El bombardeo de Londres por los zepelines alemanes durante la Primera Guerra Mundial…

National Geographic(F.Cervera) — Con el conflicto estancado en el frente occidental, los alemanes atacaron la capital británica con una flota de dirigibles que causó el terror entre la población civil.
Cuando Alemania entró en guerra junto a Austria con la excusa de vengar el asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, se encontró enfrentada a una alianza formada por Rusia, Francia e Inglaterra que la superaba mucho en hombres y recursos.
Para equilibrar la balanza, los generales teutones intentaron sacar a Francia de la guerra con un ataque relámpago a través de Bélgica, pero la ofensiva pronto quedó empantanada en una guerra de trincheras en la que ningún bando conseguía hacerse con la victoria.
Enfrentados a una guerra de desgaste, los alemanes optaron por ampliar el conflicto a los mares, atacando a los mercantes aliados en el Atlántico con sus submarinos; y en un controvertido golpe contra la moral del pueblo británico, convencieron al Káiser de que les dejara bombardear las ciudades del Reino Unido con zepelines: gigantescas aeronaves elevadas por hidrógeno capaces de recorrer grandes distancias.
– Zepelines sobre Londres
Movidos por esta mentalidad de guerra total, los alemanes reacondicionaron varios dirigibles civiles con ametralladoras y compartimentos de bombas, lanzando la primera incursión de bombardeo del conflicto el 19 de febrero contra Norfolk.
En la negrura de la noche dos zepelines cruzaron el canal de la Mancha y descargaron una lluvia de fuego y muerte sobre las confiadas ciudades y pueblos ingleses, llevando el horror de la guerra desde el aire a las familias de los que luchaban en el frente.

Pese a causar solo cuatro muertos y 16 heridos, la operación fue un duro golpe a la moral de los británicos, que se veían impotentes ante unas naves que volaban muy por encima del alcance de los biplanos del Real Cuerpo Aéreo (RFC). Para los alemanes por contra, este primer éxito supuso el inicio de una campaña de bombardeo aéreo que se alargaría hasta el final de la guerra; pronto los dirigibles atacarían Bélgica, Francia y la misma capital inglesa.
Así, en la noche del 31 de mayo el zepelín LZ38 al mando de Erich Linnarz remontó el curso del Támesis y arrojó 90 bombas incendiarias y 30 granadas sobre Londres, sembrando el terror entre la indefensa población civil. Al igual que en el primer ataque, el golpe fue más psicológico que material, pues aunque solo murieron 7 personas cundió el pánico entre la población.

La guerra había llegado a la capital del imperio británico, y en los meses que siguieron los londinenses tuvieron que vivir con el miedo en el cuerpo, a la espera que un policía en bicicleta anunciara con su silbato la llegada de las mortíferas naves alemanas, que en las noches de luna nueva y tiempo despejado atacaban silenciosas la urbe.
– La guerra aérea
Con los civiles refugiándose en estaciones de metro y sótanos el gobierno tomó cartas en el asunto, trasladando desde el frente cañones antiaéreos y barriendo el cielo nocturno con reflectores, al tiempo que encargaban a Charlie Chaplin un corto -Zepped- en el que el cómico rechazaba el ataque de un zepelín alemán.
Pero la verdadera batalla la librarían en el cielo los aviones británicos, que se equiparon con motores más potentes hasta alcanzar a los 3.000 metros en los que se movían los dirigibles. Sus ametralladoras también fueron mejoradas con la incorporación de balas explosivas e incendiarias, las primeras para desgarrar la cubierta protectora del zepelín y las segundas diseñadas para incendiar las bolsas de gas que llenaban la aeronave.

Gracias a estas nuevas tácticas y armamento los británicos lograron al fin devolver el golpe, y cuando el 2 de septiembre una flota de 16 dirigibles atacó Londres los intrépidos pilotos del RFC salieron a presentarles batalla. Fue el teniente William Leefe Robinson quien logró el primer derribo, destrozando la cubierta de un zepelín con su primera pasada y ametrallando los globos de hidrógeno en el segundo ataque.
El impacto de las balas incendiarias provocó una reacción en cadena que convirtió el dirigible en una bola de llamas que se estrelló contra el suelo entre los vítores de los londinenses. A partir de ese momento se invirtió la marea, y aunque los ataques continuaron (el 8 la City quedó arrasada con la muerte de 22 personas), los alemanes empezaron a perder dirigibles a un ritmo insostenible.

No obstante los teutones siguieron atacando, elevándose caza vez a mayores alturas, hasta obligar a las tripulaciones a usar bombonas de oxígeno y trajes protectores en un intento de eludir a los aviones enemigos. Pero tras haber perdido un 75% de efectivos, la campaña de castigo pasó a en 1917 a los nuevos bombarderos gotha, que si bien más pequeños y difíciles de detectar no podían llevar la misma carga de muerte.
Finalmente, y con el triunfo de la ofensiva final aliada en el otoño de 1918, la guerra terminó con la derrota de Alemania, y los londinenses pudieron respirar tranquilos, hasta que en 1940 los stukas y messerschmittsde la Alemania nazi volvieron a oscurecer el cielo de Inglaterra durante el Blitz de la Segunda Guerra Mundial.
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Franz Six, de las sombras de la “Solución Final” del nazismo a ejecutivo automotriz…

Historia Hoy(O.L.Mato) — Para muchos el organizador de “la Solución Final” fue Adolf Eichmann, recordado por su espectacular secuestro en Buenos Aires y posterior juicio en Israel, pero Eichmann era un funcionario que recibía ordenes de Franz Alfred Six y Reinhard Heydrich, los verdaderos ideólogos y organizadores del sistemático exterminio de judíos y demás miembros de “razas inferiores” de los países invadidos por Alemania.
Mientras que Eichmann fue ejecutado y Heydrich murió asesinado en Praga, Six continuó viviendo en Alemania como un acomodado ejecutivo de una empresa de automotores. Esta es la historia de los hombres a las sombras de la Solución Final.
A pesar de pertenecer a una familia que no tenía los medios para ofrecerle una buena educación, Franz Six (1909-1975) trabajó arduamente para graduarse en la Universidad de Heidelberg, donde se doctoró en política y sociología en 1934. Dos años más tarde trabajó como profesor de periodismo en la Universidad de Königsberg.

