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Palabrotas, insultos y expresiones de odio: el poder social y psicológico del lenguaje tabú…


Palabrotas, insultos y expresiones de odio: el poder social y psicológico  del lenguaje tabú

The Conversation(J.A.duñabeitia/M.C.M.Santos/L.Teruel)/JotDown(M.Centera) — El lenguaje hace mucho más que transmitir información.

Expresa emociones, establece vínculos sociales e incluso desafía normas. El lenguaje tabú es una de las facetas más intrigantes del lenguaje.

Estas palabras “prohibidas” –una categoría que abarca desde insultos y palabrotas hasta calumnias racistas y expresiones de odio– tienen un poder extraordinario. Provocan fuertes reacciones emocionales y revelan mucho sobre los valores, las normas culturales y los procesos psicológicos de una sociedad.

El uso de palabras o expresiones tabú se restringe en función de normas culturales, morales o sociales. El carácter prohibido de este tipo de lenguaje suele deberse a su asociación con temas como la sexualidad, las funciones corporales, la religión o las referencias despectivas a personas o grupos.

– Un papel único en la interacción humana

Las palabras tabú poseen características lingüísticas y emocionales que las diferencian de otros tipos de lenguaje. Recientes colaboraciones científicas multilingües y entre distintos laboratorios han identificado tres características clave de las palabras tabú que subrayan su papel único en el lenguaje y la interacción humanos:

  1. No suelen aparecer en el lenguaje escrito, lo que refleja normas sociales que desaconsejan su uso en contextos formales o públicos.
  2. Las palabras tabú se caracterizan por una valencia extremadamente baja, lo que significa que conllevan connotaciones emocionales muy negativas.¿Le gusta lo que lee? Ayúdenos a seguir publicando.Done aquí
  3. Se asocian a un alto nivel de excitación, evocando respuestas emocionales intensas que las hacen especialmente destacadas e impactantes en la comunicación.

Los sorprendentes beneficios de las palabrotas: cómo influyen en tu mente,  tu cuerpo y tus relaciones - BBC News Mundo

– Del insulto al discurso del odio: una pendiente resbaladiza

Estudios clásicos han descubierto que las palabras tabú constituyen alrededor del 0,5 % de las palabras pronunciadas en la vida cotidiana. Sin embargo, las diferencias de contexto, los sesgos en la autoselección de información y las siempre cambiantes normas que rodean al lenguaje hacen difícil calcular con precisión la verdadera prevalencia de las palabras tabú en la comunicación cotidiana.

A pesar de su carácter socialmente inapropiado y controvertido, más de dos tercios de la población adulta afirman oír palabrotas en público con frecuencia.

Aunque la mayoría de la gente utiliza las palabras tabú con moderación, su uso varía significativamente entre lenguas, países y contextos.

Actualmente, la tecnología desempeña un papel muy importante en su evolución. Las plataformas de las redes sociales ofrecen un terreno fértil para la proliferación del lenguaje ofensivo, ya que muchos usuarios se sienten envalentonados por el anonimato en línea.

No se trata de un fenómeno reciente. Un estudio de 2014 en el que se analizaron 51 millones de tuits de aproximadamente 14 millones de usuarios descubrió que las palabrotas aparecían en más del 1 % de todos los mensajes. Sorprendentemente, el mismo estudio mostró que uno de cada 13 tuits incluía lenguaje ofensivo.

El uso generalizado de la vulgaridad en línea tiene el preocupante potencial de escalar a formas de comunicación más dañinas, como el discurso del odio: lenguaje gravemente ofensivo que se dirige a individuos o grupos basándose en atributos como la raza, la religión o el género. Junto con la desinformación generalizada en línea, esta retórica del odio puede tener repercusiones muy destructivas en el mundo real.

Los avances en el procesamiento del lenguaje natural han permitido el desarrollo de algoritmos que pueden detectar el discurso del odio mediante el análisis de patrones de lenguaje ofensivo y tabú, ayudando a identificar y mitigar su propagación en las plataformas digitales.

El poder terapéutico de los tacos: insulta con criterio

– ¿Tabú aquí pero no allí?

