de mi ángel guardián”.

Admite que una de las historias más extraordinarias que conoce es la de unos familiares que llevaban nueve años intentando tener hijos, sin conseguirlo. “Un día, en una fiesta que se celebra cada año, platicando les dije: ¿Por qué no hacen hoy su petición a los ángeles? Ese mismo día pidieron su deseo.

Al año siguiente no pudieron asistir a la fiesta, pues el mismo día nació Héctor, primero de sus hijos”.

Angelolomanía.

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Más que nunca, la fascinación por los ángeles dista mucho de un interés teológico. En esta época se acumulan publicaciones, cursos, seminarios, retiros, libros, programas de televisión, boutiques, museos y hasta productos de lujo con la temática ángeles.

Revistas como Time y Newsweek han dedicado portadas a la nueva era angelical. Hasta un Club de Coleccionistas de Ángeles intercambia todo desde recetas de cocina hasta sellos. La Escuela de Divinidad de Harvard y la Universidad de Boston dan incluso cursos sobre ángeles.

También existe una idea lúdica de estos seres, a veces contamina de un toque mercadológico que hasta los ha puesto de moda en Hollywood.

Robert Wuthonow, sociólogo de la Universidad de Princeton y autor de Alter Heaven: Spirituality in America Since the 1950s, dice que nuestra cultura cree en Dios o algo parecido, pero no sabemos por qué. “Sirven para poner una cara a algo que no entendemos: por qué estamos aquí”, señala Albert Winseman, responsable de asuntos religiosos en Gallup Group.

Karen S. Vaske defiende la cara evolucionada de los ángeles. Está de acuerdo en que tienen que convertirse en algo accesible al común de los mortales. Por eso convoca a grupos de 10 personas seis días a la semana que pagan 30 dólares por asistir a sus reuniones -Angel Gatherings- donde hace lecturas relacionadas con estos personajes alados. Incluso detecta el ángel guardián de quien se lo pide.

“Tal vez la religión tradicional no da respuestas suficientes y la gente está abierta a nuevas maneras de creer”, asegura Vaske.

“Resulta sencillo comprender la atracción que sentimos hacia los ángeles. En una época de incertidumbre e infortunio, es confortante creer en la existencia de seres espirituales que protegen y animan a los seres humanos”, opina James R. Lewis y Evelyn Dorothy Oliver en Ángeles de la A a la Z.

O como Joan Waster Anderson, autora del best-seller Where Angels Walh True Stories of Heavenly Visitors y de In the Arms of Angels: True Stories of Heavenly Guardians. Esta angelómana dice que, desde que publicó su primer libro en 1992, el interés ha crecido más y más.

“La gente busca las cosas del cielo en placeres terrenales y a veces se dan cuenta de que esos placeres no les satisfacen. Entonces buscan en la relación con Dios y eso incluye a los ángeles, que ahora son más espirituales”.

Lynn Clark no comulga demasiado con la idea de que el boom tiene que ver con los aspectos desastrosos de esta época. “Siempre hemos tenido guerras, enfermedades, etcétera. Lo interesante es ver cómo cambian las creencias respecto a los ángeles con el tiempo.

En la Edad Media preocupaban a los teólogos prominentes y artistas famosos, como Rafael o Miguel Ángel. Cuando llegó el Siglo de las Luces, estos seres dejaron de ser plática seria para integrarse a la cultura popular victoriana del siglo XIX o protagonistas del arte kitsch. Y hoy llenan una parte espiritual demandada por el hombre del siglo XXI”.

Desde la ciencia.

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Según la psiquiatra Marisol Ramírez Abascal, creer en los ángeles pertenece al ámbito de lo espiritual como una estructura de trascendencia que ocasionalmente genera protección y tiene un lado positivo: tener elementos de fe y de creencia constituye un factor protector para la salud mental.