En 1939 fue el decano de la facultad de Política Exterior de la universidad de Berlín puesto al que accedió gracias a su afiliación al Partido Nacional Socialista, al que pertenecía desde su juventud.
En 1935 se incorporó a la tenebrosa SS y gracias a su impresionante carrera académica Reinhard Heydrich, un alto jerarca de la Oficina Central de Seguridad del Reich, lo llevó a trabajar a su lado.
Muchos historiadores consideran a Heydrich la figura más oscura dentro del grupo que rodeaba a Hitler, le decían “el hombre de corazón de hierro” que, en ese contexto era un calificativo que solo podía destacar su extrema crueldad.
“El verdugo” (también lo llamaban así) fue el responsable de organizar la Kristallnacht (La noche de los cristales rotos) en 1938.
Hijo de un conocido cantante de ópera, era un hombre de gran cultura con una devoción wagneriana, el personaje que inspira en Visconti esa memorable escena de jerarcas nazis disfrutando de “la caída de los dioses”.
Franz Six ingresó al grupo de jerarcas de la SS donde se dedicó a crear propaganda antisemítica y antimasónica mientras manejaba los medios para difundir el ideario nazi, atento a cualquier desvió de la prensa.
El 17 de septiembre de 1940, el mismo día en que Hitler desistía de invadir Inglaterra, le encargaba a Six una lista de todos los británicos que habría que eliminar en caso de apoderarse de Gran Bretaña. A tal fin había confeccionado un “libro negro ” con 2820 personas que debían ser eliminados a la brevedad.
Obviamente estaba incluido sir Wiston Churchill, pero también personajes como Sigmund Freud, Bertrand Russell y Bernard Baruch (un financista norteamericano de origen judío). La lista continuaba con masones, testigos de Jehová y hasta ¡boy scouts! pero excluía a miembros de la casa real, descendientes de familias aristocráticas alemanas que habían cambiado su apellido a Windspor durante la primera contienda mundial.
Como el proyecto de invadir Inglaterra quedó postergado, Six fue asignado como jefe del Vorkommen Moscú donde en pocos días eliminó a 144 personas, incluidos 38 intelectuales judíos. Al igual que lo habían hecho en Polonia era esencial destruir a las partes más notables de la comunidad, aquellas que podían marcar una diferencia.
Por estos “servicios” fue ascendido a SS Oberführer por el mismo Himmler quien lo volvería a nombrar Brigadeführer al final de la guerra.
A lo largo de esos años millones de judíos, gitanos y rusos fueron conducidos a los campos de concentración donde sirvieron de mano de obra esclava o directamente fueron exterminados dentro del esquema de la Solución Final que Six y Heydrich habían asistido a diseñar.
Originalmente la idea era deportar a los judíos y hasta se pensó enviarlos a Madagascar, pero a medida que se capturaron millones de personas, el plan original cambió por el exterminio, bajo el tenebroso eufemismo de la “Solución Final”.

Uno de los administrativos que diseñaron este plan siniestro era Eichmann, quien se había escapado de Alemania usando “la vía de las ratas”, a la Argentina donde vivió cómodamente bajo pseudónimos, aunque no ocultaba su antisemitismo. Fue secuestrado en Buenos Aires por el Mossad, trasladado a Israel y juzgado por su participación en este plan siniestro.
Durante el juicio en Israel, el abogado defensor de Eichmann, el Dr. Robert Servatius convocó a Six como testigo. Éste después de haber sido juzgado en Núremberg, fue condenado a 10 años de prisión, pero solo cumplió 7 años de reclusión. Cuando fue convocado por la defensa de Eichmann ya trabajaba como ejecutivo de relaciones públicas y consultor de gestión de una importante empresa automotriz alemana.
Servatius pidió que hiciera una declaración en persona, pero el fiscal de la causa, Gideon Hausner afirmó que de presentarse en Israel sería arrestado como criminal de guerra. Durante su testimonio a distancia, Six reconoció ser el jefe de Eichmann. Obviamente Eichmann se escudó en la “obediencia debida” y argumento ser solo un engranaje –muy eficiente– en la aceitada máquina criminal nazi.
Tanto Eichmann, como Six, como Heydrich (que murió asesinado en Praga durante la guerra) eran personas educadas, profesionales notables que cayeron en las trampas del discurso populista, patriotero y racista de Hitler y actuaron como autómatas de un esquema de las “dictaduras totalitarias por derecho propio”, como las llamaba Hannah Arendt, instituciones donde primaba la banalización del mal, es decir, la dilución de las responsabilidades en un contexto burocrático que cosificaba la dignidad humana .
Probablemente la causa de la impunidad que protegía a Six era su participación en la Organización Gehlen, precursora de la Bundesnachrichtendienst, en la década del 50, como una entidad anticomunista. Su actuación en Rusia lo convertía en un especialista idóneo para el conflicto mundial que muchos creían que sería más sangriento que la contienda que acababa de finalizar. En su lugar se libró un largo conflicto espasmódico y con una carrera armamentista que llenó al mundo de armas de destrucción masiva.
Six murió un 9 de julio de 1975 en Bolonia, de un ataque cardíaco mientras vacacionaba en Italia.
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Descubren huellas de personas que huían de una erupción del Vesubio hace unos 3.000 años…

National Geographic(J.M.Sadurni) — Durante las obras para le mejora del abastecimiento de gas en la provincia italiana de Salerno (Campania), un equipo de arqueólogos de la Superintendencia de Arqueología, Bellas Artes y Paisaje de Salerno y Avellino ha sacado a la luz un impresionante patrimonio arqueológico que abarca desde la Edad del Bronce hasta la Antigüedad tardía.
Entre los descubrimientos más importantes que han llevado a cabo los arqueólogos en esta región han sido diversas huellas humanas y de animales datadas en la Edad del Bronce. Estos testimonios se han preservado en los depósitos piroclásticos de las erupciones del monte Somma (un volcán de hace 25.000 años en cuya caldera colapsada se originó el cono del monte Vesubio) y cuentan la dramática historia de las personas que huyeron aterrorizadas por la violencia de la erupción.
Este evento habría tenido lugar más de un milenio antes de la catastrófica erupción volcánica que destruyó Pompeya en el año 79, lo que lo convierte en uno de los desastres naturales más antiguos del que tenemos conocimiento causados por el Vesubio. El suelo volcánico, cubierto de cenizas y materiales incandescentes, habría convertido en prácticamente imposible poder escapar y estas personas en su huida habrían dejado una imborrable evidencia grabada en el terreno.
– Huellas y mucho más
Además de todos estos fabulosos hallazgos, los arqueólogos han descubierto un antiguo asentamiento datado entre finales de la Edad del Bronce y principios de la Edad del Hierro. Asimismo, las investigaciones han confirmado que durante la Antigüedad tardía esta zona estuvo habitada por comunidades que construyeron grandes cabañas similares a las levantadas en el mismo lugar durante la Protohistoria.
Los investigadores han desvelado también la presencia de un santuario extraurbano de época helenística (siglos III-II a.C.) en la antigua Nuceria Alfaterna, una ciudad conocida por ser un importante nudo de comunicaciones. Entre los objetos recuperados allí destacan cerámicas en miniatura que pudieron haber sido ofrecidas como exvotos.

