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Opinión: ¿Habrán futuras revoluciones?…


Jean-Pierre Houël, La toma de la Bastilla. Las revoluciones deben ser vistas no como reliquias del pasado, sino como banderas esenciales para construir un futuro equitativo, sostenible y humanista

MEER(E.Valenti)/Muy Interesante(C.Sabalete)/National Geographic(S.Parra) — ¿Es una pregunta vigente, realista o un delirio dogmático?

Carlos Marx definió las revoluciones como las locomotoras de la historia, momentos de profundos cambios cualitativos que han impulsado los grandes cambios sociales, políticos, culturales.

Podríamos tomar como referencia la Revolución Francesa, que derrumbó la monarquía del rey sol, el orden institucional y económico, creó un nuevo estado, un nuevo ejército, y levantó las tres palabras definitorias de un largo periodo y de varias revoluciones: fraternidad, igualdad y libertad.

¿Tiene algún sentido de oportunidad formular esta pregunta en esta época tan contradictoria y donde emergen nuevamente principios tan reaccionarios, la creciente acción de la derecha y sobre todo la ultraderecha en Europa, Estados Unidos, América Latina y Asia que incluso toman el poder en sus países y proclaman el fin definitivo del socialismo y de toda idea colectiva y comunitaria de progreso y desarrollo?

Precisamente es más necesario que nunca formularse preguntas muy incómodas. No rozar la superficie de la dura batalla cultural.

Si las izquierdas eligen que la base de esa batalla cultural es a corto plazo y renuncian a la idea fundante de su nacimiento, la revolución, y se refugian en la revolución de las pequeñas cosas, desde ese punto de partida habremos perdido la batalla irremediablemente.

La revolución, entendida como motor de cambios profundos en la sociedad, enfrenta hoy el desafío de reinventarse sin perder su esencia transformadora
La revolución, entendida como motor de cambios profundos en la sociedad, enfrenta hoy el desafío de reinventarse sin perder su esencia transformadora

Asumiendo que la idea original del socialismo terminó en la mayoría de los países en un gran fracaso, negando su propia génesis y los valores del humanismo, abandonamos toda idea estratégica que ponga en discusión el capitalismo, el mundo global actual y renunciamos definitivamente a la revolución, será un repliegue tan profundo que el neofascismo habrá triunfado en disputarnos el futuro y será la decadencia final de la base de las ideas de izquierda, incluso en su diversidad.

Hoy la palabra revolución ha sido bastardeada, hoy está en todos lados, la revolución tecnológica, industrial, cultural, sexual, es una forma de vaciar de contenido una idea central de la izquierda y de la historia de los siglos XIX y XX.

Hoy la revolución es solo parte del marketing.

Las revoluciones del siglo XX comenzaron y estuvieron marcadas por la Revolución Rusa, que estuvo, así como otras revoluciones, asociada esencialmente a la guerra, como la española, la vietnamita, la china, la cubana, la albanesa, la yugoslava, la derrotada militarmente en Grecia, en Nicaragua, en Corea y que tuvo además de un componente militar fundamental, con sus estructuras de mando, un cuerpo doctrinario y un movimiento mundial: el comunismo.

Antes hubo otras revoluciones, en Francia, la Comuna de París, las revoluciones europeas de 1848, pero la Revolución Rusa introdujo un nuevo paradigma: la militarización de la revolución, de la práctica y de la teoría de la revolución.

Básicamente, un ejército al poder, con sus jerarquías y su disciplina, y eso tuvo enormes y trágicas consecuencias para el comunismo y para la revolución.

La transformación de esos países con una revolución-militarizada, también en América Latina, como en Cuba y en Nicaragua, involucionó hacia formas de negación de las libertades, de burocratización y jerarquización total del poder y en definitiva en un gran fracaso, cada día más aislado y más evidente para su propio pueblo y para los que huyen de su territorio.

Debemos aceptar el reto de construir otro paradigma revolucionario.

Si nos anclamos en ese viejo proyecto estamos condenando la búsqueda de la revolución a un gran fracaso y al avance de las ideas de la derecha, que nos impone renunciar totalmente a los conceptos fundacionales de la Revolución Francesa y a las ideas de Marx que definiera como las locomotoras de la historia.

Esto no implica asumir acríticamente todo el ideario de Marx.

La izquierda no puede renunciar al concepto revolucionario, pues hacerlo implicaría ceder la narrativa cultural y política al avance del neofascismo
La izquierda no puede renunciar al concepto revolucionario, pues hacerlo implicaría ceder la narrativa cultural y política al avance del neofascismo

Si la lucha de clases es el motor de esas locomotoras y asumiendo que los seres humanos no se definen solo por sus relaciones de producción y cambio, sino que hay que considerar sus sensibilidades, su cultura, también debemos asumir a fondo que las clases sociales han cambiado y están cambiando, pero no podemos cambiar a los diversos sectores de trabajadores actuales por los LGTBI.