“Incluso se fomenta siempre y cuando no se viva con fanatismo, ni que la persona asuma una actitud pasiva, es decir, que todo lo ponga en manos de los aspectos de fe para resolver su vida”, asegura.

Para los escépticos, creer en estos seres celestiales es sólo una manera de enfrentar el mundo que no tiene ningún aspecto racional.

Mario Méndez Acosta, presidente de la Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica, considera que es una especie de moda New Age en la que se busca tener un sostén emocional, “muletas emocionales” en un mundo difícil en el que surge la necesidad de pedir asistencia sobrenatural.

Por otro lado, el psicoanalista Paulo Morfín, de la Sociedad Pscioanalítica de México, señala que recurrir a la magia es una forma de depositar cierta ansiedad ante situaciones que no son posibles de resolver por el ser humano. “Sin embargo, esta forma defensiva fracasa de alguna manera porque hace que el individuo evite enfrentar situaciones que le causan ansiedad con sus propios recursos”, agrega.

No queda duda. Creer en los ángeles es un asunto de fe.

La encarnación del mal.

Las religiones cristiana, judía y musulmana también reconocen ángeles malos. Son los llamados ángeles caídos, expulsados del cielo por rebelarse contra Dios. Se suelen conocer como demonios y ellos mismos instauraron su propio lugar, el llamado infierno.

Las razones de su destierro son la lujuria, el orgullo o el mal uso del libre albedrío. Satán es el Príncipe de los Demonios. Lucifer fue el querubín más bello de todos y su nombre significa portador de luz. La leyenda detalla que quedó tan extasiado con su belleza, poder e inteligencia que quiso estar por encima del Creador.

Hubo una batalla y ganó Dios. Entonces fue expulsado de la bóveda celeste. Luzbel fue otro ángel que encarnó la maldad, igual que Belcebú o Mefistófeles.

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Tipos de ángeles.

La clasificación más influyente fue creada por un autor desconocido cuyas obras nos han llegado bajo el alias de Dionisio Areopagita, mejor conocido como Pseudo-Dionisio Areopagita. El teólogo vivió entre los siglos IV y V d. C. y expuso su doctrina angelológica en su libro La Jerarquía Celeste.

Para él, los ángeles se dividen en nueve coros a su vez distribuidos en tres grupos: el primero compuesto de serafines, querubines y tronos, el segundo por dominaciones, virtudes y potestades, y el tercero por principados, arcángeles y ángeles.

En la cúspide se ubican los serafines y querubines, los más parecidos a Dios en naturaleza y que trabajan sólo para él. Los tronos traen justicia. Las dominaciones regulan la vida en el cielo. Las virtudes hacen milagros.

Las potestades protegen a la humanidad del mal y el Diablo. Los principados se preocupan del bienestar de las naciones, y los arcángeles y ángeles sirven como guías y mensajeros de cada ser humano.

Ejército celestial.

Una de las historias más memorables sobre ángeles data de 1914, durante la Primera Guerra Mundial. Un día de agosto, las tropas francesas y británicas hacían frente al asalto alemán. Los soldados heridos que llegaron al hospital contaron a las enfermeras la visión de unos ángeles sobre el campo de batalla.

Los franceses vieron al Arcángel Miguel sobre un caballo blanco. Los británicos describieron a San Jorge, un hombre alto, rubio con una armadura de oro, con una espada en la mano y la boca abierta gritando victoria. Las enfermeras reportaron una gran serenidad en los hombres postrados, sin nada que temer.

La leyenda se conoce como Los Ángeles de Mons y el periodista Arthur Machen fue quien la divulgó en el periódico Evening News. Luego se dijo había sido producto del cansancio de los soldados, que llevaban varios días sin dormir.

Pero las historias de ángeles volvieron a repetirse en la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, la húngara Gitta Maliasz recopiló las conversaciones que cuatro artistas húngaros tuvieron durante 18 meses. Gitta, única del grupo que salió viva de la contienda, escribió el libro Talking with Angels.

