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Las leyendas urbanas más famosas de la historia (y de dónde provienen)


Foto: Fuente: iStock.

A.C.yV.(A.Nuño/L.Muiño) — Hay cocodrilos ciegos en las alcantarillas de Nueva York y Elvis está vivo. Todos conocemos esas historias, aunque no sabemos de dónde vienen. Eso sí: suelen ser moralizantes.

Las leyendas urbanas son la sal de nuestra vida. A todos nos gusta escuchar teorías absurdas y disparatadas sobre famosos muertos, presencias paranormales, enfermedades químicas o metros alternativos en Moscú, y también nos gusta creer que pueden ser ciertas.

Tendemos a pensar que si es el amigo del primo de alguien el que ha vivido la historia de primera mano, es más fácil creerla (aunque no conozcamos a ese amigo en cuestión).

Este relato del folclore contemporáneo, que circula de boca en boca (o de cadena en cadena de WhatsApp), fue acuñado por el estadounidense Richard Dorson, que la definía como ‘una historia moderna que nunca ha sucedido, pero es contada como si fuera cierta’. En general tienen una estructura más compleja que los simples bulos, se inspiran en alguna fuente, pero tienen algún elemento misterioso, y en muchas ocasiones nos alertan sobre posibles peligros.

Es imposible encontrar de dónde provienen (generalmente del ‘amigo de un amigo’), sus personajes son arquetipos y cambia sustancialmente de unas zonas a otras.

Y aunque no negamos que muy de vez en cuando alguna leyenda urbana puede ser real, ya puestos a desmentir que no falten: la huelga japonesa no existe, tampoco se suicidaron niños en Japón debido al Pokémon, Nobita no se despertó en el hospital tras haber soñado con Doraemon porque el creador de la serie falleció antes de terminarla, no hay ningún vídeo de la Oreja de Van Gogh asegurando ser pro etarras, los pechos con silicona que estallan en aviones tampoco son tan frecuentes y, desgraciadamente para todos, la regla de los cinco segundos no funciona.

– Los cocodrilos en el alcantarillado de Nueva York

De verdad hay cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York? – Maikelnai´s  Blog

Son ciegos y albinos, porque nunca han visto la luz del sol, y se mueven por el alcantarillado de la ciudad que nunca duerme, alimentándose de ratas y desperdicios y buscando una presa. Según la versión más oficial de la leyenda urbana, alguien que había estado de vacaciones en Luisiana o Florida decidió tirar por el váter una cría de cocodrilo (no es la mejor idea, desde luego), provocando esta plaga muy a lo Antiguo Testamento.

Lo cierto es que ‘The New York Times’ aseguraba hace un tiempo que el ayuntamiento recibe todavía muchas cartas cuestionando la veracidad del asunto.

La leyenda urbana de los caimanes de alcantarilla se prolonga desde los años 20 y 30 del siglo pasado hasta nuestros días, y desde Thomas Pynchon a Robert Daley, muchos autores la han alimentado con su pluma e imaginación. Por supuesto, los expertos han negado reiteradamente que sea posible no solo que un caimán viva en un ambiente tan frío y hostil como el de un desagüe, sino que encima se pueda reproducir en él.

– Ricky Martin, el perro y la niña de la mermelada

Podemos enorgullecernos de tener una leyenda urbana patria, ¿o no? Pues no del todo, en realidad. Pongámonos en situación: en los años 90 Isabel Gemio o Concha Velasco (depende de a quién preguntes) presentaba el famoso programa llamado ‘¡Sorpresa Sorpresa!’, al que presuntamente Ricky Martín fue invitado para sorprender (nunca mejor dicho) a una fan. Encerrado en el armario de la casa de la niña, según algunas versiones, debía esperar a que ella apareciese y saludarla.

Sin embargo, cuando finalmente salió, se la encontró completamente desnuda y jugando con su perro y un tarro de mermelada. Nadie vio jamás ese programa, pero si preguntabas, todo el mundo conocía a alguien que se la había contado.

Isabel Gemio, en el programa ‘Sorpresa, Sorpresa’ de Antena 3

En realidad, la leyenda urbana es más antigua de lo que podría parecer: se remonta a los años 30, y nació en Estados Unidos, por lo que Ricky Martin o Isabel Gemio son solo nombres circunstanciales en tal historia.

Desde la revista satírica canadiense llamada ‘Franc’ en 1994 al ‘Chicago Sun Times’, se ha reproducido en bastantes ocasiones, aunque de manera un poco distinta a como la conocemos: «Un hombre decide organizar una fiesta sorpresa para su prometida.

Todos los invitados se esconden en su habitación cuando ella llega a casa. Ella no baja las escaleras inmediatamente, sino que va directamente al baño y se mete en la ducha, así que deciden esperar hasta que salga para sorprenderla. 