Como no podía ser de otra manera, la presencia de los romanos en la región se ha hecho evidente gracias a la identificación de dos grandes villas rústicas que presentan diversos surcos realizados durante las labores de arado en diferentes puntos, lo que demuestra que principalmente se dedicaron a la producción agrícola.
Ambas villas no solo funcionaban como centros de producción, sino que también formaban parte de una extensa red de comercio regional, según los investigadores, puesto que se han podido identificar más de cuarenta caminos en los que se conservan las marcas de los carros que transitaron por ellos.
La transición de la época romana a la Antigüedad tardía se aprecia en un conjunto de tumbas encontradas en la misma zona, que estaban revestidas y cubiertas con losas de toba decoradas con grabados y en cuyo interior se dispusieron los cuerpos de unos niños acompañados por sencillos ajuares funerarios.
En este sentido, los investigadores destacan que una de las villas romanas habría sido reutilizada como cementerio. Entre las tumbas documentadas destaca un monumental sepulcro con un sarcófago en el que habría sido enterrada una persona de alto rango, así como una estructura subterránea, posiblemente un martirium, un lugar de culto dedicado a los mártires cristianos.
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El fascinante papiro sobre la infancia de Jesús descubierto por un investigador brasileño y un colega húngaro…

BBC News Mundo(E.Veiga) — Era una tarde común de verano para los investigadores Gabriel Nocchi Macedo y Lajos Berkes. En la oficina de Berkes en la Universidad de Berlín, ambos «revisaban» imágenes digitalizadas de documentos antiguos.
«Sabíamos que había algunos papiros en la Universidad de Hamburgo que nos interesaban», comenta Macedo, en entrevista con BBC News Brasil.
«La documentación papirológica se conserva en bibliotecas, museos o universidades en general y muchas de estas colecciones hoy están parcial o totalmente digitalizadas, es decir, con fotografías disponibles en internet», señala.
«Este trabajo de mirar papiros a través de fotografías es realmente un acto de la vida cotidiana en la investigación papirológica».
Fue entonces cuando un documento llamó la atención de los expertos.
Ya en el primer trabajo de descifrado, notaron que había una secuencia de tres letras griegas antiguas con el sonido de ies, «de Jesús».
«No hay muchas palabras en el idioma griego que comiencen con estas letras, entonces nos dimos cuenta de que había una mención a Jesús«, explica.
Este tipo de trabajos de investigación suele comenzar con algunas palabras clave, para intentar dar una idea de lo que está escrito allí.
Al fin y al cabo, además de utilizar una lengua antigua, estos papiros suelen estar fragmentados y sus textos están escritos con una ortografía muy diferente a la actual.
Más tarde, ese mismo día, publicaron las palabras identificadas en una base de datos profesional donde se ingresan todos los textos conocidos de la literatura griega desde la Antigüedad hasta la Edad Media.
Descubrieron que ese papiro era una copia del extracto inicial del famoso Evangelio de Tomás Sobre la Infancia de Jesús, un texto apócrifo que cuenta pasajes de lo que habría sido la vida de Jesús entre los 5 y los 12 años, es decir, historias que no están incluidas en la Biblia, ya que los cuatro evangelios canónicos guardan silencio sobre esta fase.

Durante los últimos 18 meses, el brasileño Macedo y su colega húngaro Berkes han estudiado minuciosamente el papiro. Estuvieron personalmente en Hamburgo para analizar físicamente el material.
Y, cada uno en su universidad -Macedo es profesor en la Universidad de Lieja, en Bélgica; Berkes, en la de Berlín, Alemania- estudió detalladamente todas las características del documento que, en junio pasado, fue dado a conocer al mundo.
El material tiene la distinción de ser el manuscrito más antiguo conocido sobre este importante relato de la infancia de Jesús. Según los investigadores, el papiro encontrado fue escrito entre los siglos IV y V.
Esta datación se realiza en función del estilo ortográfico.
«Los escritos son diferentes según la época. Y algunos son más difíciles que otros», dice Macedo.
«En el caso de nuestro papiro, no es caligráfico, no es bonito, bien hecho. Es una escritura más fea, hecha por alguien que no sabía escribir muy bien. No era un profesional, un copista, creo que por eso no llamó la atención [entre los muchos documentos archivados en Hamburgo]».
Una de las hipótesis planteadas por los investigadores es que el texto fue elaborado como una tarea de aprendizaje por un monje que estudiaba para, quizás algún día, convertirse en copista. Esto explicaría la escritura torpe y la irregularidad de los trazos.
«Lamentablemente, como no se conoce el contexto arqueológico de donde proviene [el papiro], el único instrumento que nos quedó para la fecha fue la paleografía, es decir el tipo de escritura. Usamos el método comparativo”, contextualiza.
En el artículo académico escrito por el dúo, señalan que «no hay evidencia de cómo ni cuándo se descubrió el papiro».

