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Mata hari: un ‘sex symbol’ víctima de la gran guerra …


Mata Hari: un 'sex symbol' víctima de la Gran Guerra

National Geographic(P.Shitman) — La leyenda ha hecho de Margaretha Zelle, la famosa bailarina Mata Hari, un sinónimo de mujer fatal y espía traidora. Hoy en día, sin embargo, muchos piensan que su muerte ante un pelotón de fusilamiento fue resultado de un proceso injusto.

al principio de su desafortunada vida, ya estaba claro que iba a ser una persona extraordinaria. Desde los primeros días de su infancia en el norte de los Países Bajos, Margaretha Zelle era alguien inusual: llamativa, descarada y con don de lenguas. Nacida en 1876, ya de pequeña aprendió que la mejor manera de lograr lo que quería consistía en satisfacer a los hombres, empezando por su querido padre, que la mimaba y la colmaba de caros regalos.

Era una orquídea entre dientes de león –como la definió una compañera de clase–, que aprovechaba su exótica morenez para destacar entre niños de piel blanca y pelo rubio. Su feliz infancia se vio truncada por la huida de su padre con otra mujer en 1889 y por la muerte de su madre dos años más tarde.

Consentida y sexualmente precoz, a los 14 años ingresó en una escuela para ser maestra de guardería, pero fue expulsada al cabo de dos años tras seducir a su director, un hombre casado de 51. De allí se fue a vivir con su padrino a La Haya, una ciudad llena de oficiales de las colonias que regresaban de su servicio en las Indias Orientales Holandesas (la actual Indonesia).

– Huida a Indonesia

 A los 18 años, hastiada, triste y desesperada por vivir aventuras, respondió a un anuncio publicado en un periódico por uno de esos oficiales, el capitán Rudolf MacLeod, que quería conocer y desposar a «una muchacha de talante agradable». El matrimonio con un hombre así parecía el camino perfecto hacia una vida mejor. Margaretha sabía que los oficiales de las Indias Orientales vivían en grandes mansiones con muchos criados.

«Yo quería vivir como una mariposa bajo el sol», contó en una entrevista posterior. Se prometieron seis días después de conocerse y se casaron en julio de 1895. Pero la vida no resultó ser lo que la joven esperaba, pues MacLeod tenía poco dinero, muchas deudas y además era un adúltero.

En 1897, a bordo del buque que los llevaba a las Indias Orientales y ya con un bebé, ella descubrió que su marido le había contagiado la sífilis, una enfermedad que hacía estragos entre los militares coloniales neerlandeses. En aquella época no había ninguna cura, aunque se creía –erróneamente– que el tratamiento a base de varios compuestos tóxicos de mercurio podía servir.

De nuevo en la colonia neerlandesa, MacLeod siguió con sus costumbres disolutas. Entretanto, ella empezó a llamar la atención de otros hombres gracias a su belleza y a sus artes seductoras, cosa que enfurecía a su marido. En 1898 tuvo otro hijo, esta vez una niña, pero el matrimonio estaba muy deteriorado. La relación acabó de romperse tras la trágica muerte de su primer hijo, víctima de un tratamiento médico erróneo.

La pareja regresó a los Países Bajos en 1902 y allí se separó. Tras el divorcio, marcada por los padecimientos sufridos en las Indias, la joven neerlandesa experimentó una profunda y decisiva transformación; empezó a reinventarse como una mujer nueva y sorprendente. 

Mata Hari, la «sex symbol» de los cabarets parisinos que acabó fusilada por  espionaje

– Amanecer en París

En 1905, una bailarina exótica que se hacía llamar Mata Hari –nombre que en malayo significa «amanecer» u «ojo del día»– irrumpió en la vida social con una actuación en el Musée Guimet, un museo de arte oriental de París. Las invitaciones llegaron a 600 miembros de la élite económica de la capital.

Mata Hari, vestida con un atuendo transparente y seductor, un sostén con pedrería y un sorprendente tocado, presentó unos bailes completamente novedosos. En otras circunstancias la habrían detenido por escándalo público. Sin embargo, la nueva Margaretha Zelle tenía muy pensado su plan y en cada actuación se tomaba su tiempo para explicar que aquellas eran unas danzas sagradas que había aprendido en los templos de las Indias.

Era una mujer sensual, hermosa, erótica y emotiva; sus danzas contaban relatos de lujuria, celos, pasión y venganza, y el público disfrutaba con entusiasmo. En una época en la que todo hombre rico y poderoso quería tener una bella amante, a Mata Hari se la consideraba la mujer más glamurosa, fascinante y deseada de París.