Después de su ducha, baja las escaleras llamando al perro. Entonces todos encienden las luces y gritan: ‘Sorpresa’. Descubren a la mujer completamente desnuda, excepto por un poco de mantequilla de cacahuete que ha puesto sobre sus pezones y entrepierna.

La historia termina con la boda cancelada, la mujer renunciando a su trabajo y huyendo de la ciudad». Según el profesor Bill Ellis, se trata de una historia que pretende ser moralizante, una especie de llamada de atención para las mujeres que no se ajustan a la norma.

– La chica de la curva

Vas conduciendo y te encuentras a una chica en la carretera que hace autostop. Como eres una persona recta y moral, decides cogerla para acercarla a algún sitio. Charláis tranquilamente, y justo cuando vas a girar en una zona particularmente peligrosa te susurra: «Cuidado, en esa curva me maté yo».

Cuando te das la vuelta ha desaparecido, e imaginamos que el susto es memorable. Desde El Salvador a Chile, pasando por la Sierra de Guadarrama o Venezuela, la niña de la curva parece moverse por multitud de lugares diferentes.

Lo cierto es que este tipo de historias son también un poco moralizantes y tan antiguas como el mundo: en la leyenda o cuento clásicos, podríamos decir que se trata de esa figura espiritual que guía al héroe hacia la rectitud y el buen camino para evitar que se pierda en su viaje. Lo que no quita que pueda haber nacido de alguna historia real, por supuesto.

– Los caramelos y la droga

Sobre el origen incierto del hombre de los caramelos - ulises.online

Las cosas para niños y la droga siempre son una mala combinación.

Que levante la mano aquel al que su madre nunca le ha dicho que tenga cuidado si un extraño le da un caramelo, pues lo más seguro es que lleve droga.

Este tipo de leyendas urbanas, frecuentes en nuestro país, surgieron en los años 70 con los estragos de la droga, y continuaron hasta que en los años 90 se ‘sofisticaron’ un poco: por aquel entonces era común asegurar que las calcomanías que venían con las chucherías también tenían droga (en concreto LSD).

Nunca un producto ha sido tan vilipendiado, a excepción de la Coca-Cola, claro, que tiene su arsenal particular de leyendas urbanas.

– Verónica, Verónica, Verónica

Alguna vez te habrán dicho que ni se te ocurra pararte frente al espejo a medianoche repitiendo tres veces ‘Verónica’. En realidad, no sabemos qué puede pasar, pero seguramente nada nuevo.

La leyenda dice que Verónica fue una joven que falleció en la adolescencia, probablemente jugando a la ouija (basado probablemente en la historia de la vallecana Estefanía Gutiérrez Lázaro).

Esa es nuestra versión, claro, pero como suele suceder no es la única: los estadounidenses tienen a su Verónica particular en la figura de ‘Bloody Mary’.

– Walt Disney está criogenizado (y Elvis vive, la lucha sigue)

Cuando Walt Disney falleció en 1966 no esperaba que naciese un curioso rumor en torno a su figura, o más bien, su muerte. Probablemente el bulo tuvo mucho que ver con la manera de actuar de su familia, que en todo momento hasta su fallecimiento intentó ocultarlo y después pidió que no se enviaran flores al cementerio. En aquella época, además, varias clínicas de Estados Unidos se encontraban en esos momentos investigando sobre la técnica de la criogenización, con nitrógeno líquido.

Elvis vacunándose de la poliomielitis

No era descabellado pensar que el genio habría podido usar su fortuna en quedar congelado, a la espera de una cura para el cáncer de pulmón que sufría y así poder sobrevivir. Los empleados de Disney, haciendo gala de un humor bastante negro, junto con varias revistas de la época convirtieron el mito en realidad.

Las cenizas de Disney, sin embargo, descansan en la parcela familiar del Forest Lawn Memorial Park (en Los Ángeles). Probablemente todos queremos creerlo porque todos ansiamos tocar la inmortalidad. Quizá por lo mismo, muchos famosos que han fallecido suelen aparecer en lejanas playas paradisíacas (Elvis, Diana de Gales, Michael Jackson…). Otros no tienen tanta suerte y corre la leyenda de que murieron, como la cantante Lorna, Noel Gallagher, Avril Lavigne u Orlando Bloom.

– Nuevas leyendas urbanas, rumores y bulos: cómo moldean nuestro cerebro

En la película La duda el protagonista es el padre Flynn, un sacerdote sobre el que se empiezan a expandir sospechas acerca de su conducta. Para trasmitir el impacto incontrolable de esos rumores, este hombre, en un sermón dominical, usa una alegoría clásica en la oratoria:

“Un cura le dijo a una mujer que andaba contando bulos: “Quiero que te vayas a casa. Coge un cojín, ábrelo con un cuchillo y regresa a verme” La mujer volvió a su hogar, tomó un cojín de su cama, un cuchillo de su cajón y apuñaló el cojín. Después regresó.