La condición de tabú de una palabra está profundamente arraigada en las normas culturales y el contexto histórico. La blasfemia, por ejemplo, fue en su día la forma más ofensiva de lenguaje en Europa, pero ha perdido gran parte de su valor de conmoción en las sociedades seculares.

Los términos sexuales y escatológicos siguen siendo tabú en muchas culturas, lo que refleja una arraigada incomodidad con temas percibidos como privados o indecentes. Las diferencias entre las palabras que se consideran tabú pueden ofrecer perspectivas fascinantes.

Un estudio de 2024 que investigaba estas diferencias pidió a muchos participantes de distintos países que enumeraran libremente todas las palabras o expresiones tabú que se les ocurrieran. Los resultados revelaron diferencias sorprendentes en el número medio de este tipo de palabras producidas.

Los hispanohablantes nativos de España y los angloparlantes del Reino Unido generaron una media relativamente modesta de menos de 16 palabras tabú por persona, pero los neerlandófonos de Bélgica llegaron a producir unas 30 por persona.

La disparidad aumentó aún más con los hablantes nativos de alemán de Alemania, que produjeron una impresionante media de 53 palabras tabú cada uno, más del triple que sus homólogos británicos y españoles.

El estudio también reveló patrones claros de solapamiento y divergencia transcultural en la producción de palabras tabú. Ciertas palabras, como los equivalentes de “coño” o “zorra”, aparecían sistemáticamente en casi todas las muestras lingüísticas, lo que subraya el reconocimiento común de estos términos como altamente tabú en todas las culturas.

Sin embargo, surgieron diferencias culturales claras con otros vocablos. “Mierda”, o su equivalente traducido, figuraba entre las 10 palabras tabú más utilizadas por los hablantes de inglés e italiano, pero no aparecía entre las más empleadas por los hablantes de francés, holandés, español o alemán. Por el contrario, los insultos racistas figuraban en el top ten para los hablantes de neerlandés, inglés, francés, alemán e italiano, pero no en las muestras de español.

Esta variabilidad demuestra que, aunque existen palabras tabú en todas las lenguas, su prevalencia y la importancia que se les atribuye están profundamente arraigadas en contextos culturales y lingüísticos.

– La neurociencia de las palabrotas

Por qué nos gustan tanto y utilizamos las palabrotas?

El lenguaje tabú no es sólo un fenómeno cultural. También tiene profundas implicaciones psicológicas y neuronales.

Las investigaciones demuestran que oír o utilizar estas palabras activa la amígdala, una región del cerebro asociada a la excitación emocional y las respuestas de miedo.

El significado y el impacto de los términos tabú también hace que sean más fáciles de recordar que otros más neutros.

Desde una perspectiva psicológica, las palabras tabú cumplen varias funciones.

Pueden amplificar la expresión emocional, fomentar la identidad de grupo e incluso actuar como analgésico natural: en varios estudios científicos, los participantes mostraron una mayor tolerancia al dolor cuando decían palabrotas durante una tarea en la que tenían que sumergir las manos en agua helada.

Las diferencias individuales y los rasgos psicológicos también desempeñan un papel importante en el uso del lenguaje tabú. En público, los hombres suelen utilizar palabras tabú con más frecuencia que las mujeres.

Factores de personalidad como el neuroticismo y la franqueza también están relacionados con el uso frecuente de palabrotas, y las personas extrovertidas o con una alta reactividad emocional son más propensas a utilizar palabras tabú.

En definitiva, el lenguaje tabú es un espejo cultural que refleja los valores, tabúes y normas cambiantes de las sociedades. Revela qué temas se consideran prohibidos, qué límites se ponen a prueba y cómo evoluciona el lenguaje en respuesta a los cambios culturales.

¿Cómo insultan los españoles?

Cómo insultan los españoles?

Insultar, según el Diccionario de la Lengua Española, es ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones.

Los insultos son actos de descortesía cuya función es amenazar nuestra imagen, porque buscan humillarnos, atacarnos o agredirnos.

