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La terrible historia del ‘Erebus’, el barco que viajó dos veces al infierno y se perdió misteriosamente y el análisis de ADN arroja luz sobre el espantoso final de una fallida expedición al Ártico…


El ‘Erebus’ y el ‘terror’ en Nueva Zelanda en agosto de 1841, según lo imaginó el pintor John Wilson Carmichael.

El Español(D.Barreira)BBC(R.Morelle)/CNN(K.Hunt) — «Viernes 31 de diciembre. Nochevieja (…), el hielo se ha cerrado por completo a nuestro alrededor». La descripción anotada por el sargento William Cunningham en su libro de memorando da cuenta de la coyuntura extrema a la que se enfrentaban el HMS Erebus y su buque gemelo, el Terror, a finales de 1841.

No habían alcanzado todavía el objetivo principal de la expedición, conquistar el círculo polar antártico, y las condiciones climáticas eran cada vez más adversas. Sin embargo, el ánimo permanecía casi intacto en el seno de las dos tripulaciones: «Dimos la bienvenida al Año Nuevo (…) con confianza y alegría».

Incluso varios navegantes, aprovechando el hecho de que se podía caminar entre ambas embarcaciones de nombres apocalípticos, tallaron en la dura nieve la figura de una mujer a la que bautizaron como su «Venus de Médici», de casi dos metros y medio de alto. «La celebración que siguió fue sonada.

Un pingüino que pasara por allí habría visto a marineros que tocaban cuernos y gongs y sostenían cerdos bajo el brazo para que chillaran, en un esfuerzo de cada uno de los barcos por proferir el mayor alboroto posible», recuerda Michael Palin, miembro de los Monty Phyton.

El hombre que hizo de Poncio Pilatos en la divertidísima La vida de Brian, entre otros ilustres papeles, apasionado de las aventuras sobre el mar, escribió una biografía sobre el HMS Erebus, uno de los grandes navíos de exploración del siglo XIX.

Bajo el título de Erebus: historia de un barco (Ático de los Libros), Palin reconstruye con una prosa amena y valiéndose de los testimonios de los protagonistas un doble viaje al infierno, una crónica humana que concluyó en tragedia, con la muerte de toda la tripulación de la expedición de John Franklin, que partió de Gran Bretaña en 1845, en las gélidas tierras y aguas del Ártico.

El Erebus —en la mitología griega representa al hijo de Caos, que simboliza el oscuro corazón del inframundo— fue concebido en Gales como una bombarda, un buque de guerra, y entró en servicio en la Marina Real británica en 1823.

En los primeros años su futuro fue incierto, sin misiones asignadas, hasta que en 1828 se le destinó a patrullar el Mediterráneo e incordiar a los turcos. Pero nunca llegó a desempeñar la función para la que fue creado: los combates marítimos. Su verdadera fama llegaría al ser reconvertido en un barco de exploración.

En 1839, bajo el mando del experimentado y célebre explorador James Clark Ross, el Erebus zarpó rumbo a la Antártida, donde alcanzaron la mayor latitud al sur en la que ningún otro hombre había navegado, un récord que tardía bastantes décadas en batirse.

No había ningún científico como tal a bordo, pero sí dos cirujanos, Joseph Hooker y Dalton McCormick, que fueron anotando cuidadosamente en sus cuadernos y diarios detalles sobre las distintas especies animales y la botánica con las que se iban topando.

James Clark Ross, «el hombre más atractivo de la Marina».

El momento más crítico de esta primera odisea plagada de temperaturas implacabales y peligro constante, que duró casi cuatro años, se registró poco después de la Navidad de 1841. En dirección a las islas Malvinas, un enorme iceberg provocó que el Erebus y el Terror colisionasen entre ellos.

«Nosotros, pobres peregrinos del océano, pensamos que vivíamos nuestros últimos momentos en esta vida», recordaría el marino irlandés Cornellius Sullivan. Milagrosamente, ninguno de los dos barcos, que navegaban a vela, sufrieron daños irreversibles y, después de un tercer reconocimiento por la Tierra del Fuego, consiguieron regresar a casa.