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Relatos, historias, experiencias:

Perdieron a sus seres queridos a causa del covid-19. Luego volvieron a saber de ellos

Nunca se les acabaron las cosas de las que hablar. Era obvio desde el principio.

Él era un antiguo pescador de langostas de Maine, musculoso y con un barítono potente. Ella era una pelirroja con pecas de Wisconsin que trabajaba en reclutamiento para empresas. Hablaban de todo, desde películas de ciencia ficción y su amor por Bon Jovi, hasta si la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos hacía justicia a los libros de J.R.R. Tolkien. Él le pidió permiso para besarla en su primera cita. Ella dijo que sí.

Cuando Ian y Michelle Horne se casaron, él llevó una corbata morada el día de su boda porque era el color favorito de ella. Con el paso de los años, se hicieron tatuajes a juego y se pusieron apodos de la película The Princess Bride. Él la llamaba princesa «Buttercup» y ella le llamaba «Farm Boy Wesley». Hicieron planes para visitar Irlanda este año y celebrar las raíces irlandesas de ella.

Luego llegó la pandemia. El otoño pasado, tras una larga batalla, Michelle Horne murió por complicaciones causadas por el covid-19. El «superpoder» de Ian Horne, como él la llamaba, había desaparecido. Llevaban casi 10 años de casados.

Pero poco después de la muerte de su esposa, el locutor de radio matutino de Wichita, Kansas, se preguntó si Michelle seguía hablándole.

Iba a su trabajo en la oscuridad poco antes del amanecer cuando vio algo extraño. Unas dos docenas de lámparas que rodeaban la autopista se habían vuelto de color morado. Parecían un collar de perlas de color lavanda brillando en el cielo nocturno.

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Michelle e Ian Horne. La pareja estuvo casada casi 10 años.

Ian Horne lo tomó como una señal.

«Michelle sabía que esa era mi ruta al trabajo que tomo todas las mañanas y era la ruta que ella tomó en su último viaje al hospital», dice Horne, que presenta su programa matutino en 101.3 KFDI como «JJ Hayes».

«Recuerdo simplemente sonreír y sentirme muy emocionado con la idea de que Michelle estaba cerca», agrega.

Los encuentros con seres queridos fallecidos no son inusuales

La pandemia de covid-19 ha matado ya a más de 600.000 estadounidenses. Muchos de nosotros nunca tuvimos la oportunidad de abrazar o despedirnos de los seres queridos que murieron solos y aislados en las salas de los hospitales por temor a la propagación del virus.

Pero hay otro grupo de supervivientes de la pandemia que dicen que se les ha concedido una segunda oportunidad para despedirse. Son personas que, como Horne, creen haber sido contactadas por un ser querido que murió por el coronavirus.

Estas experiencias pueden ser sutiles: parientes que aparecen en sueños hiperrealistas, un repentino olor a fragancia que llevaba un ser querido que se ha ido, o un comportamiento inusual de los animales. Otros encuentros son más dramáticos: sentir un toque en el hombro por la noche, escuchar una advertencia repentina de un ser querido o ver la forma completa de un familiar recientemente fallecido aparecer a los pies de la cama.

Estas historias pueden parecer inverosímiles, pero en realidad forman parte de un patrón histórico. Hay algo en nosotros —o en nuestros seres queridos perdidos— que no acepta no poder despedirse.

Y siempre que hay una tragedia masiva, como una pandemia, una guerra o un desastre natural, se produce el correspondiente aumento de informes de personas que ven a los muertos o intentan contactar con ellos.

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Después de tragedias masivas como guerras, muchos estadounidenses han recurrido a las tablas de ouija en un intento de contactar con los seres queridos fallecidos.

La pandemia de gripe de 1918 desencadenó una «moda del espiritismo«, cuando los estadounidenses recurrieron a las sesiones de espiritismo y a los tableros de ouija para contactar con sus seres queridos fallecidos.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, se produjo una oleada de personas que informaron de avistamientos e incluso de conversaciones con aquellos que habían fallecido.