Para ello, el hablante decide romper la armonía comunicativa buscando el conflicto que en la comunicación rutinaria tendemos a evitar, y escoge de su repertorio el insulto más adecuado.

De acuerdo con el grado de discordia que queramos mostrar, elegiremos formas que en nuestra sociedad y cultura pueden ser más o menos ofensivas.

El número de insultos consistentes en una sola palabra que podemos usar para lograr ofender es potencialmente infinito, fruto de la imaginación de los hablantes, las modas, la influencia de otras lenguas o el contexto geográfico.

Así, aunque la Real Academia de la Lengua recoge en su Diccionario actual varios cientos de insultos (merluzoceporrosoplapollaspayasocenutrio), la riqueza de la lengua permite crear nuevas palabras mediante composición, y es ahí donde la población española emerge como gran inventora de ofensas.

Sirva como ejemplo la predilección por crear insultos partiendo de la palabra cara, que llega a casos actuales tan curiosos como el célebre caranchoa, pasando por usos más sutiles como el caso del nombre del gigante Caraculiambro, personaje creado por Cervantes en El Quijote.

– Los insultos más usados

10 insultos españoles que debes utilizar más, como 'mamacallos' o  'gaznápiro'

Aunque todos cumplan su función ofensiva, no todos los insultos tienen el mismo éxito. ¿Cuáles son los insultos más usados por los españoles?

Un reciente proyecto de investigación en el que han participado más de 2 500 personas de todas las comunidades autónomas de España ha logrado dar respuesta a esta pregunta. El estudio, liderado por los autores de este artículo, ha contado con la colaboración de varias universidades españolas más.

A través de una plataforma sencilla, las personas participantes indicaban primero algunos detalles sobre su perfil sociodemográfico, y pasaban posteriormente a escribir los tres insultos de una sola palabra que utilizaban más frecuentemente.

Así, tras revisar casi 8 000 insultos, se ha logrado crear un mapa del uso de cada uno de ellos, y determinar cuáles son las palabras que más se usan en España para ofender en función del lugar y la edad de las personas.

insultos.

– Poco imaginativos y cambiantes con la edad

Por orden de frecuencia, los insultos gilipollasimbécil y cabrón/cabrona son los tres más utilizados por los españoles. Esta tendencia se mantiene en prácticamente todas las comunidades autónomas, pese a que existen algunas variaciones en las ofensas que ocupan posiciones de pódium.

En el ranking general de injurias, los siguientes insultos más usados son subnormalhijoputa/hijaputatonto/tontaidiotaputo/putacapullo/capulla y payaso/payasa, que cierra la lista de los diez insultos más frecuentes.

El listado de improperios continúa hasta llegar a los 83 insultos, mostrando que, pese a la gran riqueza léxica del español, a la hora de escoger nuestra ofensa verbal preferida no dejamos volar nuestra imaginación.

En cuanto a los cambios de preferencia en función de la edad de los hablantes, el estudio ha mostrado una mayor preferencia por el uso del insulto gilipollas entre los más jóvenes que decrece con el paso del tiempo.

La tendencia inversa se ha encontrado para los insultos cabrón/cabrona e imbécil, cuya frecuencia de uso aumenta a medida que la gente se hace mayor. En lo que respecta a la identidad de género, los resultados han mostrado que, contrariamente a lo que cabría esperar, las palabras preferidas para ofender no varían notablemente entre hombres y mujeres.

– Insultos sexistas, homófobos o discriminatorios

Estos son los insultos que más usan los españoles | La Gaceta de Salamanca

Nuestro estudio pone sobre la mesa un aspecto crucial sobre la cultura del insulto. Las palabras que usamos como insulto muestran más de que lo dicen, ya que a veces son radiografías de nuestras creencias y valores. El listado de insultos más frecuentes en España incluye palabras como putazorraguarra o cerda, que buscan ofender refiriéndose a aspectos asociados a estereotipos de feminidad.

El capacitismo también está presente en el listado, y son frecuentes interpelaciones como subnormalmongolo o retrasado. Del mismo modo, emplear como insulto marica o maricón consciente e inconscientemente entraña una valoración negativa de la condición de homosexual. Así pues, los insultos pueden decir mucho de nosotros mismos.