– La desaparición

Después de hacer historia en el Polo Sur, la siguiente singladura del Erebus y su fiel escudero se dirigió al confín opuesto del mundo, el Ártico, a descubrir el paso del Noroeste, una nueva puerta de entrada al Pacífico. No fue Ross el encargado de capitanearla, sino que que esta vez la misión recayó en su amigo John Franklin, que contó con la ventaja de ver dos motores de veinticinco caballos instaladas en los barcos.

Una ayuda nada desestimable, pues era una tecnología puntera para la época, pero esa potencia, sin duda, no iba a marcar una diferencia decisiva a la hora de enfrentarse a los compactos y gigantescos bloques de hielo.

El 19 de mayo de 1845, a las diez y media de la mañana, el Erebus y el Terror, con 24 oficiales y 110 hombres a bordo, levaron anclas en dirección al Polo Norte. Ninguno de ellos regresaría con vida de aquella travesía.

El último avistamiento de la expedición se registró el 26 de julio, cuando el capitán Dannett, del Prince of Wales, intercambió unas breves palabras con alguno de los oficiales. Con la llegada de 1847, y ante la falta de noticias, se activaron las primeras alarmas.

Se envió una misión terrestre de búsqueda, otra marítima liderada por el mismísimo John Ross, el hombre que mejor conocía las embarcaciones que se habían esfumado, que se internó en la bahía de Baffin y el estrecho de Lancaster; u otra más idealista que sensata liderada por lady Franklin, la esposa del marinero jefe, pero todas fracasaron.

No obstante, la suma de esos esfuerzos contribuyó a que el pueblo británico y el Almirantazgo fuesen conscientes de la irreversibilidad del desastre.

No fue hasta agosto de 1850, cinco veranos después de la partida de la expedición, cuando se hallaron los primeros vestigios: fragmentos de suministros navales, harapos o latas de carne en conservas. Otro explorador, John Rae, confirmó lo que parecía una evidencia en 1854, en la bahía de Pelly, gracias a los testimonios de los inuits, un pueblo de esquimales del Ártico.

Así, las piezas del puzle empezaron a encajar: los barcos habían sido aplastados por el hielo, y la tripulación se vio forzada a vagar por un continente helado, en búsqueda de alimentos para poder sobrevivir. Una misión imposible.

El ‘Erebus’ atravesando una cadena de icebergs

Las causas del fallecimiento de los exploradores siguen siendo a día de hoy motivo de controversia.

Hay teorías que señalan el pésimo estado de los víveres cargados en las bodegas del Erebus y el Terror, otras que hablan de un posible envenenamiento o de los efectos de los metales tóxicos de las latas de conserva, una hipótesis que se baraja desde que en 1984 se exhumaron y analizaron los primeros tres cuerpos de la expedición.

Todos estos misterios los aborda Palin en su libro, que combina la literatura de viajes y de aventuras con la historia.

«Al final, no obstante, lo único que se puede asegurar es que los que sirvieron en la expedición de Franklin estaban sencillamente en el lugar equivocado en el momento equivocado», concluye el autor. «Acabaron en el rincón más inhóspito de un remoto archipiélago durante una época a la que hasta los inuits aborígenes denominaron los años sin verano».

El viaje sin retorno al inframundo del Erebus y el Terror, dos barcos que, para aumentar su leyenda, han renacido hace poco, cuando en 2014 y 2016, respectivamente, sus pecios fueron hallados en el fondo del océano.

Después de más de 100 años escondido en las aguas heladas de la Antártida, el barco Endurance del explorador Ernest Shackleton ha sido revelado con extraordinario detalle en 3D.

Por primera vez podemos ver el barco que se hundió en 1915 y está a 3.000 metros de profundidad en el fondo del mar de Weddell, como si le hubieran drenado el agua turbia. El escaneo digital, compuesto por 25.000 imágenes de alta resolución, se realizó cuando el barco fue hallado en 2022.

Las imágenes fueron divulgadas ahora con motivo de un nuevo documental llamado «Endurance», que se proyectará en cines. El equipo examinó meticulosamente el escaneo en busca de pequeños detalles, cada uno de los cuales cuenta una historia que vincula el pasado con el presente.

En la imagen de abajo puedes ver los platos que la tripulación utilizaba para las comidas diarias, que se encuentran ahora esparcidos en la cubierta.