Se la veía en compañía de aristócratas, diplomáticos, financieros, militares de alto nivel y acaudalados empresarios que le regalaban abrigos de piel, joyas, caballos, vajillas de plata, muebles y elegantes viviendas sólo para poder estar en su compañía. Durante años llenó los teatros de casi todas las grandes capitales europeas.

En 1914, el estallido de la primera guerra mundial la sorprendió en Alemania. Sin trabajo en el teatro, se buscó varios amantes para que la mantuvieran y facilitaran su traslado a París, donde tenía una bonita residencia.

Finalmente sólo consiguió llegar a los Países Bajos. En el otoño de 1915, cuando se encontraba en La Haya, la exótica bailarina recibió la visita de Karl Kroemer, cónsul honorario de Alemania en Ámsterdam, quien le ofreció 20.000 francos –equivalentes hoy a más de 50.000 euros– a cambio de espiar para Alemania.

Ella tomó esa suma, considerándola una compensación por los abrigos de piel, joyas y dinero que los alemanes le habían confiscado tras el estallido de la guerra, pero, según aseguró ella misma, no desempeñó el trabajo.

– Seguida por los franceses

Desde entonces, Margaretha empezó a levantar sospechas allí donde pasaba. Por ejemplo, los británicos la interrogaron cuando volvía de los Países Bajos a Francia, y concluyeron: «No está libre de sospechas […] se le debería denegar el permiso para volver al Reino Unido».

Lo mismo sucedió en París. Instalada en el Grand Hotel, Mata Hari empezó a ser vigilada por agentes del servicio de contraespionaje francés, el Deuxième Bureau, dirigido por Georges Ladoux. Estaba tan acostumbrada a llamar la atención de los hombres que, al menos durante los primeros días, no se dio cuenta de que la estaban siguiendo por restaurantes, parques, teterías, tiendas de lujo y clubs nocturnos.

Además, abrían su correspondencia, escuchaban sus conversaciones telefónicas y llevaban un detallado registro de las personas con las que hablaba, pero aun así no hallaron pruebas de que estuviera recopilando o transmitiendo información importante para los agentes alemanes.

Ladoux estaba desesperado por capturar algún espía porque a Francia le estaba yendo muy mal en la guerra. En 1916 se libraron las dos batallas más terribles hasta el momento: Verdún y el Somme.

El fango, las malas condiciones higiénicas, las enfermedades y el horrible gas fosgeno causaron la muerte o mutilación de cientos de miles de soldados franceses, ingleses y alemanes. Al llegar el verano de 1916, las tropas francesas estaban tan desmoralizadas que algunos hombres se negaban a entrar en combate. 

Primera Guerra Mundial (III): Mata-Hari y el engaño ·.·☆ Estudio

– Traicionada por su controlador

Mata Hari, ajena a la trampa que le estaban tendiendo, se mantenía muy ocupada en otros asuntos: se había enamorado apasionadamente de Vadime, o Vladimir de Massloff, un capitán ruso quince años más joven que ella, premiado con múltiples condecoraciones y que luchaba en el bando francés.

Ella esperaba lograr un salvoconducto para ir a tomar las aguas a Vittel, un balneario próximo al frente en el que estaba destinado Vadime. Mata Hari pidió consejo a un amante, Jean Hallaure, que trabajaba en el Ministerio de la Guerra y, sin que ella lo supiera, en el Deuxième Bureau de Ladoux.

Hallaure le gestionó una cita con Ladoux, que le permitió trasladarse a Vittel. Al llegar allí, Mata Hari descubrió que su amado había sido herido: expuesto al fosgeno, perdió la vista en un ojo y corría peligro de quedar completamente ciego. Aun así, cuando el capitán le propuso el matrimonio, Mata Hari aceptó de buen grado.

De vuelta a París, la antigua bailarina accedió a espiar para Francia a cambio de una recompensa de un millón de francos: lo suficiente para mantener a Vadime cuando se casasen, por si acaso su familia renegaba de él. Cumpliendo las indicaciones de Ladoux, Mata Hari marchó a España para allí tomar un barco rumbo a los Países Bajos.

Al hacer escala en Inglaterra volvió a despertar sospechas y unos agentes la llevaron incluso a Londres para someterla a otro interrogatorio. Al igual que en la anterior ocasión, no encontraron nada incriminatorio ni en ella ni en su equipaje.