Cuando un tsunami impactó Japón en 2011, causando la muerte de al menos 20.000 personas, fueron tantos los habitantes de Ishinomaki que informaron de haber visto aparecer a sus seres queridos que se hizo un libro y un documental sobre esta ciudad de fantasmas deambulantes.

«Este tipo de reportes son normales en mi mundo», dice Scott Janssen, un autor que ha trabajado durante años en el campo de los hospicios y estudia estas experiencias. «Tendría sentido que en una pandemia u otro acontecimiento que provoque muertes masivas haya un aumento numérico de informes y experiencias, dado el dolor y el trauma compartidos».

Estas experiencias son tan comunes en el ámbito psicológico que existe un nombre para ellas: ADC, o «comunicaciones después de la muerte» (del inglés «after death communications»).

Investigaciones sugieren que al menos 60 millones de estadounidenses tienen estas experiencias, y que se producen en todas las culturas, creencias religiosas, etnias y niveles de ingresos. Muchos de estos encuentros se producen en el estado crepuscular entre el sueño y la vigilia, pero otros han sido relatados por personas que estaban despiertos.

Bill Guggenheim, coautor de Hello from Heaven, un libro que explora las ADC, cree que hay un propósito espiritual detrás de las visitas.

«Quieren que sepas que siguen vivos y que te reunirás con ellos cuando te toque dejar tu vida en la Tierra», escribe. «Quieren asegurarte que estarán allí para recibirte y saludarte, y quizás incluso para ayudarte, cuando hagas tu propia transición».

Un encuentro en el comedor con una tía amada

Las ADC pueden cumplir otra función en el mundo tras el covid-19: tranquilizar a las personas que no pudieron estar al lado de sus seres queridos cuando murieron.

Pensemos en la historia de Jamie Jackson, una directora de oficina que vive cerca de Gettysburg, Pensilvania, y su amada «tía Pat».

La tía de Jackson murió de un ataque al corazón el verano pasado, tras las complicaciones por covid-19. Jackson dice que su tía era como una madre para ella, alguien con quien pasaba los veranos y a quien acompañaba al hospital en sus visitas médicas de rutina.

Pero cuando su tía enfermó de covid, Jackson no pudo visitar el hospital para tranquilizarla.

«Eso fue lo más duro», dice Jackson. «No puedes despedirte y no puedes estar allí como defensor de tu ser querido, lo cual es difícil porque tienes a alguien que está en el hospital, que está asustado y no está acostumbrado a estar solo».

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Los guantes que llevan los portadores del féretro se colocan sobre el ataúd del agente retirado Charles Jackson Jr., quien murió a causa del covid-19 en abril de 2020 en Los Ángeles. Las restricciones por el covid-19 impidieron a muchos despedirse en persona de sus seres queridos.

Sin embargo, siete meses después, Jackson dice que volvió a tener noticias de su tía.

Era diciembre, y Jackson estaba colocando adornos navideños en la casa mientras Bing Crosby cantaba villancicos. La Navidad era una de las fiestas favoritas de su tía y le encantaba decorar. La papelera de Jackson estaba llena de los mismos adornos que una vez pertenecieron a su tía.

Jackson dice que dejó la papelera en el pasillo para agarrar algo y, cuando volvió, vio una figura translúcida que se asomaba. Era la figura de una mujer menuda, con el mismo corte de pelo, color de cabello, y blusa blanca y pantalones azules que solía llevar su tía.

Jackson se quedó helada. Su corazón empezó a latir con fuerza. Huyó al comedor y se puso a llorar. Cuando regresó, la figura había desaparecido. Dice que era su tía.

«Fue abrumador», dice Jackson. «Es difícil de explicar con palabras. Me sentí conmovida. Es obvio que está por aquí y que me visita».