Platos utilizados por la tripulación del Endurance para sus comidas diarias.

En la siguiente imagen hay una bota que podría haber pertenecido a Frank Wild, el segundo al mando después de Shackleton.

Bota de explorador entre los restos del barco

Quizás lo más extraordinario de todo sea una pistola de bengalas a la que se hace referencia en los diarios que llevaba la tripulación.

Pistola para lanzar bengalas entre los restos del barco

La pistola de bengalas fue disparada por Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición, cuando el barco que había sido el hogar de la tripulación se perdió en el hielo.

«Hurley toma esta pistola de bengalas y la dispara al aire con una detonación masiva como un tributo al barco«, explica John Shears, quien dirigió la expedición que encontró el Endurance.

«Y luego, en el diario, relata que dejó esa pistola en la cubierta. Nosotros regresamos más de 100 años después y ahí está esa pistola de bengalas, es increíble».

– Una misión condenada al fracaso

La expedición estaba condenada al fracaso desde el principio. El Endurance quedó atrapado en el hielo a las pocas semanas de partir de la isla Georgia del Sur, la mayor del archipiélago qu elleva el mismo nombre.

El barco, con la tripulación a bordo, estuvo a la deriva durante meses antes de que finalmente se diera la orden de abandonar la nave. El Endurance finalmente se hundió el 21 de noviembre de 1915.

Shackleton y sus hombres se vieron obligados a viajar cientos de kilómetros sobre hielo, tierra y mar para llegar a un lugar seguro. Milagrosamente los 27 miembros de la tripulación sobrevivieron.

Su extraordinaria historia quedó registrada en sus diarios, así como en las fotografías de Frank Hurley, a las que se les añadió color para el documental del Endurance.

Ernest Shackleton a bordo del Endurance
Ernest Shackleton a bordo del Endurance. Para el nuevo documental se agregó color a las imágenes de Frank Hurley.

El barco permaneció perdido hasta 2022. Su descubrimiento fue noticia en todo el mundo y las nuevas imágenes de la nave revelaron que está increiblemente conservada por las aguas heladas.

El nuevo escaneo en 3D se realizó utilizando robots submarinos que mapearon los restos del naufragio desde todos los ángulos y tomaron miles de fotografías. Las fotos luego se “unieron” para crear una copia digital del barco.

Filmaciones a esta profundidad solo pueden mostrar partes del Endurance en la oscuridad, pero el escaneo revela los restos de madera completos de 44 metros de largo desde la proa hasta la popa. Las imágenes incluso registran los surcos tallados en el sedimento cuando el barco se deslizó antes de detenerse en el fondo del mar.

El modelo revela cómo el barco fue aplastado por el hielo (los mástiles cayeron y partes de la cubierta quedaron destruidas), pero la estructura en sí está prácticamente intacta.

Los descendientes de Shackleton dicen que el Endurance nunca se levantará del fondo del mar. Y su ubicación en una de las partes más remotas del mundo significa que visitar nuevamente los restos del barco sería un gran desafío.

Pero Nico Vincent, de la compañía Deep Ocean Search, que desarrolló la tecnología para los escaneos junto con la empresa Voyis Imaging y la Universidad McGill en Canadá, afirma que la réplica digital ofrece una nueva forma de estudiar el buque.

Es algo absolutamente fabuloso. Los restos del barco están casi intactos, como si se hubiera hundido ayer”, dijo Vincent, quien también fue codirector de la expedición.

Los científicos podrían utilizar el escaneo para estudiar la vida marina que ha colonizado los restos del naufragio, analizar la geología del fondo marino y descubrir nuevos artefactos, agregó Vincent.

«Así que esta es realmente una gran oportunidad que podemos ofrecer para el futuro».

El escaneo pertenece al Falklands Maritime Heritage Trust, una ONG con sede en Londres que busca preservar la historia marítima de las islas Falkland o Malvinas. La organización también financió y organizó la expedición para encontrar el barco de Shackleton.

El documental Endurance se estrenará en el Festival de Cine de Londres el 12 de octubre y se proyectará en cines de Reino Unido a partir del 14 de octubre.