– Los insultos y los medios

La utilización de un insulto en concreto puede servir como elemento cohesionador e identificador de una comunidad de hablantes. Esa identidad de grupo puede establecerse en torno a factores como la edad, la ideología política o a otros intereses comunes.

Incluso, en ocasiones, un insulto puede convertirse en una marca personal, parte de la forma de hablar de una persona en particular que nos lleva a pensar en ella al escucharlo. Muchos recordarán al periodista deportivo José María García lanzando calificativos como abrazafarolas o cantamañanas en sus retransmisiones.

Los medios de comunicación y la industria del cine tienen un gran poder a la hora de poner de moda ciertas expresiones ofensivas e insultos, como es el caso de la palabra hijueputa, insulto omnipresente en la serie Narcos.

No obstante, los insultos no son siempre un síntoma de descortesía y es aquí donde cobra una importancia crucial el contexto. En ocasiones, estos pueden usarse como símbolo de camaradería (¡Pedazo de cabrón!, ¡cuánto tiempo!). La función no es pues faltar al respeto, sino reforzar la relación.

Aspectos como la entonación, el gesto facial o el lenguaje corporal son elementos clave a la hora de decodificar el nivel de agresividad de un insulto. Llamar a alguien hijoputa con una gran sonrisa puede comunicar alegría, sorpresa e incluso una felicitación. Puede, a veces. Otras muchas veces no es más que una afrenta inaceptable. Pero no ofende quien quiere, sino quien puede.

– ¿Cuál es el límite del insulto en política?

 

Cuál es el límite del insulto en política?

Felón, bruja, facha, miserable, gilipollas, botifler, mendrugo, sudaca, mentiroso compulsivo… Podrían parecer insultos sacados de una telenovela o una serie dramática, pero la realidad supera a la ficción. En estos términos se comunican algunos representantes del pueblo español a través de los medios, las redes y hasta en el Congreso y el Senado en una tendencia que ha crecido durante los últimos años.

La clase política no es un reflejo exacto de la ciudadanía que electoralmente representa, pero evoluciona con ella en aspectos formales. Las ofensas y tacos no son nuevos en la oratoria parlamentaria, pero se han modernizado y ha aumentado su uso como recurso dialéctico. Desde el “mariposón” de Alfonso Guerra y el “manda huevos” de Federico Trillo, los políticos han adaptado su lenguaje a los nuevos tiempos y medios.

Los insultos implican agresividad, emotividad e intencionalidad degradante contra el receptor. No solo persiguen la descalificación del destinatario, sino que buscan su anulación o inhabilitación como contrincante político. Se usan frecuentemente como estrategia movilizadora y polarizadora de la opinión pública.

– Discursos más cortos y con efecto

Cuál es el límite del insulto en política? – Al Día en América

Las estrategias de la comunicación política han ido adaptándose a los tiempos y a la propia reinvención de los medios informativos. Los debates televisivos de los ochenta, con programas como La Clave, en los que el reloj no existía y se utilizaba un lenguaje especializado para expresar argumentos extensos y complejos, han ido dando lugar progresivamente a espacios en los que la pantalla está dividida en cuatro imágenes y se mide al minuto cada intervención.

Las dinámicas narrativas del politainment –los contenidos políticos ofrecidos en formatos de entretenimiento– recuerdan a las retransmisiones deportivas. Este nuevo paradigma comunicativo de la inmediatez y la multiplicidad de efectos requiere de discursos eficientes y efectistas –a través de la simplicidad, el dramatismo o la rotundidad, por ejemplo– para ser recordados.

Esta mutación de la forma de los debates es patente solo para las generaciones que han consumido información política desde hace décadas, pero es la normalidad para los grupos más jóvenes. Y ha tenido lugar paralelamente a la pérdida de la supremacía de la televisión como canal preferente para informarse para gran parte de la población. En España, el 48 % afirma consumir información a través de las redes sociales, lo que obliga a la clase política a diseñar mensajes breves pues no puede permitirse ignorar las lógicas y el potencial de las redes en el actual sistema comunicativo.

