El bombardeo de Londres por los zepelines alemanes durante la Primera Guerra Mundial…

National Geographic(F.Cervera) — Con el conflicto estancado en el frente occidental, los alemanes atacaron la capital británica con una flota de dirigibles que causó el terror entre la población civil.
Cuando Alemania entró en guerra junto a Austria con la excusa de vengar el asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, se encontró enfrentada a una alianza formada por Rusia, Francia e Inglaterra que la superaba mucho en hombres y recursos.
Para equilibrar la balanza, los generales teutones intentaron sacar a Francia de la guerra con un ataque relámpago a través de Bélgica, pero la ofensiva pronto quedó empantanada en una guerra de trincheras en la que ningún bando conseguía hacerse con la victoria.
Enfrentados a una guerra de desgaste, los alemanes optaron por ampliar el conflicto a los mares, atacando a los mercantes aliados en el Atlántico con sus submarinos; y en un controvertido golpe contra la moral del pueblo británico, convencieron al Káiser de que les dejara bombardear las ciudades del Reino Unido con zepelines: gigantescas aeronaves elevadas por hidrógeno capaces de recorrer grandes distancias.
– Zepelines sobre Londres
Movidos por esta mentalidad de guerra total, los alemanes reacondicionaron varios dirigibles civiles con ametralladoras y compartimentos de bombas, lanzando la primera incursión de bombardeo del conflicto el 19 de febrero contra Norfolk.
En la negrura de la noche dos zepelines cruzaron el canal de la Mancha y descargaron una lluvia de fuego y muerte sobre las confiadas ciudades y pueblos ingleses, llevando el horror de la guerra desde el aire a las familias de los que luchaban en el frente.

Pese a causar solo cuatro muertos y 16 heridos, la operación fue un duro golpe a la moral de los británicos, que se veían impotentes ante unas naves que volaban muy por encima del alcance de los biplanos del Real Cuerpo Aéreo (RFC). Para los alemanes por contra, este primer éxito supuso el inicio de una campaña de bombardeo aéreo que se alargaría hasta el final de la guerra; pronto los dirigibles atacarían Bélgica, Francia y la misma capital inglesa.
Así, en la noche del 31 de mayo el zepelín LZ38 al mando de Erich Linnarz remontó el curso del Támesis y arrojó 90 bombas incendiarias y 30 granadas sobre Londres, sembrando el terror entre la indefensa población civil. Al igual que en el primer ataque, el golpe fue más psicológico que material, pues aunque solo murieron 7 personas cundió el pánico entre la población.

La guerra había llegado a la capital del imperio británico, y en los meses que siguieron los londinenses tuvieron que vivir con el miedo en el cuerpo, a la espera que un policía en bicicleta anunciara con su silbato la llegada de las mortíferas naves alemanas, que en las noches de luna nueva y tiempo despejado atacaban silenciosas la urbe.
– La guerra aérea
Con los civiles refugiándose en estaciones de metro y sótanos el gobierno tomó cartas en el asunto, trasladando desde el frente cañones antiaéreos y barriendo el cielo nocturno con reflectores, al tiempo que encargaban a Charlie Chaplin un corto -Zepped- en el que el cómico rechazaba el ataque de un zepelín alemán.
Pero la verdadera batalla la librarían en el cielo los aviones británicos, que se equiparon con motores más potentes hasta alcanzar a los 3.000 metros en los que se movían los dirigibles. Sus ametralladoras también fueron mejoradas con la incorporación de balas explosivas e incendiarias, las primeras para desgarrar la cubierta protectora del zepelín y las segundas diseñadas para incendiar las bolsas de gas que llenaban la aeronave.

Gracias a estas nuevas tácticas y armamento los británicos lograron al fin devolver el golpe, y cuando el 2 de septiembre una flota de 16 dirigibles atacó Londres los intrépidos pilotos del RFC salieron a presentarles batalla. Fue el teniente William Leefe Robinson quien logró el primer derribo, destrozando la cubierta de un zepelín con su primera pasada y ametrallando los globos de hidrógeno en el segundo ataque.
El impacto de las balas incendiarias provocó una reacción en cadena que convirtió el dirigible en una bola de llamas que se estrelló contra el suelo entre los vítores de los londinenses. A partir de ese momento se invirtió la marea, y aunque los ataques continuaron (el 8 la City quedó arrasada con la muerte de 22 personas), los alemanes empezaron a perder dirigibles a un ritmo insostenible.

No obstante los teutones siguieron atacando, elevándose caza vez a mayores alturas, hasta obligar a las tripulaciones a usar bombonas de oxígeno y trajes protectores en un intento de eludir a los aviones enemigos. Pero tras haber perdido un 75% de efectivos, la campaña de castigo pasó a en 1917 a los nuevos bombarderos gotha, que si bien más pequeños y difíciles de detectar no podían llevar la misma carga de muerte.
Finalmente, y con el triunfo de la ofensiva final aliada en el otoño de 1918, la guerra terminó con la derrota de Alemania, y los londinenses pudieron respirar tranquilos, hasta que en 1940 los stukas y messerschmittsde la Alemania nazi volvieron a oscurecer el cielo de Inglaterra durante el Blitz de la Segunda Guerra Mundial.
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