Es una derrota en toda la línea, como lo es abandonar que el objetivo fundamental en ese plano es la igualdad completa de mujeres y hombres.

Y que para ello no hay atajos. Eso es el feminismo revolucionario.

No se trata de reeditar ideas de hace más de un siglo, eso es contra revolucionario, no es de izquierda, sino incorporar los cambios que se han producido en las sociedades, en las clases sociales, en los nuevos peligros para la existencia de la especie y de todas las especies sobre la Tierra, sino de elaborar nuevamente el concepto de la revolución, que se integra a las reformas, a los pasos sucesivos y sobre todo a los objetivos de fondo.

La construcción teórica, política e histórica de nuevos paradigmas es fundamental para la existencia de la izquierda, para dotarse de una épica y de un nuevo humanismo, que incorpore a los temas siempre vigentes de derrotar la acumulación cada día más escandalosa de la riqueza y del poder y del capital, la salvación de la naturaleza, la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y una moral exigente y cristalina en el manejo del Estado.

Todo eso es fundamental para producir un cambio profundo en el imaginario colectivo, que es en definitiva el resultado de la batalla cultural.

Por lo tanto, es una batalla que va más allá de la economía y la política, que se libra en la cultura, en las artes, la pintura, el teatro, el cine, la literatura, la música, en la estética, en las relaciones entre las personas.

Son momentos en que los pueblos subalternos asumen su fuerza transformadora y actúan un cambio en la historia y en base a la experiencia histórica de éxitos y de fracasos elevan la libertad colectiva e individual a un nuevo nivel.

La izquierda no puede refugiarse en la lucha por los derechos de las minorías o incluso de las mayorías, debe sostener en alto las banderas de un mundo justo, humano, donde el Estado no sea el opresor y con una casta de burócratas al servicio de los grandes poderes y de ellos mismos.

No podemos desbordarnos de diagnósticos sobre la injusta y terrible acumulación de riqueza en unos pocos y la miseria en miles de millones de seres humanos, hay que concebir alternativas, que cada día se asocian más a una nueva civilización, con otros niveles de consumo, de bienestar, de cultura, de paz, de convivencia.

No por razones humanitarias solamente, sino para construir un futuro sostenible y posible.

La historia es implacable en sus lecciones, en las batallas culturales no hay empates, el surgimiento del neofascismo y sus monstruos debemos asumirlo como una derrota y un desafió nuevo, donde no podemos simplemente defendernos con una catarata de adjetivos y un cerco de lugares comunes, sino asumiendo que tanto a nivel teórico, filosófico, como político debemos despertar de un largo letargo y romper con el concepto que se puede y se debe flotar y hacer la plancha.

Las revoluciones siguen siendo banderas del futuro y no solo lecciones del pasado.

El eje de la batalla cultural del neofascismo e incluso de la derecha es hundir la revolución en el pasado. La izquierda debe volver a asumir que la revolución está en el presente y sobre todo debe estar en el futuro.

– Estos son algunos de los crueles muros que ‘separan el mundo’ y nos hablan de conflictos (pasados y presentes)

 

. De Tijuana al Golfo de México

Muro fronterizo entre EE. UU. y México. 

Gracias a Trump, es el muro más visible de todos: abre los telediarios. Un tercio de la frontera que separa Estados Unidos de México consiste en un muro físico. Son 1.100 kilómetros de los 3.185 que hay entre ambos países. 

Comienza en el océano Pacífico, en Tijuana, y termina en el Atlántico, en el Golfo de México, y serpentea sin descanso por los montes polvorientos de California, Arizona y Nuevo México.

Lo conforman placas de hierro oxidadas de 15 metros y viejos raíles de trenes que, en un primer momento, se usaron en la Guerra del Golfo (1991): para reconquistar Kuwait, Estados Unidos tapizó el Golfo Pérsico con estas enormes placas. De este modo, podían aterrizar los aviones. Cuando terminó el conflicto, se trasladaron al lugar en el que hoy se encuentran. 

De una guerra militar a otra táctica y económica, no menos palpable.

En otro tercio de la frontera se extiende un muro virtual, vigilado por cámaras, drones, sensores térmicos, rayos X y los agentes de la polémica Border Patrol (más de 20.000 personas que, a veces, encuentran ayuda espontánea de racistas, conocidos como minutemen, que se agrupan en milicias para proteger lo que consideran su mundo). 

Los desiertos de Sonora y Chihuahua, donde las temperaturas alcanzan los 50 grados, son el otro tercio del muro; lógicamente, el menos costoso de vigilar y en el que han muerto, intentando cruzarlo, alrededor de 8.000 migrantes en los últimos 20 años.