Sin embargo, Mata Hari quedó horrorizada cuando decidieron retenerla mientras intentaban esclarecer si realmente era Margaretha Zelle MacLeod o Clara Benedix, una agente alemana a quien se parecía vagamente. Desesperada ya por que la liberasen, Mata Hari confesó repentinamente que era agente al servicio de Francia y trabajaba para Ladoux, y las autoridades británicas contactaron con éste.

Ladoux informó posteriormente que su respuesta fue: «No entiendo nada. Envíen a Mata Hari de vuelta a España». Aquello fue una descarada traición por parte de su propio jefe. Lo que pensaba realmente Ladoux se resume en un documento de los archivos británicos: «[había] sospechado de ella durante un tiempo y había fingido su contratación con el fin de, si era posible, obtener pruebas definitivas de que estaba trabajando para los alemanes. Le satisfaría saber que su culpabilidad ha quedado claramente acreditada».

– Madrid, nido de espías

De vuelta a España, Mata Hari decidió investigar qué secretos de relevancia militar podría descubrir en Madrid. Un diplomático alemán destinado en la capital española, el mayor Arnold Kalle, quedó prendado de su belleza y encanto. Pronto se le escapó que existía un plan para desembarcar a oficiales alemanes, turcos y munición en la costa de Marruecos desde un submarino.

Ansiosa por trasladar esa información a Ladoux y reclamar su recompensa, Mata Hari le escribió una carta para pedirle más instrucciones. Nunca obtuvo respuesta. También estableció relaciones con el coronel Joseph Denvignes, miembro de la legación francesa, quien se enamoró perdidamente de ella.

Se ponía furioso cuando Mata Hari salía a cenar o a bailar con otros hombres. Con la intención de apaciguarlo, ella cometió la ingenuidad de explicarle que trabajaba para Ladoux y contarle todos los secretos que había recabado. Él le pidió que le sonsacara a Kalle más información sobre el desembarco en Marruecos, pero cuando lo hizo, el alemán sospechó de ella.

Aprovechando que Denvignes iba a viajar en breve a París, Mata Hari escribió una larga carta llena de información y le pidió al oficial francés que se la entregara a Ladoux.

matahari

– Juego sucio

En diciembre de 1916, mientras Mata Hari se dedicaba a conquistar a diplomáticos alemanes en Madrid, Ladoux ordenó interceptar y monitorizar todas las comunicaciones por radio entre Madrid y Berlín empleando una estación de radioescucha instalada en la torre Eiffel.

Posteriormente afirmaría que los mensajes identificaban claramente a Mata Hari como espía alemana.

Cuando la bailarina regresó a París esperando su recompensa por la información que había pasado, Ladoux se negó a recibirla. Al final, ella consiguió ponerse en contacto con Ladoux, pero éste negó haber recibido comunicación alguna por medio de Denvignes. En el Deuxième Bureau dijeron a Mata Hari que «no conocían» a Denvignes.

Sólo más tarde quedó de manifiesto que había algo raro en los mensajes de radio interceptados desde la torre Eiffel. Los números de expediente franceses indican que Ladoux puso en conocimiento de la fiscalía los mensajes en que se mencionaba a Mata Hari como espía en el mes de abril de aquel año y no en diciembre y enero, que es cuando Ladoux afirmó que se habían enviado.

Al parecer, Ladoux era la única persona que había visto los mensajes originales antes de su decodificación y traducción. También se supo que los mensajes originales habían desaparecido de los archivos. Pese a ello, el contenido de aquellos mensajes se utilizaría con desastrosas consecuencias parra la bailarina.

Más adelante, el propio Ladoux acabaría arrestado y acusado de espionaje, pero su detención llegó varios días tarde y no sirvió para salvar a Mata Hari.

– La trampa

Mata Hari y su marido, Rudolf MacLeod.
Mata Hari y su marido, Rudolf MacLeod.

A finales de enero de 1917, Mata Hari se estaba poniendo cada vez más nerviosa.

Ladoux no solo había renegado de ella, sino que además ni siquiera le había pagado.

Llevaba tiempo sin noticias de Vadime y la inquietaba mucho la posibilidad de que lo hubieran herido.

Se estaba quedando sin dinero y se vio obligada a trasladarse a hoteles cada vez más baratos en la capital francesa.

El 12 de febrero de 1917 se cursó la orden de detención de Mata Hari, bajo la acusación de espionaje a favor de Alemania. A la mañana siguiente la detuvieron, registraron su habitación y se incautaron de sus pertenencias.

Se encargó de interrogarla Pierre Bouchardon, juez instructor del Tercer Tribunal Militar, un hombre estricto, implacable con los acusados y especialmente enemigo de las mujeres «inmorales».

