Camille Claudel

HA!(M.C.Santos/L.Poveda) — Camille Claudel (Francia 1864/1943), siempre a la sombra de su mentor y amante Auguste Rodin.
Sin embargo, su talento fue equivalente, e incluso hay quien afirma que la escultora ayudó a dar forma a algunas de las grandes obras del maestro (por no decir que éste las robó directamente).
Lo que es seguro es que si Claudel hubiera nacido hombre, su reconocimiento hubiera sido otro.
Camille Claudel nació escultora.
Desde muy pequeña disfrutaba moldeando el barro y ya se veía su capacidad para reflejar en ese material los rostros de sus seres queridos.
Un juego que duró al hacerse mayor y que no gustó en absoluto a su familia, que la veían como una futura esposa, madre y «artista del hogar».
Con 17 años fue admitida en una Academia de Arte parisina y de pronto, Auguste Rodin se percató del talento artístico de la joven, entrando en su vida como un terremoto. De alumna del ya legendario escultor pasaría a convertirse en su musa, y de ahí a amante.
El talento de Claudel era evidente, pero la envidia y el machismo de la época hicieron que fuera objeto de comentarios desafortunados que ponían en duda su capacidad artística.
La sombra de Rodin era demasiado larga y la artista empezó a tener una relación de amor/odio. Amaba al maestro con toda su alma, pero también lo odiaba por recibir él todo el reconocimiento público, constantes encargos y alabanzas. Ella era su simple alumna y amante.
Claudel finalmente abandonó a Rodin (que no pensaba dejar a su esposa) y acabaría enloqueciendo… O eso dicen. Recientes biografías hablan de manipulaciones y maltratos por parte de su entorno, e incluso fue obligada a entrar en un sórdido psiquiátrico con el diagnóstico oficial de «manía persecutoria y delirios de grandeza».
En total, 30 años de injusta reclusión en un sórdido lugar en el que se le negaron las visitas y en el que murió sin realizar una sola obra.
Aún así, la escultora dejó una obra de apabullante talento. Su naturalismo tenía rasgos de impresionismo y simbolismo, buscando siempre la emoción que se traduce en un exquisito dramatismo gracias a un perfecto dominio de las técnicas y a su enorme sensibilidad.
Gracias a ella, se demostró que es posible esculpir la emoción.

Camille Claudel es un ejemplo trágico de lo que significa nacer en el momento equivocado. La sociedad de fin de siglo de Francia, cerrada y misógina, no veía con buenos ojos a una mujer escultora, esto simplemente era una desviación.
En 1886, Camille esculpía L’Homme penché, una obra de gran plasticidad dónde no sólo plasmaba su gran dominio de la anatomía y la técnica escultórica, sino que además deslumbraba por su belleza plástica y expresividad.
La emotividad que desprende la obra es conmovedora, con el uso de la contorsión y la postura forzada, Camille Claudel conseguía transmitir en un solo personaje lo que pocos artistas del momento: la fuerza del cuerpo y la sensibilidad de la fragilidad emocional.
Pensemos que el ejercicio de la escultura suponía un enorme esfuerzo físico, era un oficio sucio, que requería destreza y vitalidad, todos atributos de la masculinidad. Fue por ello que la tragedia, la presión social y la traición marcaron a Camille Claudel, al punto de generarle graves crisis nerviosas que fueron empeorando día a día.
Una tarde, con una orden de la propia familia Claudel, irrumpen en su taller unos enfermeros para llevarla contra su voluntad al centro psiquiátrico donde permanecerá encerrada por el resto de sus días.
Por aquel entonces, en Francia se ejercían las peores prácticas psiquiátricas. Camille Claudel no podía tener razón en defender que era una gran escultora y que se le había ninguneado. Su talento y su destreza no eran normales para una mujer de su época y por ello su diagnóstico fue «una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de grandeza».
Lúcida y desesperada, Camille escribió numerosas cartas, pidiendo que le sacaran de allí. Pero pese a sus quejas desgarradoras y a la opinión de los médicos que con el tiempo empezaron a considerar poco necesario mantenerla encerrada, la familia Claudel nunca accedió a sus ruegos, Camille nunca pudo volver a esculpir.
Entre 1940 y 1945, los centros psiquiátricos públicos dependientes del gobierno colaboracionista de Vichy bajo el mando del mariscal Pétain, dejaron morir de hambre a unas 45.000 personas. Camille Claudel fue una de estas víctimas.
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