. Muros de Belfast

Muros de Belfast
Tramo con grafitis y carteles de los Muros de Belfast.

Hace ya más de 25 años del acuerdo de paz entre católicos y protestantes –se firmó el Viernes Santo de 1998; de ahí que se conozca como Acuerdo del Viernes Santo–, hace 27 años que se acabó con los denominados troubles (problemas), y sin embargo siguen divididos por muros.

Conocidos como “muros de la paz” de tipología variada (hay tramos más altos, otros más bajos, de ladrillo, de metal, con o sin puerta…), los comenzó a construir el ejército británico en 1969, cuando estalló el conflicto en Irlanda del Norte.

La cruenta represión por parte de la policía de una manifestación en Derry de la Asociación por los Derechos Civiles fue determinante para ello. Con los muros se pretendía minimizar la violencia entre los dos segmentos de la población separando sus respectivos barrios. Una violencia que, a lo largo de los años, terminó cobrándose 3.500 vidas.

En la actualidad, los muros, tachonados de grafitis, consignas de ambos bandos y proclamas por la paz, parecen una fotogalería de la memoria del conflicto.

Si cada calle, en sus diferentes escaparates, habla de la identidad de sus residentes (en Falls Road puede verse un homenaje a McGuiness, exjefe militar del IRA clave en el proceso de pacificación), cada mural habla del bando al que representa (por ejemplo: un enorme mural conmemora la victoria en 1690 de las tropas del rey de Inglaterra Guillermo III sobre el depuesto monarca católico Jacobo II).

. Muro de Palestina

Muro de Palestina
Uno de los tramos de hormigón del Muro de Palestina.

Tiene varios nombres: Il yidaar il fasel (muro de separación) para los palestinos, “barrera de seguridad” para los israelíes y “muro del apartheid” para los activistas. Israel comenzó a erigirlo con el argumento de que era necesario para evitar ataques terroristas en su territorio.

Para levantarlo se destruyeron árboles y tierras de cultivo palestinas y se usurparon los suministros de agua, incluyendo el mayor acuífero de Cisjordania. 

Su construcción, junto con la confiscación de tierras y la destrucción del arbolado, comenzó en junio de 2002 al oeste de Cisjordania. La ONU y su Tribunal Internacional de Justicia lo han declarado ilegal, pero su ampliación no deja de avanzar; más del 80 % de su trazado discurre por tierra palestina.

“Con una longitud total de 810 km, ha costado 2.100 millones de dólares: más de dos millones de dólares por kilómetro”, informa la organización Stop the Wall. Compuesto en algunos tramos por una dura pared de hormigón de ocho a diez metros de altura (más de dos veces el Muro de Berlín), presente en Belén y en partes de Ramala, Qalqilya, Tulkarem y de todo el cinturón de Jerusalén, y por vallas electrificadas en otros, se extiende por Cisjordania y deja aislados a ocho pueblos palestinos.

“Ven. Hago la ruta de Banksy, 10 euros”, decían en Belén allá por 2013, cuando el artista Banksy pintó grafitis sobre el hormigón como denuncia. Y el muro se convirtió en un tour turístico. Hoy, es un mero de espectador de la sinrazón y la destrucción de la guerra.

. Muro del Sáhara

Muro del Sáhara
Imagen del Muro del Sáhara, erigido por Marruecos en el territorio ocupado del Sáhara Occidental.

Levantado por Hasan II en los años ochenta, frente a los demás muros, parece inofensivo: una acumulación de tierra sin más. Pero nada es inocente en la historia (también nuestra) del Sáhara Occidental, constantemente relegada al olvido y fuera de las primeras páginas de los periódicos. 

En 1976, España abandonó su colonia del Sáhara Occidental y Marruecos y Mauritania se repartieron el territorio abandonado. El Frente Polisario, creado en 1973 para lograr la independencia respecto a España, declaró la guerra a ambos países.

Conforme el ejército marroquí avanzaba usurpando ciudades, los saharauis (unas 150.000 personas) se marcharon y levantaron un campamento de resistencia alrededor de la ciudad argelina de Tinduf.

Pese a que en 1991 el Frente Polisario y Marruecos firmaron la paz, el muro sigue creciendo. Y si Marruecos habla de muro meramente defensivo frente a terroristas, y para nada aislacionista, el Frente Polisario afirma que no hay ningún paso por él que permita a los saharauis acceder al Sáhara Occidental.

Hoy tiene cerca de 3.000 kilómetros. En ellos, del lado del Sáhara, se estima que hay siete millones de minas colocadas por el ejército marroquí. Siete millones de muros.