Según los investigadores, la colección papirológica mantenida por la Universidad de Hamburgo se formó mediante la adquisición de una colección entre 1906 y 1913 y, «posteriormente, mediante compras individuales hasta 1939».
Creen que el documento analizado no fue inventariado por la universidad hasta este siglo, ya que en 2001 «la colección [conservada allí] tenía sólo 782 números», y este papiro fue catalogado con el número 1011.
«El fragmento podría haber pertenecido al núcleo original de la colección o a un lote de papiro […] trasladado en una caja de madera de Berlín a Hamburgo en 1990», afirman los investigadores.
«Intentamos encontrar documentos sobre la historia del papiro. Lamentablemente no hay mucho al respecto«, lamenta Macedo.
– El texto
El Evangelio sobre la infancia de Jesús, también llamado Evangelio de Pseudo-Tomás o Protoevangelio de Tomás, ya era muy conocido entre los investigadores de la religión.
Anteriormente, el documento griego más antiguo con este relato databa del siglo XI.
«Tiene una tradición, una transmisión muy compleja, como se conoce en nueve lenguas antiguas y algunas ya son traducciones medievales. Algunas de estas lenguas tienen varias versiones: el griego, por ejemplo, tenía cuatro versiones diferentes», afirma el investigador brasileño.
En el fragmento, que mide 11 por 5 centímetros y tiene 13 líneas de texto, hay un extracto del inicio de este evangelio. Es el relato del que habría sido el primer milagro realizado por Jesús, cuando era un niño de apenas cinco años.
Según el texto, «jugaba en el vado de un arroyo; y juntaba las aguas corrientes en lagunas y las purificaba; y hacía estas cosas con solo palabras», según lo traduce el profesor Frederico Lourenço, de la Universidad de Coimbra.
«Y haciendo arcilla maleable, formó con ella doce gorriones. Y era sábado cuando los hizo. Y había muchos otros niños que jugaban con él», continúa el texto.
«Cuando un judío vio las cosas que Jesús hacía jugando un sábado, inmediatamente fue y se lo contó a su padre José: ‘He aquí, tu hijo está junto al arroyo; y tomó barro y moldeó doce gorriones, y profanó el sábado'», continúa el informe.
En este caso, el problema se debe a la ley judía que exige no trabajar los sábados.
«Y José, yendo al lugar y viéndolo, le gritó diciendo: ‘¿Por qué haces estas cosas un sábado, cosas que no te está permitido hacer?'», dice el texto. «Jesús, batiendo palmas, llamó a los gorriones y les dijo: ‘¡Id!’. Y volando, los gorriones se fueron cantando».
Según el comentario de Federico Lourenço en el libro Evangelios apócrifos -griegos y latinos- «no es posible determinar, de este texto, ni su autoría, ni su fecha, ni su título original«.
Este profesor y traductor portugués ha escrito que las hipótesis presentadas para datar el texto eran dispares y abarcaban desde el siglo II hasta el siglo VI; el descubrimiento actual acorta un poco esta brecha.
«Se trata de un texto desconcertante en varios niveles, sobre todo en la forma en que retrata a un niño Jesús insensible y caprichoso«, analiza en el libro.
«Es también curiosa la circunstancia de que sea el evangelio apócrifo con el menor número de paralelos con los cuatro canónicos (y con otros apócrifos), existiendo como en su propia burbuja».
Lourenço añade que «ha habido quienes la han tildado del primer ejemplo de literatura infantil […] en un contexto cristiano».

María y el niño Jesús en un cuadro de Caravaggio, de 1606.
Macedo, profesor originario de Coimbra, comenta que, para su trabajo, se basó en la escritura en griego que proviene de dos manuscritos que datan del siglo XV. Dice estar sorprendido «de que los manuscritos griegos de este evangelio sean, en general, tan tardíos», ya que «existen testimonios más antiguos del texto (siglo VI) en traducción siríaca».
El investigador le dice a BBC News Brasil que ese es uno de los puntos que cambia su descubrimiento: había quienes creían que el informe había sido escrito originalmente en siríaco.
Ya no hay prácticamente ninguna duda de que la primera versión estaba en griego antiguo, la lengua franca de la intelectualidad mediterránea en aquellos primeros siglos de la era común.
Especialista en cristianismo primitivo y autor de varios libros sobre el tema, el historiador André Leonardo Chevitarese, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), destaca que, aparentemente, la preocupación por lo ocurrido en los primeros años de la vida de Jesús fue una construcción tardía, es decir, no fue preocupación de la primera generación de sus seguidores.
«Los autores que podrían habernos hablado de la infancia de Jesús , allá por los años 50, 60 del siglo I, no dijeron nada [al respecto]», dijo a BBC News Brasil.
«Así que lo más probable es que estas historias contenidas en el Evangelio de Pseudo-Tomás sean realmente tardías, de la segunda mitad del siglo II».
En una época en la que «quien podía contarnos cómo habría sido aquella infancia ya no estaba vivo para contarnos nada de nada», afirma el historiador.
El profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie, el teólogo, historiador y filósofo Gerson Leite de Moraes evalúa, en una entrevista con BBC News Brasil, que este texto «es un intento de llenar un vacío». En este caso: la falta de datos biográficos o hagiográficos. Información sobre un período significativo en la vida de Jesús.
«Fue escrito en un momento de la historia en el que existen y coexisten varias corrientes teológicas, al margen, dentro o fuera del cristianismo, compitiendo», analiza.
– Repercusión
Chevitarese comenta que la mayor importancia de este descubrimiento es “que rebaja significativamente la datación de este evangelio” y el hecho de que “el original, muy probablemente, estaba en griego”.
Moraes sostiene que “cualquier manuscrito que recorra los orígenes del cristianismo” es muy significativo porque “prueba y corrobora toda una tradición de elementos teológicos, filosóficos, históricos y sociológicos que estuvieron en la base de la organización del cristianismo”.
Moraes coincide en que «la gran novedad» del hallazgo es la datación:
«Hay pruebas de que [el Evangelio de Pseudo Tomás] es un documento muy antiguo, que tiene un enorme respaldo de una gran tradición», afirma.
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Cuán cierta es la heroica historia que nos contaron sobre el origen del maratón…

BBC News mundo — En septiembre del año 490 a.C. un soldado corría descalzo en dirección Esparta, para pedir ayuda pues el poderoso ejército imperial de Persia amenazaba a Grecia.
Había partido de Maratón, que queda al este de Atenas y cuyo nombre significa hinojo, por la aromática hierba que crecía abundantemente en esa localidad.
El hemeródromo, un heraldo o mensajero corredor, se llamaba Filípides y recorrió 260 kilómetros de terreno escarpado en menos de dos días.
Eso fue lo que relató la principal fuente histórica de las guerras greco-persas, el historiador griego Heródoto.
No mencionó, sin embargo, otra aún más famosa hazaña del veloz mensajero quien, según se dice, corrió sin parar desde el campo de batalla de Maratón hasta Atenas, llevando la noticia de la victoria del ejército ateniense sobre los persas, y del inminente regreso de los soldados a la ciudad para protegerla.
Tras cumplir su misión, colapsó y murió extenuado.
Esa historia inspiró a un miembro del Comité Olímpico, Michel Bréal, a proponer que la distancia de la carrera entre el lugar de la batalla y la capital griega se utilizara como longitud de referencia para uno de los eventos más agotadores de los Juegos Olímpicos modernos, que recibió el nombre de la ciudad: el maratón.
Y es por eso que, cada año, miles de personas se someten a 42 fatigantes kilómetros en eventos de carreras de longitud maratoniana en todo el mundo.
Varios escritores han mezclado los dos relatos, afirmando que Filípides corrió en ambas ocasiones e incluso luchó en la batalla; otros eruditos consideran que ambas historias son apócrifas.
– Dudas
Aunque la mayoría de los historiadores coinciden en que Filípides fue una persona real, los relatos de sus acciones heroicas ya eran confusos cuando se escribieron por primera vez, unos 50 años después de que supuestamente ocurrieron los hechos.
No es sorprendente que los 2.500 años transcurridos desde entonces hayan hecho poco para separar los hechos de la leyenda, y persistan las dudas sobre cuánto hay de cierto en el relato.
No obstante, lo que dejó de ser un interrogante fue si su hazaña es posible.
En 1982, el comandante John Foden y cuatro oficiales de la Fuerza Aérea Real británica se fueron a Grecia para comprobar si realmente era posible recorrer una distancia de casi 250 kilómetros en menos de dos días.