– El poder de las redes sociales en el discurso político

Existe una nueva dinámica comunicativa impuesta por las redes sociales caracterizada por la inmediatez y la concisión. Se acumulan los ejemplos en la política americana (desde Barack Obama a Donald Trump), pero también en la española (Abascal, Ayuso, Iglesias, Rivera, Rajoy, Sánchez…) que marcan la importancia que se concede a estos nuevos canales de información para la ciudadanía.

Los políticos han aprendido a comunicar en 140 caracteres o 15 segundos. Ello conlleva una simplificación de los mensajes, superficialidad en la argumentación y, paralelamente, una menor profundidad de los desarrollos ideológicos que alumbran el discurso.

Tuit del líder de Vox, Santiago Abascal, de febrero de 2019. Twitter.

Todos estos cambios han confluido en un entorno de economía de la atención, donde existe numerosos estímulos y se ha multiplicado la oferta electoral (hay más partidos que hace unos años y tienen muchos canales para comunicarse, pero la gente tiene el mismo –o menos– interés en escuchar).

El lenguaje político tiende a volverse extremo y polarizante para ganarse el codiciado interés de la audiencia y los insultos son un recurso para ello.

La sublimación de esta estrategia incisiva y dramática son los llamados “zascas”, mediante los cuales se intenta dejar sin respuesta al rival con una réplica cortante, rápida y a menudo ofensiva. La Fundeu los representa con la imagen de una agresión.

Tuit de Gabriel Rufián como ejemplo de zasca
Tuit de Gabriel Rufián como ejemplo de zasca. Twitter

– Insultos para rato

El uso de ofensas en la política no parece ser una moda pasajera, sino una tendencia sistémica. Para los estudiosos, reflejan una carencia de recursos expresivos más elevados; para la estrategia política, es un camino corto para conseguir atención, que se tolera cuando se ve como una respuesta directa y emocional frente a una política que se considera demasiado clásica y burocrática.

El insulto ha pasado a ser percibido como una señal de que los políticos se levantan del escaño, se mezclan con la calle y hablan como la gente corriente. El populismo ha exacerbado esta situación, utilizando “malos modos” para desafiar las formas institucionales y, en las últimas elecciones, está dando buenos resultados.

Tuit de Óscar Puente insultado a Vito Quiles
Tuit de Óscar Puente insultado a Vito Quiles. Twitter

Mientras la ciudadanía no penalice de alguna forma los términos de Óscar Puente (“saco de mierda”), Isabel Díaz Ayuso (“hijo de puta”), Ortega Smith (“montonero tucumano”), Abascal (“filoetarras”, “necrófilo”) … y tantos otros, la clase política no encontrará incentivo suficiente en el cumplimiento de las normas de cortesía institucional y el respeto democrático al adversario para dejar de utilizarlos.

En un contexto donde estudios sociológicos, como los del CIS, evidencian el descrédito de las instituciones políticas, usar agravios se concibe como una crítica al sistema desde dentro, una expresión tolerable del descontento.

Debe reflexionarse sobre cómo el uso de las ofensas, que queda reflejado en el Diario de Sesiones del Congreso –salvo que se ordene retirarlo– y el Senado, conlleva una simplificación y empobrecimiento del debate ideológico que debe sustentar la acción legislativa de las Cámaras.

Y, más allá, sobre cómo su normalización incrementa el nivel de agresividad del debate ciudadano sobre política –la polarización afectiva– y ha conllevado, incluso, que muchos políticos hayan recibido gritos, insultos y amenazas en la calle reiterando los lemas que se han escuchado de sus parlamentarios.

– El inagotable ingenio argentino para el insulto

arte argentino insulto

«Pelotudo». El insulto argentino más universal se pronuncia con la pe y/o la te muy marcadas, aun en estos tiempos de covid-19, donde las diminutas gotas de saliva que expulsamos suponen un riesgo nuevo.

