De melenas y corte de pelo…

VEIN(M.Leache)/Glamour(E.almazán)/Vanta/Vogue(A.Morales) — Con el paso de los años, las tendencias van progresando y adaptándose a las diferentes circunstancias. Los cambios sociales, políticos y culturales se reflejan a través de la forma de vestir y los intereses de la sociedad. Según se transforma una sociedad lo hacen también sus costumbres. El cabello es un ejemplo más de esta evolución.
Los peinados y diferentes cortes de pelo han ido cambiando década tras década. Y no solo se ha modificado su aspecto físico, sino que también se ha modificado la concepción que se tiene de él. A lo largo de la historia, las diferentes civilizaciones han concedido diferentes significados al cabello, y uno de los más llamativos se dio durante la época victoriana.
Unos años en los que las largas melenas se consideraban un símbolo de erotismo que servía para identificar la clase social e, incluso, ciertos rasgos de la personalidad.
– Melenas extralargas, un símbolo de erotismo en la época victoriana

La adolescencia marcaba el inicio en el que las mujeres victorianas comenzaban a cuidar su cabello. Durante la infancia lo podían llevar suelto sin prestarle demasiada atención, pero, convertidas en mujer, debían empezar a peinarlo y cuidarlo de manera diferente. Esto se debe a que, en la época victoriana, el cabello largo era símbolo de feminidad y también de erotismo.
Por lo que la doctrina religiosa obligaba a llevarlo arreglado y siempre cubierto en el exterior, sobre todo a las mujeres casadas. Llevar el pelo suelto y descuidado se consideraba descarado, indecente e, incluso, impuro. Considerado como una parte del cuerpo que manifiesta el atractivo físico de una mujer, solo tenían permitido mostrar el cabello suelto a su marido.
Como consecuencia, las mujeres solo salían a la calle con el pelo recogido y normalmente lo cubrían con distintos tipos de sombreros y adornos con joyas y plumas.
Esta especial consideración del cabello provocaba que las mujeres victorianas dedicasen muchos esfuerzos a su cuidado y no lo cortasen a no ser que fuera completamente necesario. A raíz de esto, el pelo de una mujer también representaba su clase social. Quienes pertenecían a clases medias y altas no tenían ninguna dificultad para mantenerlo sano y cuidado.
Especialmente aquellas que contaban con servicio doméstico. Sin embargo, las clases más pobres estaban sometidas a enfermedades, mala alimentación y pocos recursos que impedían el cuidado del cabello. Mantener extensas melenas requerían largos peinados -en ocasiones hasta cuatro veces al día- que estas mujeres no se podían permitir.
Por ello, era muy común que lo llevasen corto e incluso vendieran sus propios mechones a cambio de dinero.

Hoy en día, no podemos pasar desapercibido que a algo tan trivial como el cabello se le otorgasen poderes como el de reflejar ciertos rasgos de la personalidad. Y es que, durante esos años, las mujeres de cabello rizado se consideraban más dulces que las de pelo liso. Igualmente, la largura y grosor del cabello se vinculaban con la sexualidad.
Cuanto más largo y grueso fuese, más apasionada se creía que era su dueña. Quizás por este motivo, las mujeres comenzaron a ser fotografías desde el costado y hacia atrás, mostrando su largo cabello cayendo libremente por su espalda. Una fotografía que dejase ver una melena larga era sinónimo de erotismo.
Además de la largura y la forma, también se tenían en cuenta otras características como el color. El rubio era uno de los más deseados. Para conseguirlo, las mujeres victorianas utilizaban peróxido de hidrógeno, que lo que realmente hacía era quemar el pelo.
Entre ellas compartían recetas para teñir el cabello tras la aparición de canas, tal y como compartía Lola Montez, una famosa bailarina a quien Luis I de Baviera nombró condesa de Landsfeld, en su publicación ‘Las artes de la belleza; o los secretos del toilette de una dama, con sugerencias hacia los caballeros, sobre el arte de fascinar’.
De la misma manera, utilizaban productos específicos para acelerar el crecimiento del pelo, evitar su caída y la descamación del cuero cabelludo, entre otras problemáticas.