Tres del grupo lo lograron.
De manera que Filípides efectivamente pudo haber hecho lo que se sospecha no era más que una leyenda.
Aún más legendario es que, según Heródoto, el viaje del heraldo fue de ida y vuelta, y lo hizo en el espacio de tres días.
Tuvo que regresar, nuevamente descalzo y armado únicamente con una espada corta, pero con la pesada carga de malas noticias: los espartanos estaban dispuestos a ayudar, pero tardarían más de una semana en llegar.
Las dudas sobre todo el episodio no se circunscriben al raudo mensajero; hay aspectos del combate que tampoco convencen.
La batalla de Maratón pasó a la historia como el momento en el que las ciudades-Estado griegas le mostraron al mundo su valentía y ganaron su libertad.
La derrota de una fuerza invasora enviada por el hombre más poderoso del planeta en ese entonces -el Rey de los Reyes de Persia, Darío I el Grande- a manos de un ejército ateniense mucho más reducido es una de las más espectaculares proezas de la historia militar.
Los detalles se los debemos a Herótodo, el primer gran historiador.
Pero hay un dato que a los historiadores de hoy en día les parece fantasioso: Heródoto cuenta que los atenienses empezaron su embestida a casi un 1,5 kilómetros de distancia de la línea de combate de los enemigos.
¿Es posible que los atenienses corrieran toda esa distancia, cargando lanzas y escudos, y además tuvieran la energía suficiente para vencer a los persas?
«La batalla tuvo lugar en el sitio más cercano a Atenas en el que los persas podían desembarcar, la planicie de Maratón», relata el historiador de Antigüedad Jason Crawley, de la Universidad Metropolitana de Manchester.
«Su victoria estaba asegurada: tenían una ventaja de 2 a 1 y sus oponentes griegos eran todos aficionados, mientras que el persa era un ejército imperial
«Debían haberlos aplastado, pero contra todo pronóstico, fueron vencidos».
– ¿Cómo pudo ser?
«Hubo un choque de dos sistemas militares opuestos», explica el historiador.
«Los persas, con su infantería ligera, preferían el combate a distancia con armas como las jabalinas.
«Los helenos sólo sabían combatir cuerpo a cuerpo: estrellarse contra el enemigo y apuñalarlo sin merced. ¡Los persas no esperaban encontrarse con gente tan loca!».
Heródoto relata que los griegos corrieron «8 estadios», unos 1.500 metros. Pero para los historiadores, eso no tiene sentido.
«Pensamos que el relato creció al ser contado».
La BBC buscó un conejillo de indias para ponerlo a prueba, y la historiadora Iszi Lawrence fue la primera en levantar la mano.
Para su sorpresa, dijo, la cita para cumplir con su cometido, no fue en «una playa que se pareciera a las griegas, en la que correría con un grupo de jóvenes idealmente ligeros de ropa».

Fue en un laboratorio de deportes, donde le pusieron una máscara azul enorme en la cara y un monitor de ritmo cardíaco en el pecho.
Estaba en manos de Steve Atkins, director de Deportes, Ejercicio y Fisioterapia en la Escuela de la Salud de la Universidad de Salford.
Su intención era hacerle a Lawrence unas pruebas fisiológicas, psicológicas y mecánicas para simular las condiciones en las que estaban los soldados atenienses en la batalla de Maratón.
«¿¡Psicológicos?!», exclamó Lawrence sorprendida.
Y le sorprendió aún más lo que tenía que cargar en la prueba de la caminadora.
«Lo mínimo que llevaban los soldados griegos era un escudo redondo grande llamado aspis, que pesaba 8 kilos y tenía casi un metro de diámetro; un casco metálico; algún tipo de armadura en el cuerpo; probablemente protectores en las piernas y una larga lanza con puntas afiladas en ambos extremos», le informó Crawley.
«¿Qué tan grande era esa lanza?», preguntó Lawrence; «Más grande que quien la llevaba», le respondieron.
También estaba presente Martyn Matthews, un científico de Deportes en la Universidad de Salford con más de 30 años de experiencia aconsejando atletas de élite.
Nada de eso excusa lo que le hizo a la historiadora.
«Te voy a poner un chaleco que pesa 18 kilos y también voy a pedirte que cargues dos pesas, para replicar el peso que esos soldados llevaban», le anunció.
Y aplicó la ciencia del siglo XXI a una guerra de la antigüedad.

Tras correr 6 minutos, el corazón de Lawrence estaba latiendo a 173 pulsaciones por minuto, lo que contrasta con los 138 latidos por minuto que Atkins había tomado como medida de control cuando corrió sin peso encima.
Interesante pero ¿qué pudo deducir un historiador de la Antigüedad después de ésta y las otras pruebas?
«Que lo que dijo Heródoto sobre el avance a toda velocidad en una distancia tan larga y en esas condiciones es sencillamente es imposible«, responde Crawley.
De haber corrido así, al llegar a dónde el enemigo les esperaba habrían estado exhaustos.
«La otra cosa que cuenta Heródoto es que la batalla duró ‘mucho tiempo’. Eso es muy relativo. Hasta dos minutos de combate cuerpo a cuerpo, cargando todo ese peso, bajo el sol ardiente, es mucho tiempo».
«Desde mi punto de vista, este experimento respalda la teoría de que las batallas en la Antigüedad se resolvían rápido».
– ¿Punto final?
Por interesantes que sean este tipo de experimentos, ¿hasta qué punto pueden realmente reproducirse las condiciones en las que se encontraban -por ejemplo- los atenienses hace dos milenios y medio?
«Las palabras ‘realmente’ y ‘reproducirse’ son las claves», le responde a la BBC Carenza Lewis, arqueóloga de la Universidad de Lincoln.
«Por supuesto que estudiar la manera en la que respondemos fisiológicamente al uso de energía y cuánto tiempo podemos mantener una actividad intensa nos da una idea aproximada de la capacidad que tienen los seres humanos», agrega.
«El problema es que se trata de otra época. No sabemos mucho sobre el estado físico o la vida cotidiana de los griegos que estaban combatiendo».
«Por otro lado, uno nunca puede reconstruir la experiencia pues nunca puede meterse en sus mentes: la idea de que el miedo te da alas, de que si alguien te ha enardecido, puedes exceder tus propias capacidades… todo eso es muy difícil de cuantificar», indica Lewis.
Además, ¿cuán comparables son las exigencias físicas cotidianas de los labradores en la antigüedad con las modernas?
«Creo que el estado físico de la gente era mucho mejor», señala David Miles, el director de Arqueología de English Heritage.
«Incluso dos generaciones atrás, en Reino Unido, lo eran. A mi abuelo no le parecía gran cosa caminar 12 kilómetros al pub, pues nunca tuvo auto… ni siquiera bicicleta».
«Estamos hablando de gente que de por sí en su mayoría era fuerte, por sus actividades cotidianas. Agrégale que entrenaran saltando obstáculos para poder abarcar grandes extensiones de terreno», anota Miles.
«Ciertamente las señales de osteoartritis que vemos en los esqueletos lo demuestran pues nos indican el alto nivel de actividad de aquellos antiguos griegos«, confirma Lewis.
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Auschwitz, 80 años después: relatos de vida y resistencia frente al horror nazi…