– Un análisis de ADN arroja luz sobre el espantoso final de una fallida expedición al Ártico

 

Dos vistas de la mandíbula que el análisis de ADN vinculó con James Fitzjames. Las flechas ilustran marcas de corte que coinciden con el canibalismo. 

Arqueólogos han identificado los restos canibalizados de un oficial de alto rango que murió durante una fallida expedición al Ártico del siglo XIX, lo que ofrece una visión de los trágicos y espeluznantes días finales de su tripulación perdida.

Al comparar el ADN de los huesos con una muestra de un pariente vivo, la nueva investigación reveló que los restos óseos pertenecían a James Fitzjames, capitán del HMS Erebus. El buque de la Marina Real y su barco gemelo, el HMS Terror, habían estado bajo el mando de Sir John Franklin, quien dirigió el viaje para explorar áreas no navegables del Paso del Noroeste.

El traicionero atajo a través de la parte superior de América del Norte serpentea a través de las islas del archipiélago ártico canadiense.

En abril de 1848, exactamente tres años después de que los barcos partieran de Inglaterra, la tripulación de la expedición abandonó los barcos atrapados en el hielo tras la muerte de Franklin y otros 23 hombres.

Fitzjames ayudó a guiar a 105 sobrevivientes en una larga retirada; los hombres tiraron de los botes en trineos por tierra con la esperanza de encontrar seguridad. Sin embargo, todos los hombres perdieron la vida durante el arduo viaje, aunque las circunstancias exactas de sus muertes siguen siendo un misterio.

“Todo salió terriblemente mal, terriblemente rápido”, dijo el arqueólogo Doug Stenton, profesor adjunto de antropología en la Universidad de Waterloo en Canadá, quien dirigió la investigación.

En 1993, otro equipo de investigadores encontró 451 huesos que se cree que pertenecen al menos a 13 de los marineros de Franklin en un yacimiento de la isla King William en el territorio canadiense de Nunavut. Los restos identificados como de Fitzjames en el nuevo estudio publicado el 24 de septiembre en el Journal of Archaeological Science, estaban entre ellos.

Los relatos recopilados entre los inuit locales en la década de 1850 sugerían que algunos de los miembros de la tripulación recurrían al canibalismo.

Si bien estos informes fueron recibidos inicialmente con incredulidad en Inglaterra, las investigaciones posteriores realizadas durante las últimas cuatro décadas encontraron que una cantidad significativa de huesos tenían marcas de cortes que ofrecían evidencia silenciosa del final catastrófico de la expedición.

La identificación de los restos de Fitzjames hace que una tragedia que ha atrapado durante mucho tiempo la psiquis colectiva británica y canadiense sea más personal y dio un cierre a las familias involucradas, dijo la antropóloga e historiadora Claire Warrior, curadora de contenido senior en el Museo Marítimo Nacional de Londres, que alberga muchos artículos de la expedición.

“Esta es una persona que tuvo una vida y una familia y cuyas palabras tenemos, … (y él era) vivaz, entusiasta y bromista”, dijo Warrior, que no participó en el nuevo estudio.

Los restos de James Fitzjames, un oficial de alto rango que participó en la expedición perdida de Sir John Franklin al Paso del Noroeste, mostraron signos de haber sido canibalizados, según un nuevo estudio. 

Análisis de ADN y un descendiente directo

Los investigadores desenterraron los restos de Fitzjames en una zona conocida actualmente como bahía Erebus, situada a 80 kilómetros (50 millas) al sur de Victory Point, donde la tripulación desembarcó en busca de refugio y escape. Las circunstancias sugieren que Fitzjames murió pocas semanas después de su partida de Victory Point y posiblemente ya tenía mala salud, según el estudio.

Los huesos excavados en el lugar fueron devueltos a la isla King William en 1994 y enterrados en un túmulo conmemorativo. Sin embargo, en 2013, Stenton formó parte de un equipo que fue a la isla para tomar muestras de los restos para su análisis de ADN. Los investigadores se centraron principalmente en los dientes, que es donde es más probable que se conserve el ADN frágil.

“Tenemos alrededor de 42 perfiles de ADN arqueológico”, dijo Stenton, quien es director jubilado de patrimonio del Departamento de Cultura y Patrimonio de Nunavut. “A medida que hay ADN de nuevos descendientes disponible, lo comparamos con los perfiles de ADN arqueológico”.

