Más que un palacio flotante, el Titanic era un barco de migrantes…

National Geographic(Abel M.G.) — “Llamaban al Titanic el barco de los sueños. Y lo era, realmente lo era”. La frase con la que Gloria Stuart introducía, en la película de James Cameron, la narración del último viaje del transatlántico más famoso del mundo describe perfectamente la imagen que la mayoría del mundo tiene del Titanic: como un palacio flotante.
Una imagen que, aunque tenga su parte de verdad, no refleja la compleja realidad de los pasajeros que se embarcaron en aquel fatídico viaje.
El Titanic llevaba algo más de 1.300 pasajeros, de los cuales menos del 25% eran de primera clase y poco más del 20% de segunda, mientras que más de la mitad viajaban en tercera clase. De hecho, los pasajeros representaban aproximadamente el 60% de las personas que iban a bordo, ya que el barco contaba con una tripulación de más de 900 personas entre marineros y personal de servicio.
El precio de un billete de tercera clase en el Titanic era de siete libras esterlinas de la época, lo que equivaldría a algo menos de mil euros actuales. Los de segunda costaban doce libras (unos 1.800 euros actuales) y los billetes estándar de primera costaban treinta (casi 4.000 euros).
Sin contar las suites, que podían alcanzar precios astronómicos, los billetes de tercera y segunda clase combinados representaban más de la mitad de las ventas.

– La llamada de las Américas
Aunque lo recordemos como un crucero de lujo el Titanic era, en buena medida, un barco de migrantes; desde la gente de tercera clase que esperaba empezar una nueva vida, hasta los pasajeros de primera que iban a América en busca de nuevas oportunidades de negocio.
“Todos tenemos esta imagen del Titanic como un palacio flotante, pero la mayoría de los pasajeros eran gente que viajaba en tercera clase”, afirma la escritora Carmen Posadas, que acaba de publicar su novela El misterioso caso del impostor del Titanic, un thriller inspirado en uno de los diez pasajeros españoles que viajaban en el transatlántico.
Muchos de estos pasajeros de tercera clase eran irlandeses que se embarcaron en Queenstown (hoy Cobh), el último puerto donde el Titanic hizo escala antes de cruzar el Atlántico. El deseo de emigrar a América era muy común debido a la crisis económica y social en Irlanda en esa época. Según Posadas, “eran gente que vendían todo lo que tenían y compraban un billete para empezar desde cero”.
En ese momento, en Estados Unidos había mucha demanda de mano de obra para trabajos que no requerían un conocimiento previo del idioma. El país vivía un período de auge en sectores como la construcción, la minería y el ferrocarril, lo que requería trabajadores en grandes cantidades, lo que empujó a muchos extranjeros europeos, latinoamericanos y asiáticos a emigrar.
No era solo el Titanic: casi todos los viajes transatlánticos tenían una gran proporción de pasajeros migrantes.
La autora atribuye una parte de la tragedia al hecho de que muchos de estos pasajeros no hablaban inglés y, por lo tanto, no pudieron entender bien las indicaciones de la tripulación. Aunque una gran parte de estos pasajeros eran irlandeses o británicos, también había muchos italianos y gente de otras nacionalidades.
Cuando estos pasajeros se dieron cuenta de que el barco se hundía, unido al hecho de que los accesos de segunda y tercera clase se abrieron solo después de evacuar a los de primera, se desató el pánico.
– La tierra de las oportunidades

Pero incluso en primera clase había gente que viajaba a América en busca de oportunidades: empresarios y familias adineradas, gente que veía el viaje en el Titanic no solo como una experiencia de lujo sino como una oportunidad para hacer contactos.
Algunos de los pasajeros eran inversores o propietarios de cadenas que esperaban abrir nuevos negocios en Estados Unidos, que en ese momento era una tierra de oportunidades económicas.
Otros pasajeros de primera clase viajaban a Estados Unidos para explorar oportunidades en el mercado inmobiliario y de la construcción.
El desarrollo urbano en ciudades como Nueva York atrajo a familias acaudaladas que veían un gran potencial de inversión en estos sectores. Además de los empresarios y grandes inversores, también había profesionales de alto nivel como médicos y abogados, que aspiraban a establecerse en América para hacer prosperas sus carreras.
Finalmente, entre los pasajeros de primera clase también había herederos de familias aristocráticas y figuras de la alta sociedad europea que viajaban con el objetivo de codearse con la rica élite estadounidense.
Organizando cenas y eventos privados a bordo, algunos buscaban fortalecer sus redes de influencia con los nuevos ricos americanos, especialmente mediante alianzas matrimoniales con familias acomodadas. Esta era una práctica común en aquella época: los europeos aportaban el linaje y los americanos la fortuna.
Finalmente, lo que debía ser un viaje de oportunidades para muchos se transformó en una pesadilla. La gran mayoría de víctimas fueron de tercera y segunda clase, aunque también murieron un gran número de hombres en primera clase.
El del Titanic no fue el mayor accidente marítimo de la historia, pero el aura mítica que acompañaba al barco ha contribuido a hacerlo, sin duda, el naufragio más famoso de todos los tiempos.
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