Infobae/afp(Y.Pasquet) — Ochenta años después de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, unos 40 supervivientes, repartidos por 15 países y cuatro continentes, hablaron con la AFP entre noviembre y enero, para recordar sus vidas y su esfuerzo de transmisión como antídoto al olvido.
Estos supervivientes tenían 15 años, 4 años, siete meses. Algunos incluso nacieron en los campos de concentración y exterminio: Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen, Buchenwald, Ravensbrück…
En estos últimos meses, estos supervivientes, residentes en Israel y Estados Unidos pero también en México, Argentina, Chile, Sudáfrica, Canadá, Francia, Alemania, Polonia, Hungría y Rumanía, posaron ante los fotógrafos y camarógrafos de AFP. En su casa o en un estudio fotográfico, solos o rodeados de sus hijos, nietos y bisnietos. En algunos casos, ante las fotos de sus descendientes, su mayor triunfo.
Deportada entre la edad de 4 años y medio y los seis en los campos de Vught y Westerbork (Países Bajos) y luego en el de Bergen-Belsen (Alemania), la francesa Evelyn Askolovitch insiste en el imperativo de hablar, porque, tal como recuerda, forma “parte de la ultimísima generación” de supervivientes.
“Cómo pudo el mundo permitir un Auschwitz? Porque ese [crimen] fue con premeditación”, se pregunta desde Santiago de Chile Marta Neuwirth, que tiene ahora 95 años, nació en Hungría y fue deportada a los 15 al mayor campo de exterminio nazi, en la ocupada Polonia.
Alrededor de 1,1 millones de personas, entre ellas un millón de judíos y también gitanos y resistentes polacos, fueron asesinados en Auschwitz entre 1940 y la liberación del campo por el ejército soviético el 27 de enero de 1945.

En total, seis millones de judíos fueron exterminados en Europa por la maquinaria de muerte del III Reich.
“¿Por qué?”, se pregunta a sus 97 años, desde Canadá, Gyorgyi Nemes, natural de Budapest y deportada sucesivamente a Ravensbrück, Flossenbürg (Alemania) y Mauthausen (Austria). “A día de hoy, sigo sin saber por qué nos odiaban tanto”.
– Testimoniar para darle sentido a la vida
Para muchos, el hecho de dar testimonio ha dado un sentido a sus vidas, después de haber perdido a sus padres en las cámaras de gas, de ver a su hermano o a su hermana morir de inanición, de agotamiento, de alguna enfermedad. Muchos supieron apenas al terminar la guerra que su familia había desaparecido.
Julia Wallach, casi centenaria, tiene por momentos dificultades a la hora de hablar. Entonces se interrumpe, o llora.
“Es demasiado duro de contar”, suspira esta mujer parisina que sobrevivió a dos años de infierno en Birkenau. Un nazi la hizo bajar in extremis de un camión que se dirigía a una cámara de gas.
Pero, por muy duro que sea, quiere seguir dando testimonio de lo vivido.
“Mientras pueda hacerlo, lo haré”, insiste. A su lado, su nieta Frankie se pregunta: “Cuando ella ya no esté, y hablemos de esto, ¿quién nos creerá?”.
Precisamente para evitar eso, Naftali Furst, un israelí de 92 años nacido en Bratislava, y que estuvo deportado en cuatro campos, entre ellos Auschwitz-Birkenau, viaja desde hace años a Alemania, a Austria, a República Checa y a otros países. Allí efectúa visitas y da charlas, “para que las jóvenes generaciones no olviden nunca lo sucedido”.

La misma tenacidad que muestra Esther Senot, una francesa nacida en Polonia que el pasado diciembre, con 97 años, no tuvo apuro en afrontar el rudo invierno polaco para acompañar a unos estudiantes de secundaria a Birkenau.
Situado a tres kilómetros del campo principal de Auschwitz, este extenso lugar alberga todavía la rampa de “selección”, adonde llegaban los trenes, así como los hornos crematorios y los barracones, rodeados de alambres de espino y de postes de cemento.
Senot mantiene la promesa que le hizo en 1944 a su hermana Fanny cuando estaba a punto de morir. Antes de expirar alcanzó a decirle: “He llegado al final, no merece la pena, no iré más allá. Si logras volver (…), me prometes que contarás todo lo que nos ha ocurrido. Para que no seamos los olvidados de la Historia”.
“Para que no hayamos muerto para nada”, reflexiona a modo de eco, en Montreal, Eva Shainblum, de 97 años, nacida en lo que ahora es Rumanía y que a los 16 fue deportada al campo en el que fue asesinada casi toda su familia.
Durante años, los supervivientes de la Shoah tuvieron dificultades para hablar. La gente no quería escuchar lo que había sucedido en los campos de concentración y de exterminio.
De hecho, hubo que esperar al 7 de diciembre de 1970 para que el canciller alemán Willy Brandt, en un acto de contrición que dio la vuelta al mundo, se pusiera de rodillas ante el monumento erigido en memoria de las víctimas del alzamiento del gueto judío de Varsovia, implorando el perdón para su pueblo.
– “Ni siquiera un grito”
Han pasado 80 años o más, pero los testigos recuerdan con precisión el horror de la selección, efectuada a veces por un simple gesto de cara de un funcionario nazi, la bestialidad de las SS, la muerte planificada a escala industrial.