– “¿Destripaste el cojín con un cuchillo?” le preguntó el sacerdote. — “Sí, padre” — “¿Y cuál fue el resultado?” — “Plumas” dijo ella. — “Plumas…” repitió él. — “Plumas por todos lados, padre” —

“Pues ahora quiero que regreses y juntes todas las plumas que se llevó el viento” — “Pero” dijo ella, “eso es imposible. No sé a dónde se fueron. El viento se las llevó a todos lados” — “Eso, exactamente ¡Eso hace el rumor!»

Santiago Ramón y Cajal afirmaba que “El hombre es un ser social cuya inteligencia exige, para excitarse, el rumor de la colmena”. A pesar de que el mundo moderno ofrece una gran facilidad para comprobar qué datos son falsos, nuestra necesidad de trasmitir chismes y leyendas urbanas sigue intacta. 

El cotilleo sigue estimulando nuestra mente porque nos permite tener la sensación de adentrarnos en lo secreto, en lo oculto, en aquellas historias que los protagonistas no quieren que conozcamos pero nosotros hemos averiguado gracias a nuestra indudable astucia. Expandir rumores aumenta nuestro narcisismo: al hacerlo creemos demostrar que sabemos más que los demás.

Expandir rumores aumenta nuestro narcisismo porque al hacerlo creemos demostrar que sabemos más que los demás.

La permanencia del fenómeno ha llevado a muchos investigadores actuales a colocar esta tendencia al chismorreo entre las cuestiones importantes acerca del ser humano. El físico Roger Penrose la usa en su libro Las sombras de la mente: hacia una comprensión científica de la consciencia como un ejemplo de aquellos aspectos de la mente no computables, es decir, el tipo de factores que hoy en día nos distinguen de las máquinas que usan Inteligencia Artificial…

Los estudiosos de la memética (el etólogo Richard Dawkins, la psicóloga Susan Blackmore…) creen que este continuo runrún social se debe a que la información tiende a replicarse, como los genes. Las habladurías más expandidas son las que tienen éxito en esta “lucha por la supervivencia cultural”…

Y divulgadores como Richard Wiseman publican libros (como el reciente, Rarología) en los que las investigaciones acerca de la trasmisión de las leyendas urbanas son tomadas como ejemplos de estudios sobre temas que pueden parecer marginales y que, sin embargo, acaban contándonos mucho acerca de nuestra naturaleza profunda.

– Las leyendas siguen siendo poderosas

Cinco leyendas urbanas sobre Londres

El que tantos investigadores de las ciencias sociales se ocupen de estos asuntos demuestra su vigencia.

Las leyendas urbanas y los rumores no tienen, quizás, el potencial de manipulación de la realidad que tuvieron en otro tiempo.

Pero conservan su fuerza para moldear la mente. 

Parafraseando al sociólogo Zygmunt Bauman, parece que hoy en día el efecto del chismorreo se ha hecho líquido: parece menos destructivo porque creemos que es intrascendente, pero se infiltra lentamente y acaba llegando más lejos.

¿Son siempre triviales los bulos que quedan fijados en Internet y en nuestras mentes porque concuerdan con nuestra ideología?

Como nos recuerda el folclorista Jan Harod Brunvand -ex profesor de la Universidad de Utah y experto en leyendas urbanas en el mundo moderno- seguimos difundiendo este tipo de habladurías por los mismos motivos que las personas que propagaron las historias del Reino del Preste Juan en la Edad Media, de El Dorado entre los conquistadores españoles del Siglo XVI o de los Protocolos de los Sabios de Sión en la Alemania Nazi.

Se trata siempre de temas que tocan nuestra fibra sensible, enmarcados en historias que tienen zonas oscuras sin rellenar. De esta manera, las personas que lo van trasmitiendo sienten que el bulo plasma un sentimiento acerca de lo que les rodea y pueden añadir detalles de su propia cosecha sin importarles la realidad de la historia.

Es lo que ocurrió con la leyenda urbana del programa sorpresa con Ricky Martin: era verosímil porque reflejaba la excesiva intromisión en la vida íntima que estaba asumiendo la televisión y permitía cambiar los pormenores (el nombre del perro, la sustancia empleada por la niña…) para hacerla más sabrosa.