Escritores y artistas cedieron una especial posición al cabello dentro de sus obras, generando a su alrededor una auténtica idolatría. Las Siete Hermanas Sutherland, hijas de un pobre agricultor afincado en Nueva York, representaban a la perfección este fetichismo por el cabello largo.
Todas ellas poseían unas extensas melenas y fueron animadas por su padre a aventurarse en el mundo del espectáculo. Cantando, bailando y tocando varios instrumentos recorrieron diferentes escenarios. Aunque, lo que más llamaba la atención del público era la longitud de su cabello.
Gracias al interés que había en ellas, se unieron al circo Barnum y Bailey y realizaron una gira que las llevó a la primera feria del mundo en 1881.

– Corte pixie: la historia que lo convirtió en un símbolo de revolución sexual
El corte pixie es audacia, extroversión y distinción pura. Pero más allá de los motivos estéticos y las tendencias que lo volvieron el objeto de deseo de las personalidades más amadas, la historia de este mítico corte refleja la incansable búsqueda por la liberación femenina que se hace notar sin lugar a dudas.
De estandarte de lucha a símbolo de transformación moderna, hasta la fecha, ha demostrado ser uno de los mejores aliados a la causa de empoderamiento de las mujeres, y es por eso que hoy repasamos su historia. ¡Ten por seguro que querrás adoptarlo como tu nuevo corte insignia!
– Un rasgo de inconformidad
Siguiendo el ejemplo de su precursor, el bob cut, el corte pixie hizo sus primeras apariciones en Francia durante los años 20 a manera de protesta. Es así como, apodado como corte a la garçon, éste dio pie a los cambios de look andróginos y radicales que sirvieron como estandarte para las luchas por la equidad de género.
No obstante, con la llegada de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, terminó por dejarse de lado para adoptar looks mucho más discretos y modestos.
No obstante, éste empezó a cobrar popularidad bien avanzados los años 50, justo rompiendo con las cabelleras midi onduladas que comenzaron a resurgir en las décadas de 1930 y 1940. Desde luego, tal como era de esperarse, el corte nuevamente fungió como un rasgo de inconformidad y empoderamiento ante el retorno de los viejos estándares de belleza que clamaban por reinstaurar los looks más tradicionales, suponiendo un acto de rebeldía que, incluso, fue adoptado por grandes iconos del cine.

Desde el perfecto pixie largo peinado de lado de Audrey Hepburn, una de las pioneras en llevarlo dándole un toque de lo más elegante, hasta el moderno pixie con flequillo corto y desfilado de Elizabeth Taylor y Liza Minelli, marcaron la pauta para que cada vez muchas más actrices se animaran a convertirlo en parte de su desafiante sello personal.
– El nuevo símbolo de liberación femenina
Fue hasta los años 60 y, sobretodo, la década de los 70, que el corte pixie comenzó a apoderarse con mayor frecuencia de la imagen de las mujeres más atrevidas.
Eso sí, sin perder su simbolismo empoderador, pues en medio de un mundo de cabelleras largas, éste se convirtió en el abanderado de la revolución sexual y la liberación femenina, mismas que guiaron a las mujeres que aquellas épocas. Fue por esto que se conoció como un icónico símbolo transgresor revolucionario que hablaría de libertad y rebeldía.
He ahí que tanto la imagen de la famosa actriz Mia Farrow y la modelo Twiggy, se volvieran todo un icono vanguardista, de la mano de su radical corte pixie con el que las vimos protagonizar desde la pantalla, hasta múltiples campañas publicitarias y portadas de revistas, respectivamente.
Y así comenzó a verse cada vez más presente en la escena cotidiana, como parte de una revolución que hablaría entrelíneas dentro del mundo de la belleza y la moda.