En la multitud de relatos, se repite de entrada el recuerdo del interminable viaje a los campos en condiciones insoportables, encerrados como ganado en vagones atiborrados, sin comida.
“Éramos unas 80 personas, mujeres, niños, ancianos, con un cubo para hacer nuestras necesidades, sin agua, sin pan (…) como animales”, dice en Alemania, su país natal, Albrecht Weinberg, de 99 años.
“Cuando llegamos (a Auschwitz), había presos vestidos de traje con palos que gritaban ‘¡fuera!’. Los viejos caían, había una pila delante del vagón, y los jóvenes pasaban por encima”, recuerda.
Nate Leipciger, canadiense de 96 años nacido en Polonia, deportado a los 15, recuerda con espanto la deshumanización a la que de inmediato se veían reducidos, nada más bajar de esos trenes inmundos.
“En cuestión de minutos pasábamos del estado de hombre libre al de detenido, con un número en el brazo, y sin documento de identidad”, detalla.
“Nos quitaban la ropa, el pelo, todo lo personal, y nos convertíamos en un objeto. Perdíamos la capacidad de actuar como seres humanos”.
“Objetos”, pues, que eran “seleccionados” en la rampa: los más jóvenes, los de más edad, los más frágiles, a la muerte inmediata en las cámaras de gas. Los demás, a sufrir el calvario del trabajo forzado.
“Nos separaban. Las mujeres y los niños de un lado, los hombres del otro. Había una larga rampa, y al final, una mesa con soldados de las SS. Una vez allí nos miraban y hacían una señal, a la derecha, o a la izquierda. No teníamos idea de lo que eso significaba. Pero luego lo entendimos”, recuerda desde Canadá el centenario Ted Bolgar, nacido en Hungría, y que para recibir a la AFP se puso la kipá en la cabeza.
Marta Neuwirth, que en Auschwitz-Birkenau clasificaba la ropa de las detenidas, recuerda las columnas de mujeres sin ropa, “día y noche”, que venían de unos vagones procedentes “de todas partes”.
“Vimos una cola larga de mujeres, sin ropa, porque les hacían tirar la ropa al suelo, y después eso se recogía y se llevaba donde trabajamos nosotros, a las bodegas. Estaban paradas, tranquilitas. Ellas pensaron que se iban a ir a duchar (…) Ni siquiera un grito, nada, tranquilitas. E iban bien sanas, altas, bien al horno. Y esto día y noche”,cuenta.

Tal fue el destino trágico que conocieron la hermana y la madre de Ted Bolgar, gaseadas al llegar y cuyos cuerpos “fueron quemados de noche”. Él pudo escapar presentándose como electricista.
Los detenidos eran reducidos a trabajos forzados, sometidos a los verdugos nazis y a sus ayudantes.
Albrecht Weinberg instalaba cables subterráneos en Auschwitz-Birkenau. “El trabajo era tan duro, y el ingeniero (…) tan brutal, que a veces tres personas morían de agotamiento en un solo día”, cuenta.
“Aquello era ferocidad, salvajismo. Ni siquiera encuentro las palabras para expresarlo”, abunda la francesa Ginette Kolinka, de 99 años, al recordar la brutalidad de los kapos, esos prisioneros que estaban encargados de vigilar a los deportados.
Y a todo ello se añadía el hambre.
El polaco Marek Dunin-Wasowicz, de 98 años, deportado al campo de Stutthof, en la actual Polonia, trata de describir su calvario. “En el campo, pasaban semanas enteras en las que no comía nada. Era hambre de verdad. Me desmayaba porque tenía hambre”.
Y la enfermedad. Y los experimentos médicos. Como los que padeció el estadounidense Sami Steigmann, de 85 años, cuando era un niño en Mogilev-Podolsky, en Ucrania, frontera con Moldavia.
Todavía hoy siente dolores “de forma permanente”, cuenta este hombre indigente que vive de ayudas sociales.
“Tomé medicamentos muy fuertes que crean dependencia, pero hace unos 45 años decidí aprender a vivir con ese sufrimiento, sin medicamentos”, añade este anciano, que luce una corbata con la bandera de Israel.
– Un recuerdo que sigue persiguiéndoles
Ochenta años después, el desgarrador dolor de haber sobrevivido sigue persiguiéndoles.
Hirsz Litmanowicz fue deportado con 11 años a Auschwitz-Birkenau junto a su hermano. Lo trasladaron después a Sachsenhausen, en Alemania, donde se probó la vacuna contra la hepatitis B en su cuerpo.
Él sobrevivió. Su hermano, en cambio, murió. “Porque a mí me eligieron para estos experimentos y a él no. Ni siquiera pude despedirme de él ni darle un abrazo”, recuerda este peruano nacido en Polonia.
A sus 93 años ha sido seis veces abuelo y ocho veces bisabuelo. “Siento más que nunca el dolor de lo que he soportado. Hoy no puedo dormir por las noches, tengo pesadillas”, confiesa, hundiéndose en un gran sillón, rodeado de fotos de su familia.

El canadiense Pinchas Gutter, de 92 años, describe algo similar. “Siempre que pienso en el Holocausto, lo primero que me viene a la mente es mi hermana” gemela, cuenta el hombre, nacido en Polonia y deportado a Majdanek, cuando el país estaba ocupado.
Nada más llegar a este “infierno apocalíptico”, el niño de 11 años fue separado de Sabrina. ¿Su único recuerdo de ella? Verla con su “trenza rubia” corriendo hacia su madre.
“Lo he olvidado todo de ella (…) No tener el más mínimo recuerdo de ella, saber cómo era, sólo esa trenza, me duele muchísimo”, contó.
En Buenos Aires, Pedro Polacek, de 88 años y nacido en Praga, recuerda a su padre asesinado. “A lo que me enseñó antes de que nos deportaran: me enseñó a afrontar la vida”, cuenta el anciano, deportado a Theresienstadt, en República Checa, cuando apenas tenía seis años.
Eva Erben, una israelí de 84 años que también nació en Praga, recuerda en cambio a su madre. “Me hablaba de lo que haríamos cuando volviéramos a casa, qué compraríamos, qué zapatos nos pondríamos, qué ropa nos pondríamos e iríamos a visitar a gente, a arreglarnos los dientes”, cuenta la mujer, deportada a Theresienstadt y a Auschwitz-Birkenau.
Era “una heroína” que murió tras “la marcha de la muerte” cuando, al acercarse los soldados soviéticos, los nazis obligaron a los deportados a recorrer cientos de kilómetros, en harapos, bajo la nieve y el frío glacial, en dirección a Alemania y Austria, continuó.
– Miedo al olvido y antisemitismo
¿Habrán servido sus testimonios ochenta años después? Los últimos supervivientes expresaron a la AFP la angustia que les inspira el mundo actual.
“No esperaba que fuera tan importante evocar el Holocausto 80 años después. Pero lo es. Debido al terrible aumento del antisemitismo en todo el mundo”, señaló Nate Leipciger.
La época actual le recuerda los años 30, cuando, ante la amenaza del Tercer Reich, “nadie quería acogernos como refugiados”, añadió. “Salvo el hecho de que hoy tenemos Israel”, dijo.
Son pocas las veces en las que el antisemitismo resurgió con tanto calado desde la Segunda Guerra Mundial, en particular desde los ataques del movimiento islamista palestino Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre, que desencadenaron la guerra en Gaza.
El regreso de la extrema derecha les genera también espanto. Sea en Italia, dirigida por la jefa del partido Fratelli d’Italia (FDI) Giorgia Meloni o en Alemania, donde el partido AfD conoce importantes avances.
“El presente es muy sombrío”, opina el vienés Erich Richard Finsches, de 97 años. Superviviente de Auschwitz-Birkenau, vio con pavor la histórica victoria del Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria. En su opinión, se ha engañado a los votantes del mismo modo que Adolf Hitler -nacido en Austria- engañó a los alemanes.
También existe un gran miedo al olvido. Miedo a “que se ahoga en la memoria de la Historia”, teme Pinchas Gutter. O en el incesante flujo de las redes sociales, dice Eva Shainblum.
“Lo veo, incluso con mis nietos”, lamenta. “Me preocupo por la nueva generación porque hoy no tienen la paciencia de escuchar, tienen esa máquina (teléfono inteligente) y están en ella día y noche”.
“Durante décadas se dijo que hablábamos demasiado de ello (…) pero cuantas más generaciones hay, menos se sabe lo que pasó”, ahonda la húngara Judit Varga Hoffmann, de 97 años y deportada a Auschwitz-Birkenau.