Y es lo que sucede con muchos mitos y bulos modernos: la criogenización de Walt Disney, la explosión de los pechos de Ana Obregón o la muerte de Paul McCartney son ejemplos de bulos difíciles de refutar que reflejan miedos del mundo moderno y pueden ser adornados hasta convertirlos en historias que prolonguen su impacto a lo largo de los años. Hoy en día, al igual que ha ocurrido siempre, la reputación de un personaje público depende más de los rumores que de los hechos.

Seguimos viviendo rodeados de falsa información que nos encaja y no nos preocupamos en confirmar. Creemos que Hamlet recita To Be or Not to Be con una calavera en la mano, que Don Quijote dice “Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho” y que en Casablanca se dice alguna vez “Tócala otra vez, Sam”. 

Si alguien cuestiona que mantengamos estas falsedades argumentamos que se trata de anécdotas irrelevantes. Pero ¿son siempre triviales los bulos que quedan fijados en Internet y en nuestras mentes porque concuerdan con nuestra ideología o con la visión del mundo que tenemos?

– Grandes bulos, desmontados

Incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York - Wikipedia, la  enciclopedia libre

Una gran cantidad de personas (e instituciones) afirman que el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se conmemora un terrible suceso: un incendio ocurrido en 1857 en Nueva York en el que murieron más de cien trabajadoras.

El fuego habría sido provocado por un empresario enfurecido porque un grupo de obreras se habían declarado en huelga y se habían encerrado en su fábrica. Pero las sociólogas francesas Liliane Kandel y Françoise Picq demostraron en un artículo publicado ya hace décadas que se trata de un bulo.

Es evidente que la explotación de las mujeres ha producido miles de víctimas, pero usar como ejemplo algo que no ocurrió puede cambiar nuestra forma de afrontar el problema. De hecho, en su artículo, las investigadoras lanzaban hipótesis sobre las razones ideológicas que han podido llevar a fabricar esa leyenda urbana.

A mediados de los años noventa del siglo pasado, Brian Tobin, ministro de la pesca de Canadá, difundió un rumor que caló hondo en las gentes de Terranova. Afirmó que las focas se habían comido todas las reservas de bacalao.

Los pescadores de Terranova que habían visto, años atrás, cómo se desplomaba su principal fuente de subsistencia, tenían ya el chivo expiatorio que necesitaban. La caza de focas, que era de por sí un acto cruel y sanguinario, se convirtió, a partir del rumor expandido por el ministro, en una masacre brutal.

Evidentemente, el rumor expandido por aquel ministro no es la única causa de esa crueldad, pero en la actualidad los pescadores que matan focas se justificaban afirmando: “Ellas nos han quitado el sustento y nosotros nos defendemos matándolas”. Lo cual choca contra los datos científicos: si las focas son un factor en el descenso de las reservas de este pescado (hay biólogos que opinan que no), hay otros más determinantes como las capturas ilegales o la contaminación.

Pero es el tipo de rumores que circulan en el mundo moderno: no son mentiras fácilmente refutables, sino verdades a medias. Esa dificultad para falsarlos prolonga su efecto en el tiempo: la organización IFAW afirma que, quince años después, los pescadores que matan focas siguen teniendo en la cabeza el bulo implantado por Brian Tobin.

Expandimos bulos porque nos vienen bien o porque son historias que plasman nuestra visión del mundo.

Un último caso representativo sobre cómo funciona el rumor en el mundo moderno. En el otoño del 2001 fueron enviadas cartas que contenían esporas de ántrax a medios de comunicación y a los senadores demócratas Tom Daschley y Patrick Leahy. Como consecuencia, murieron cinco personas.

Lo que entra en la categoría de rumor fueron las reacciones de los medios: extendieron el temor a un ataque biológico de Al Qaeda y consiguieron que el alcalde de Nueva York mandara aislar el Rockefeller Center, que la población acudiera en masa a comprarse máscaras antigás completamente inútiles contra el ántrax y que se editaran carteles en los que los agentes del FBI acudían a los lugares afectados disfrazados de película de terror de serie B.

En la actualidad, todo lo referente a los hechos se ha olvidado: la investigación sobre lo ocurrido pasó desapercibida en los medios de comunicación porque descarta completamente la participación de grupos terroristas islámicos. Pero los rumores calaron en el imaginario colectivo y el sentimiento de alarma ante el bioterrorismo se basa en gran parte en aquellos sucesos.

Expandimos bulos porque nos vienen bieno porque son historias que plasman nuestra visión del mundo. No somos conscientes del poder que tienen porque es un efecto sutil, como las plumas del cojín desgarrado en la metáfora de La Duda. Se nos olvida que, al igual que ha ocurrido siempre, en el mundo actual no son los rumores los que hacen daño: son los actos que cometen en su nombre aquellos que se los han creído. 

nuestras charlas nocturnas.

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