– Corte pixie: redefiniendo a las mujeres modernas
Con el tiempo, el pixie pasó a convertirse en la viva imagen de la practicidad, volviéndose representativo de las mujeres modernas multifacéticas, cobrando una gran popularidad como la tendencia estética que conocemos ahora.
Y es que, hacia los años 80 y 90, tomó todavía más fuerza de la mano de icónicas it girls como Linda Evangelista, Demi Moore, Cyndi Lauper y, desde luego, la princesa Diana, esta vez en una versión mucho menos radical y más suavizada, pero igual de de propositiva que en décadas pasadas y manteniendo su gran impacto.
Finalmente, en plenos años 2000, si bien ha pasado a convertirse en un clásico entre las amantes de las cabelleras cortas, lo cierto es que sigue manteniendo una connotación que va más allá de lo estético, reflejando audacia, individualidad, fuerza y libertad; imponiéndose como el nuevo máximo representante del empoderamiento femenino. ¡Así que, larga vida al corte pixie!
– El corte Bob: historia de un símbolo feminista

Jamás pensaron aquellas enfermeras de la Primera Guerra Mundial que estaban introduciendo una moda que se mantiene vigente desde hace más de un siglo. Por razones de higiene y comodidad, estas mujeres se cortaban el pelo hasta la altura de la mandíbula, con una terminación recta.
Es el peinado comúnmente llamado ‘3/4’, porque representa a las tres cuartas partes de lo que se considera un cabello largo. La historia apodó este corte como ‘Bob’. Ya en el siglo en XXI no es nada fuera de lo normal. Pero, a lo largo de los años, fue símbolo de rebeldía e independencia femeninas. ¿Qué hay detrás del corte de pelo más popular?
En el siglo XV, la francesa Juana de Arco expuso ante el mundo el corte Bob, aún no bautizado como tal. Lejos de ser una cuestión de moda, la pionera feminista utilizó el peinado en una versión extremadamente corta −por encima de las orejas− por practicidad: así era más fácil ocultarle al ejército que era mujer durante la Guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra.
A principios del siglo XX, un reconocido peluquero francés de la época llamado Antoine tomó como referencia a Juana de Arco para difundir el corte entre sus clientas hasta convertirlo en hit. A mediados del siglo, referentes de la moda como Coco Chanel se apropiaron del peinado –la extensión que usaba la diseñadora llegaba hasta el mentón– y lo convirtieron en símbolo de rebeldía en contrapunto con el pelo largo, que era sinónimo de elegancia y feminidad.
Cruzando el Atlántico, el corte se volvió tendencia en Estados Unidos en 1915 aproximadamente, cuando la bailarina y actriz de cine Irene Castle se mostró con este peinado apenas por debajo de las orejas; en este caso, el Bob se asociaba con el refinamiento.
Fue en los años 20 cuando el Bob se hizo viral. Fueron las cabezas de las “flappers” las que masificaron esta moda como emblema de la independencia femenina.
Las flappers eras mujeres rebeldes, jóvenes de clase media que rompían con los estándares: bebían, fumaban, eran modernas, guardaron el corsé y sacaron los vestidos sueltos y cortos, se maquillaban, se mostraban sexuales, conducían, y asistían a clubes de jazz y shows de vaudeville. Actuaban, básicamente, como la mayoría de los hombres de la época, y el pelo corto era casi andrógino.
Un dato de color: se estima que Colleen Moore fue la primera mujer en aparecer en cine con este corte; la película fue Flaming Youth, estrenada en 1923, y el pelo lucía planchado y llegaba hasta los pómulos. En su momento, la actriz afirmó que buscaba algo juvenil, básico e inocente.
El Bob atravesó un recorrido de varias versiones, con distintos largos, ondulado o lacio, pero siempre se mantuvo en boga: en los años 80, se cortaba como un carré hasta el mentón, con terminado redondo y bucles voluminosos. En los 90, se hizo más informal y se desmechaba en las puntas.
En los 2000, se empezó a dejar más corto en la nuca para enmarcar el rostro con los mechones más largos. Cualquiera sea la versión, el peinado sigue siendo el más popular en la industria de la moda. Y tiene sentido: representación del empoderamiento de la mujer, surfea actualmente la cuarta ola feminista.
– Los superpoderes emocionales de un corte de pelo