«Pelotudo» puede escucharse en los prolegómenos de una pelea callejera, se grita a menudo de un automóvil a otro por una mala maniobra de tránsito, frente al televisor al ver un partido y, más fuerte que en ningún otro lugar, en el estadio de fútbol. 

«La cancha de fútbol es un lugar hecho para insultar, para descargar un montón de tensiones», admite el polifacético Pablo Marchetti, autor de Puto el que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios. Hasta las personas más formales se transforman en las gradas del estadio en máquinas de lanzar barbaridades, una tras otra, con una inventiva tal que su fama ha traspasado fronteras. 

Uno de los blancos favoritos de los últimos años de la selección argentina ha sido Gonzalo Higuaín. «Cementerio de canelones», «Terrorista de choripanes», «Arruinador de alegrías», «Andá a la concha de tu trola madre hijo de un camión Iveco lleno de putas, gordo fofo y la madre que te re mil parió», «¿Por qué no te atas la pija en la punta del obelisco y das vueltas como si estuvieras en una calesita?», pudo leerse en Twitter después de que el delantero fallase una clara oportunidad de gol en los primeros minutos del amistoso que Argentina jugó contra España en 2018. 

El técnico de la selección en ese partido, Jorge Sampaoli, también recibió una catarata de improperios, centrados especialmente en su calvicie. «Sampaoli, hijo de un sistema solar rebosante de putas, cabeza de rodilla, salame, forro, la concha de tu hermana, metete en un cohete y aterrizá en una galaxia donde no se te pueda ver ni con un satélite, dedicate a esquilar ovejas, hacete coger por King Kong con malaria hdmp», escribió un tuitero. «Tobogán de piojos», «Flequillo de carne», «Cabeza de desodorante a bolilla», le dedicaron también. 

Un generador de insultos argentinos para el Mundial

Lionel Messi le persigue desde hace años la etiqueta de «pecho frío», en la eterna comparación con Diego Armando Maradona, el jugador más idolatrado del país y autor de célebres insultos como «la tenés adentro», conocida incluso por sus siglas, LTA, o «se te escapó la tortuga», entre otros. 

Las puteadas en el fútbol no se limitan al estadio, a los livings de las casas ni a las redes sociales, sino que a veces son proferidos también por comentaristas de partidos, como Alberto Raimundi, hincha declarado de Gimnasia de La Plata, quien se ensañó con el árbitro tras un partido de su equipo contra Boca Juniors: «Totalmente ilícito y me chupa un huevo lo que piensen los demás. Se borró de la cancha, lo cual me da en las reverendas pelotas.

La camiseta de Gimnasia hay que defenderla más allá de la hija de recontraputez total de este sorete hijo de cuatro cientos setenta sistemas solares repletos de putas hasta en los anillos de los planetas y los rayos de los soles».

En Argentina, el fútbol y la política tienen relaciones muy estrechas, por lo que no es de extrañar que uno de los insultos más famosos de los últimos años contra un mandatario naciese en la cancha para propagarse después por todo el país.

El cántico arrancó en febrero de 2018, en el estadio de San Lorenzo, cuando recibió la visita de Boca Juniors, en ese momento en lo más alto de la tabla clasificatoria. En medio de un partido tenso, empezó como un susurro y de a poco aumentó su volumen, hasta volverse ensordecedor: «Mauricio Macri, la puta que te parió, Mauricio Macri, la puta que te parió».

Gil”, “gorila”, “buchón” y “bufarrón”: de dónde vienen los insultos  argentinos más populares - Infobae

En pocas semanas, el cántico contra el expresidente de Boca Juniors y en ese momento jefe de Estado de Argentina se popularizó en protestas callejeras contra el gobierno, actos culturales, bares y fiestas con mayoría peronista, mientras las siglas, MMLPTQTP, se estampaban en banderas, pines y camisetas. 

«Los insultos son una de las áreas más dinámicas de la lengua y mi diccionario tendría que actualizarlo. No incluye, por ejemplo, la irrupción de insultos feministas», dice Marchetti.