A principios de 2024, el equipo de Stenton se puso en contacto con Nigel Gambier, quien había sido identificado por un biógrafo de Fitzjames como descendiente directo.

“Fue un placer ayudar. El esfuerzo que han hecho tantas personas diferentes para tratar de descubrir lo que sucedió. Lo encuentro realmente intrigante y tengo un interés personal en lo que sucedió”, dijo Gambier, que vive en el este de Inglaterra, a CNN.

Gambier conocía desde hacía mucho tiempo a su pariente lejano Fitzjames, quien era un consumado oficial de la Marina Real antes de unirse a la expedición de Franklin.

Después de que Gambier enviara una muestra al coautor de Stenton, Stephen Fratpietro, quien es gerente técnico del Laboratorio de Paleo-ADN de la Universidad Lakehead en Thunder Bay, Ontario, el equipo analizó el ADN del cromosoma Y de Gambier, que rastrea la línea masculina. Los científicos descubrieron que la información genética coincidía con la de la muestra arqueológica.

James Fitzjames, capitán del HMS Erebus, hizo una de las notas manuscritas de este documento que se dejó en un túmulo de piedra cerca de Victory Point en la isla King Willam, donde la tripulación llegó a tierra después de abandonar los barcos atrapados en el hielo. Según el nuevo estudio, dice: «Los barcos de Su Majestad Terror y Erebus fueron abandonados el 22 de abril, a 5 leguas al NNO de este, (habiendo) estado asediados desde el 12 de septiembre de 1846. […] Sir John Franklin murió el 11 de junio de 1847 y la pérdida total por muertes en la expedición ha sido hasta la fecha de 9 oficiales y 15 hombres».

En la bahía Erebus, además de Fitzjames, al menos otros tres hombres de los 13 miembros muertos de la tripulación documentados en el lugar mostraban signos reveladores de haber sido canibalizados.

“Me hace darme cuenta de lo desesperadas que deben haber estado esas pobres personas para tener que ir a comerse a uno de los suyos”, dijo Gambier. “¿Cómo sabrías cómo te comportarías tú mismo? Si te enfrentas a la inanición, entonces podrías verte obligado a hacerlo”.

“Me hace darme cuenta de lo desesperadas que deben haber estado esas pobres personas para tener que ir a comerse a uno de los suyos”, dijo Gambier. “¿Cómo sabrías cómo te comportarías tú mismo? Si te enfrentas a la inanición, entonces podrías verte obligado a hacerlo”.

Quedan más pistas por desentrañar

El descubrimiento de Fitzjames, un oficial de alto rango, como el primer miembro identificado de la expedición que había sido canibalizado mostró cómo el estatus se desvaneció en la lucha por la supervivencia durante los últimos días de la expedición, dijo Stenton.

Warrior, del Museo Marítimo Nacional, estuvo de acuerdo: “Ahora sabemos que era un oficial debido a las marcas de cortes en su mandíbula. Creo que eso da testimonio del hecho de que se trataba de circunstancias desesperadas porque la Marina es una bestia realmente jerárquica”.

Según Warrior, una mayor identificación de los restos a través del ADN podría arrojar algo de luz sobre el misterio de lo que sucedió exactamente. Por ejemplo, dijo, sería interesante saber si los restos encontrados pertenecían a hombres mayores o jóvenes o si provenían del HMS Erebus en lugar del HMS Terror.

“¿Podemos suponer algo que nos diga cómo pudieron haber muerto?”, dijo.

El servicio de parques nacionales de Canadá y las comunidades inuit encontraron el lugar de descanso final del HMS Erebus en 2014 y el HMS Terror en 2016. Es probable que el destino de la expedición perdida de Franklin siga siendo una fuente de fascinación, pero reconstruir los detalles de lo que sucedió requerirá mucha más información, incluida la de los dos naufragios.

La trágica expedición ha inspirado libros y dramas como “The Terror”, una serie de televisión de 2018 basada en la novela homónima de Dan Simmons de 2007.

“Vive en la imaginación tanto como en la realidad”, dijo Warrior. “Las regiones polares son lugares extremos y peligrosos donde la naturaleza todavía puede hacernos sentir pequeños”.

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