Coco Chanel no se equivocaba cuando dijo: “Una mujer que se corta el cabello está a punto de cambiar su vida”. En el último año la conexión pelo-emociones ha sido más evidente que nunca. Ha habido cambios de imagen célebres, pero muchos anónimos que respondían, en su mayoría, al mismo patrón psicológico. No eran meras variaciones estéticas, sino la expresión de una transformación interior marcada por las circunstancias.
“Todo lo que surge dentro del ser humano se refleja en el exterior. No es banal ni casual cómo viste alguien, cómo se mueve o cómo se corta el pelo. Buscamos aquello que nos hace sentir bien y si un cambio de look ayuda a que un proceso interior vaya mejor, eso es lo importante.
Durante tres meses no pudimos hacer nada con nuestro pelo ni con la situación y quedamos en la indefensión. Cuando pudimos salir quisimos cambiar lo sucedido y superar esa fase”, afirma la psicóloga clínica Elena Daprá. Las protagonistas de algunos de esos cortes sonados, en medio de la pandemia, hablan de esta relación:
“Siempre me ha gustado el pelo corto, pero nunca me había atrevido a llevarlo. Durante la cuarentena algo se rompió en mí, y después del confinamiento me lo corté”, afirma la prescriptora de moda Erika Boldrin.
Esos cambios no tienen por qué ser radicales para tener un componente psicológico. “Creo que cortarse el pelo es un acto que te puede remover por dentro. Cuando uno lleva tiempo identificándose con un look, modificarlo significa verte con otros ojos. Y hay que estar dispuesto a eso. A jugar y a no darle mucha importancia. La justa y necesaria. El pelo es uno de los grandes ‘complementos’ con los que nos podemos embellecer.
Para mí, cambiar la melena es algo que va unido a un estado de madurez y a no tener miedo a perder el pelo largo con el que me identificaba. Ahora me apetece jugar con él desde un estado más libre”, afirma la modelo Vanesa Lorenzo, que también ha hecho pasar sus cabellos rubios por la tijera en los últimos tiempos.
Sociológicamente, los cambios de imagen también tienen un significado.
“La melena tiene un simbolismo social muy alto y carácter sexual secundario. Algunas culturas ocultan el pelo y otras lo resaltan. Hay una creencia cultural instalada respecto a que un cambio en la melena facilita otro del estado emocional para sentirse mejor”, explica la socióloga Alicia Aradilla, que identifica los cambios de look con el deseo de aferrarse a la esperanza de cambio ante la situación actual.

Se puede hablar del cabello como posible herramienta para trabajar la autoestima. “Todo lo que nos haga vernos mejor, ayuda. Lo importante es que lo que lleva cada persona sea elegido por ella y sea coherente. Si estoy trabajando mi autoestima y me doy cuenta de lo que quiero, todo sucede de manera natural”, señala Daprá, experta en psicología de la imagen.
Pero es necesario no quedarse en este placer rápido. “El cambio de peinado o color es la herramienta más rápida para vernos diferentes y, si damos en el clavo, de cómo queremos vernos por fuera. Actúa como un parche rápido de autoestima. Puede hacernos sentir mejor a corto plazo pero sus efectos no perduran en el tiempo.
De ahí que en ocasiones nos ‘enganchemos’ a los cambios estéticos por esa sensación exprés de logro aparente. Lo que sí impacta a nivel más profundo es comprender qué nos lleva a buscar un cambio de imagen y saber si el aspecto físico es la clave para satisfacer necesidades psicológicas o no”, explica Domingo Delgado, psicólogo especializado en coaching de la imagen.
“El riesgo está en creer que controlando la apariencia vamos a solucionar un conflicto que corresponde al nivel emocional. Las sensaciones positivas de un cambio estético son efímeras, positivas y útiles. Pero a largo plazo habrá que trabajar en la relación con uno mismo y en nuestra manera de valorar lo que somos”, reflexiona.
No siempre el corte surge como consecuencia de un acto de empoderamiento. “A veces llega antes el cambio de imagen que la conciencia de lo que nos pasa por dentro, quizá porque no estamos listos aún para darnos cuenta de lo que realmente necesitamos”, añade Delgado.
Respecto a si es necesario meditar estos cambios cuando se atraviesa un periodo de transformación personal, Daprá responde: “Lo bueno que tiene el pelo es que con pequeñas acciones se consigue bastante bienestar. No es necesario esperar a que el proceso de cambio haya terminado para decidir un nuevo corte. El pelo crece”.
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