Estos son toda una novedad en una sociedad que tiene el sexo y el machismo como pilares de las palabrotas, donde sobresalen vergapijaporongapingogarompa o nabo como sinónimos vulgares del miembro viril masculino y concha y argolla del femenino en mil combinaciones que van desde el «¿por qué no me chupás/agarrás/lamés la pija?» al «andate a la recalcada concha de tu madre, forro».

En las multitudinarias manifestaciones a favor del aborto legal a mitad de 2018, el cántico contra el presidente se transformó así en «Mauricio Macri, la yuta [policía] que te parió».

Ese mismo año, empezó a cobrar fuerza la palabra despectiva machirulo, definida por la Fundéu como «de origen incierto, aunque podría tratarse de un acrónimo a partir de macho y chulo o de macho y pirulo», que se emplea como neologismo para el “hombre machista, en ocasiones asociado a quien hace gala de esa condición”». 

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner la usó para referirse a su sucesor, Macri, cuando él pidió a los senadores y gobernadores peronistas «que no se dejen llevar por las locuras de Cristina». «Tratar de loca a una mujer. Típico de machirulo», escribió. Llamarse Tincho o Raúl en estos días tampoco goza de mucho prestigio, porque ambos nombres han quedado convertidos en sinónimos de machirulo

En la actualidad «hay grupos insultados que se hacen cargo del insulto, lo usan y de esa manera lo neutralizan. Pensemos en los términos puto —con los putos peronistas a la cabeza —, el término puta —con las putas feministas a la cabeza— o negro villero y el orgullo villero de la cumbia villera.

Un generador de insultos argentinos para el Mundial

Algo que ya había comenzado con los equipos de fútbol. Bosterosgallinasleprososcanallascuervosquemerostatenguesnegros, etcétera. Son todos términos que nacieron como insultos y de los que los hinchas de esos clubes se hicieron cargo», subraya Marchetti. 

El exceso de uso ha transformado algunas puteadas clásicas en vocativos neutros, como pasa con boludo en toda Argentina —che, boluda, ¿venís al asado hoy?—, o con culiao en el norte — ¿Qué hacé’, culiao?, ¿vamo’ a comer, culiao?—. Otras, en cambio, conservan intacto el poder de décadas atrás, como el pelotudo que defendió el escritor Roberto Fontanarrosa en 1994 frente al Congreso Internacional de la Lengua.

«Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o sonsa que es un pelotudo», dijo Fontanarrosa durante su discurso, en el que pidió una amnistía para las malas palabras. 

La sonoridad es clave también en el desprecio que rezuma «sos un sorete», que podría traducirse como «pedazo de mierda», y su hipérbole, «sorete mal cagado». O en «forro», con la erre bien remarcada. Pero algunos insultos solo funcionan por escrito, como el de Riber —en vez de River Plate—, pintarrajeado hasta el cansancio en paredes y muros de redes sociales por sus rivales futbolísticos tras haber descendido de división en 2011.

Para Marchetti, es bueno «ponerle el cuerpo a un insulto, porque puede llegar a tener consecuencias», al ser a menudo la última frontera antes de la violencia física. «Hijoderemilputas pitocorto, bolsa de cuernos, hacé lo que se te cante del orto, infeliz», le dedicó una conductora a quien acababa de adelantarla sin poner el intermitente.

El otro se limitó a levantar su dedo corazón como respuesta, pero poco después, cuando recibió un nuevo ataque verbal por otra maniobra incorrecta, detuvo el coche con ánimo de llegar a las manos. 

Cuanta más distancia hay, más sencillo resulta insultar. En la cancha, uno insulta de lejos, y en Argentina, además, desde hace años, sin hinchada visitante. En cuarentena, encerrados en casa, esas largas enumeraciones de improperios tienen menos vías de escape. Esto supone un peligro para aquellos que, como Fontanarrosa, les atribuyen propiedades terapéuticas.

«Mi psicoanalista dice que son imprescindibles incluso para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pediría —no quiero hacer, repito, una teoría ni nada— lo único que yo quería reconsiderar es la situación de estas malas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar», se despidió ante los atónitos académicos de la lengua. 

nuestras charlas nocturnas.

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