– Estos son los 10 mayores riesgos que enfrentamos hoy y en los próximos 10 años

 

 

Inundaciones, sequías y olas de calor seguirán afectando severamente a las comunidades y economías, según el reporte. En la imagen, los efectos del paso de la DANA en la Comunidad Valenciana en 2024.

En un panorama global que parece fracturarse cada vez más, el Foro Económico Mundial ha revelado su Reporte de Riesgos Globales 2025, un análisis profundo que proyecta los desafíos más apremiantes que podrían desestabilizar al mundo este año

Entre los riesgos destacados, los eventos climáticos extremos, los conflictos armados y la polarización social aparecen como los grandes protagonistas, reflejando una era de tensiones acumuladas y profundas divisiones. Sin embargo, el reporte no solo alerta sobre los riesgos globales, sino también sobre las particularidades que afectan a diferentes países, como la deuda pública y la escasez de agua en España.

. El resurgir de los conflictos armados como amenaza inmediata

En una sorpresa para muchos, el informe sitúa a los conflictos armados como el principal riesgo de 2025, desplazando otros problemas que, aunque graves, no compiten en inmediatez con el peligro de una escalada bélica. Los conflictos en Ucrania, Oriente Medio y Sudán, junto con el creciente uso de tecnologías militares avanzadas, han reconfigurado el panorama de seguridad global.

Esta preocupación se suma a una tendencia que el Foro describe como “la era más polarizada desde la Guerra Fría”, donde la falta de confianza entre las naciones y la fragmentación interna de las sociedades agravan el riesgo de errores políticos o militares de grandes consecuencias.

. El impacto de la crisis climática: un peligro omnipresente

El informe también resalta que los eventos climáticos extremos, como inundaciones, olas de calor y tormentas, continúan ocupando los primeros lugares en la lista de riesgos tanto a corto como a largo plazo. Después de que el 2024 se coronara como el año más caluroso jamás registrado, los efectos del cambio climático no muestran señales de desaceleración.

Estos fenómenos, además de ser devastadores para las comunidades, intensifican otros riesgos como la pobreza, la migración forzada y la inseguridad alimentaria, generando un efecto dominó difícil de contener. 

. España: deuda pública y escasez de agua

Dentro del análisis regional, España destaca con una lista de preocupaciones que no solo reflejan sus propios desafíos internos, sino que también resuenan con tendencias globales.

La deuda pública, situada como el principal riesgo, expone la fragilidad de las finanzas nacionales, afectadas por años de desequilibrios fiscales, una recuperación económica desigual y los efectos acumulados de la pandemia. 

En paralelo, la escasez de mano de obra, el segundo riesgo más apremiante, refleja una transformación demográfica y laboral que amenaza sectores clave como la construcción, la agricultura y la tecnología.

Sin embargo, un riesgo que merece especial atención es la escasez de agua, posicionada en el quinto lugar.

Este desafío no solo tiene implicaciones medioambientales, sino que también amenaza la estabilidad económica y social. La sequía, que afecta de forma recurrente a diversas regiones del país, especialmente en el sur y el este, pone en jaque la agricultura, un pilar esencial de la economía española. 

. Los 10 principales riesgos globales de 2025

En suma, el Foro Económico Mundial ha identificado los siguientes riesgos como los más apremiantes para este año, destacando su impacto potencial a nivel global:

  1. Conflicto armado entre Estados: la amenaza de guerras interestatales ocupa el primer lugar, reflejando el clima geopolítico actual.
  2. Eventos climáticos extremos: inundaciones, sequías y olas de calor siguen afectando severamente a las comunidades y economías.
  3. Pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas: un riesgo de largo plazo que amenaza la sostenibilidad del planeta.
  4. Desinformación: la manipulación de información debilita la cohesión social y la confianza institucional.
  5. Polarización social: la división entre ideologías dentro de los países aumenta las tensiones políticas y económicas.
  6. Ciberataques y espionaje: la vulnerabilidad tecnológica sigue siendo un área crítica de preocupación.
  7. Resultados adversos de tecnologías de inteligencia artificial: los efectos no regulados de la IA podrían agravar los problemas existentes.
  8. Inseguridad alimentaria: agravada por desastres climáticos y conflictos, amenaza a millones de personas.
  9. Escasez de agua: un desafío urgente en regiones como España, con impacto directo en la agricultura y la vida cotidiana.
  10. Recesión económica global: aunque ha bajado posiciones, sigue siendo un riesgo latente en un contexto de fragilidad financiera.

Con todo, aunque los riesgos señalados por el Foro Económico Mundial son inquietantes, también sirven como un mapa para las decisiones urgentes que definirán el futuro. La humanidad tiene ante sí una oportunidad única de aprender de sus errores y redirigir su curso hacia un porvenir más sostenible y equitativo.

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