Una mano fría en un hombro y un olor a perfume

Algunos encuentros paranormales tras el covid son incluso más dramáticos. Una mujer dice que fue tocada literalmente por un ser querido que murió por complicaciones de covid-19.

Marie Pina enseña inglés como segunda lengua en Manitoba, Canadá. Dice que su madre, Inez, de 79 años, estaba a punto de salir del hospital el pasado noviembre cuando se produjo un brote de covid-19 en su sala. Dio positivo y fue aislada. Volvió a casa al mes siguiente, pero había perdido las fuerzas.

Unos cuatro meses después de su diagnóstico, su madre murió.

La mañana de la muerte de su madre, Pina dice que estaba en busca de sus zapatillas en su habitación cuando sintió una mano fría en su hombro. Se giró y vio a su madre sentada a su lado, con la mirada fija y sin expresión. Parecía 20 años más joven.

«Su tacto era frío, como si acabara de llegar de fuera», comenta Pina.

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Miembros de una familia se reúnen para velar a un pariente fallecido en la funeraria Continental el 20 de diciembre de 2020 en el este de Los Ángeles.

Un día, no mucho después de esa mañana, Pina informó de otra característica clásica de un ADC. Estaba preparando una sopa de espinacas, una de las favoritas de su madre, cuando de repente olió la fragancia asociada a su madre: una combinación del perfume White Diamond y el fijador para el cabello Chi de su madre.

«El olor era muy fuerte», dice Pina. «Mi marido y yo nos quedamos en la cocina asombrados mientras mezclaba la sopa. Ambos podíamos olerlo. Duró aproximadamente cinco minutos antes de evaporarse».

Habla con las personas que han tenido estas experiencias, y muchas reconocerán que tal vez sus mentes crearon el episodio. Otros insisten en que las visitas fueron demasiado reales como para negarlas.

Jackson, que perdió a su tía, dice que es casi irrelevante si son reales o no. Su impacto es real, dice. Le hicieron sentirse mejor.

«Si necesitaba verlo y me hizo sentir mejor y eso fue todo, me parece bien», señala. «Le digo a la gente que si no quieren creerme, no pasa nada. No necesito dar explicaciones a otras personas».

Algunas visitas paranormales no son tan bienvenidas

Otras ADC son más escalofriantes. Algunas experiencias paranormales ocurren a personas que no se tranquilizan con ellas.

«A algunas personas les asustan estas cosas y, desde luego, no las buscan», dice Janssen, el trabajador del hospicio. «Para algunos choca con la visión del mundo o las creencias religiosas. Algunas personas reciben visitas de este tipo años después del hecho, cuando no están de duelo, o reciben visitas de personas con las que han luchado y de las que en realidad no desearían recibir una visita».

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Muchas víctimas del covid-19 murieron solas en los hospitales, lo que impidió a los familiares cerrar el ciclo.

Las ADC espeluznantes también son comunes en tiempos de guerra. Las memorias de guerra están llenas de historias de veteranos de combate que informan de escalofriantes visitas después de la muerte de compañeros caídos o incluso de soldados enemigos que han matado.

En el clásico libro de memorias What It Is like to Go to War, Karl Marlantes, un veterano de Vietnam, escribió cómo el fantasma de un soldado norvietnamita al que mató le acechaba años después de su regreso a casa.

En un pasaje sorprendente, Marlantes relata cómo exorcizó el fantasma de su enemigo. Organizó una misa privada con un sacerdote a las 2 de la mañana en una vieja iglesia, donde dice que vio a los espíritus de los enemigos que mató y a los camaradas que murieron bajo su mando ocupar los asientos. Incluso sus difuntos abuelos aparecieron, sonriendo como si lo aprobaran.

Los psicólogos que trabajan con veteranos suelen escuchar este tipo de historias, dice Janssen.