En su diario revela el inmenso odio que sentía por las «devorahombres» como Mata Hari. Bouchardon ordenó encerrarla en régimen de aislamiento en la cárcel más espantosa de París: Saint-Lazare. Las celdas estaban infestadas de pulgas y ratas, la comida era nauseabunda, el agua escaseaba y no había jabón para lavarse.

Se le denegó el acceso a sus efectos personales, entre los que estaba la medicación para tratar las úlceras sifilíticas, mudas limpias, ropa interior y dinero para comprar comida y sellos postales. Mantuvo contactos esporádicos con su abogado, otro examante llamado Édouard Clunet, lamentablemente inexperto en materia de juicios militares como aquel al que iban a someterla. 

Cuando cayó enferma, con síntomas parecidos a los de la tuberculosis, se le negó el tratamiento médico. Fueron pasando los días, luego los meses, y Mata Hari empezó a darse cuenta de que no creían sus alegatos y que corría un serio peligro de ser procesada.

Al cabo de tres meses entró en un estado de máxima ansiedad y suplicó por carta que tuvieran clemencia. Desquiciada, rogó que la dejaran ver a Clunet, su abogado, y especialmente a Vadime. Pero incluso le confiscaron las cartas en las que Vadime le pedía que fuera a visitarlo al hospital en donde lo estaban tratando de la exposición al gas.

El proceso comenzó el 24 de julio. Los telegramas y mensajes de radio aportados por Ladoux –que actualmente se consideran manipulados– eran la única prueba contra ella. Los siete hombres que componían el jurado eran todos militares.

Uno de ellos, en sus memorias, recogió el rumor de que Mata Hari había «causado la muerte de unos 50.000 de nuestros hijos, sin contar los que iban a bordo de los buques torpedeados en el Mediterráneo, sin duda gracias a la información facilitada por ella». Ninguna de las pruebas aportadas en el juicio avalaba semejantes calumnias.

– La muerte os sienta tan bien

Mata Hari ante el pelotón de fusilamiento. Hay dudas sobre esta fotografía, que puede haberse tomado de una película contemporánea.
Mata Hari ante el pelotón de fusilamiento. Hay dudas sobre esta fotografía, que puede haberse tomado de una película contemporánea.

Todas las acusaciones contra Margaretha eran imprecisa, y no se mencionaba ningún secreto en particular que hubiera sido transmitido al enemigo. Ahora bien, del estilo de vida «inmoral» de Mata Hari sí que se presentaron numerosas pruebas: uno de los policías que la habían seguido por París dejó constancia de sus derroches, así como de sus muchos amantes, todos de gran importancia y de diversas nacionalidades.

Un comisario testificó en relación con los objetos hallados en su habitación de hotel, ninguno de los cuales era indicio de espionaje. Ladoux testificó sobre los mensajes interceptados (y falsificados) que demostraban que Mata Hari era agente alemana, pero no que hubiera comunicado información alguna.

La defensa llevada a cabo por Clunet resultó totalmente ineficaz. Llamó a declarar a algunas personas que no dudaron en testificar que Mata Hari era una dama encantadora que jamás preguntaba por asuntos de índole militar. Henri de Marguerie, secretario del ministro de Asuntos Exteriores francés y amante de Mata Hari desde 1905, la defendió con vehemencia.

«Jamás ha habido nada que pueda mancillar la buena opinión que tengo de esta dama», declaró. Incluso llegó a acusar al fiscal de haber aceptado una causa que sabía que era infundada. De hecho, el fiscal llegaría a confesar posteriormente que con aquellas escasas pruebas «no había nada que rascar».

Hallada culpable de todos los delitos que se le imputaban, Mata Hari fue condenada a morir fusilada. Los intentos de conmutarle la pena capital por otra de prisión fueron desestimados, al igual que las peticiones de indulto al presidente. La ejecución se llevó a cabo con gran secretismo a primeras horas de la mañana del 15 de octubre.

Aquel día, el gobierno censuró varios periódicos. Entre los presentes estaban su abogado, Clunet, las monjas que la habían cuidado, el médico de la cárcel y un pelotón formado casi por adolescentes, perteneciente al 4.º Regimiento de Zuavos, ataviados con uniforme caqui y fez rojo, a las órdenes del sargento mayor del 23.º de Dragones.

La actuación de Mata Hari fue brillante, tal vez la mejor de su vida, moviéndose con gracia y dignidad y negándose a que la ataran al poste para permanecer en pie, orgullosa y con la cabeza bien alta. El sargento que comandaba el pelotón comentó entonces: «¡Por Dios! Esta mujer sí que sabe morir».

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