«Llevo mucho tiempo en esto y considero que es un (fenómeno) casi universal que después de un enfrentamiento especialmente duro, en el que se pierden muchas personas de tu unidad, es inevitable que algunas de esas tropas reciban visitas de sus compañeros», cuenta.

Un inusual avistamiento de ave y un grito en la noche

Horne, el conductor de la radio, dice haber tenido otros encuentros después de la muerte de su esposa.

Poco después de su muerte, estaba sentado en la terraza de su patio trasero cuando un cardenal se posó en una rama frente a él. Los cardenales, según el folclore, suelen aparecer cuando los seres queridos están cerca. A Horne le llamó la atención el pájaro porque dice que los cardenales no suelen aparecer en Kansas en otoño.

Horne dice que ha tenido momentos en los que ha oído claramente a Michelle llamarle por la noche: «¡Ian, despierta!».

«Es como si ella estuviera en la habitación conmigo», dice. «Es suficiente para despertarme, y eso que tengo un sueño profundo y duro. Llámalo alucinación auditiva o lo que quieras, pero definitivamente la oigo».

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Los mensajes percibidos de los seres queridos fallecidos pueden ser reconfortantes pero también inquietantes.

Ambas señales le reconfortan, en parte porque Horne recuerda cómo Michelle luchó tanto por vivir. Dice que su sistema inmunitario estaba debilitado después de que recibiera un trasplante de riñón hace varios años. Cuando llegó la pandemia, ambos temían lo que pasaría si ella se contagiaba del virus.

Después de que sus peores temores se hicieran realidad, Horne comenta que al principio parecía que Michelle sobreviviría. Tuvo que pasar una larga estancia en el hospital, que incluyó la colocación de un respirador artificial, pero fue dada de alta el pasado mes de octubre. Se esforzó por mejorar, pero hubo momentos en los que el optimismo natural de Michelle decayó.

Horne cuenta que una vez le dijo: «Soy una carga para ti. No te mereces esto. Deberías marcharte». Él seguía animándola en la fisioterapia. «Estaba en esto a largo plazo, para bien o para mal», asegura.

Sin embargo, el cuerpo de Michelle no tenía fuerzas para eso. Murió de un ataque al corazón el pasado octubre, con el cuerpo debilitado por el covid-19, dice Horne. Tenía 50 años.

La audiencia de Horne en la radio se ha unido a él. Ha compartido su historia al aire y ha aparecido en los periódicos locales. Le resulta catártico hablar de Michelle.

«Siento que una persona muere dos veces: una cuando tiene su muerte física y la segunda cuando dejamos de decir su nombre», dice. «Cualquier oportunidad que tenga para hablar de Michelle, la aprovecharé».

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Lámparas de color morado en Wichita, Kansas, que Ian Horne cree que son una señal de su difunta esposa.

Sin embargo, de una manera extraña, puede que Michelle siga hablando con Horne, incluso después de haber visto por primera vez esas lámparas de color morado.

Cuando estaban casados, Horne desarrolló un ritual con Michelle. Ella se preocupaba por su seguridad al conducir hacia el trabajo en la oscuridad cada mañana. Cuando llegaba, él tranquilizaba a Michelle enviándole un mensaje de texto: «Estoy aquí. Te quiero».

Las luces moradas de Wichita siguen brillando. Horne sigue viéndolas en su trayecto matutino. Es como si Michelle respondiera con un mensaje similar.

No está seguro de cuánto tiempo permanecerán las luces moradas. Llamó a la ciudad de Wichita y atribuyeron las luces defectuosas a un lote defectuoso. Le dijeron que iban a sustituir las luces. No tiene ninguna prisa por que eso ocurra.

«Sinceramente, espero que no lo hagan», dice Horne. «Siempre creeré que Michelle las puso moradas. Que lo haya hecho o no, es algo que debe decidir el lector o el espectador. Pueden explicarlo… Yo creo que fue una forma en la que Michelle me acompañara en mi trayecto al trabajo.

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