Elena Jabina, una rusa de 82 años, incluso cree que tras la muerte de los supervivientes “probablemente no quedará ningún recuerdo”. Fue deportada al campo de concentración de Klooga, Estonia, cuando apenas era un bebé de siete meses.
“Hay una frase del Talmud que dice: ‘el que olvida su pasado es condenado a revivirlo’”, advierte Catherine Chalfine cuando recuerda la historia de su padre Gabriel Bénichou, nacido en Argelia francesa hace 98 años y detenido en Marsella. Desde esa ciudad del sur de Francia fue deportado a Auschwitz-Birkenau.
Para Rosa Schneeberger, sinti austriaca de 88 años, deportada a los cinco al “campo gitano” de Lackenbach, es desolador ver cómo se extinguen la cultura y la lengua de su minoría romaní.
“Los sinti están desapareciendo” porque “la mayoría murieron durante la guerra” y ya no hay suficientes supervivientes para mantener una comunidad.
– Resistir
Pese a todo, ahí sigue el mensaje de esperanza y la inquebrantable fe en la vida de quienes tan cerca estuvieron de perderla siendo muy jóvenes.
Emociona escuchar a Gyorgyi Nemes desde Montreal, que tras contar “el infierno” de su deportación, cierra la entrevista con estas palabras: “Enterré a mi marido hace diez años, pero tengo un hijo, una nuera y mi familia. Como les digo, soy la personas más afortunada del mundo”.
Y qué decir de la sudafricana Ella Blumenthal, de 103 años, que sobrevivió al gueto de Varsovia, a Majdanek, a Auschwitz-Birkenau y a Bergen-Belsen, que habla del “arte de la supervivencia” y del “milagro” de seguir vivo.
“Me ayudaron a sobrevivir, a seguir en pie para poder decir: ‘qué mundo tan maravilloso’”, exclama esta mujer, que nació en Varsovia y perdió a toda su familia, 23 personas en total, a manos del nazismo.
El leitmotiv común de todos estos supervivientes es resistir. Todos, a su manera, lanzan un vibrante llamamiento en favor de la libertad, la paz y la tolerancia.
“Hay que tener siempre la esperanza de sobrevivir y luchar por ello”, dice la argentina Raquel Lily Soriano Alhadeff, de 97 años, nacida en Rodas, una isla griega por entonces bajo dominación italiana. Con apenas 18 años, esta mujer logró escapar de Kaufering, un campo satélite del de Dachau, en Alemania, poco antes de ser liberado.
“Hay que pasar el testigo a los jóvenes”, insiste Marek Dunin-Wasowicz, comprometido con la resistencia polaca a los 15 años, y que 75 años más tarde fue testigo en uno de los últimos procesos a responsables nazis, en este caso el del ex guardián de las SS Bruno Dey.
Los jóvenes “son nuestra única esperanza”, añade, y deben “recordar no sólo a los que murieron, sino también lo que ocurrió, para que eso no vuelva a suceder”.
A ellos precisamente se dirige el francés Guy Poirot, cuya supervivencia es un absoluto milagro. Nacido a comienzos de 1945 en el campo de concentración de Ravensbrück, vivió en él sus primeros 46 días de existencia.
“Escuchen, ustedes los jóvenes, a quienes les han dado una conciencia (…) trabajen juntos, reflexionen juntos”, proclama. “¡La vida es un compromiso!”.
nuestras charlas nocturnas.
El misterio español de la mano cortada dejada en una lechera…

ABC(A.C.Jerez) — Una mañana del último día de enero de 1954 la policía irrumpía en el lujoso domicilio número 72 de la calle Princesa de Madrid. Durante la inspección haría un descubrimiento que pasaría a ser una de los grandes capítulos de la crónica negra de España.
Entre habitaciones llenas de animales disecados, los agentes encontrarían una lechera con una mano diseccionada. La sospechosa era la enigmática Margarita Ruiz de Lihory, a la que su hijo había denunciado. Una marquesa que había amputado una extremidad a su hija, Margot.
El escándalo consiguió vender cientos de ejemplares del semanario de sucesos ‘El Caso’ y alimentó una desenfrenada rumorología.
La historia de Lihory ha fascinado a muchos. Llamada la Mata-hari española, fue una mujer polifacética. Agente doble, aventurera, falsificadora de cuadros…, llegó incluso a salvarle la vida a Franco con sus conocimientos en medicina.
Fue amante de grandes personalidades y en el libro ‘Franco top secret’ se relata que esta misteriosa española formó parte del Círculo 30, que se describe como el germen de lo que sería después el servicio secreto español con sedes en Ceuta, Melilla o Tánger, entre otras plazas.
Entre sus amistades estaban Primo de Rivera o Blasco Ibáñez. A raíz del escándalo de la mano amputada, numerosos curiosos se acercaron a su famosa residencia de Albacete por la que se decía que pasaban personajes extraños y llamativos, como científicos de la Alemania nazi.
Se llegó a especular con que también tuvo como invitado al médico Josef Mengele. Juan Rada, veterano periodista de investigación e historiador, ha estudiado de cerca este caso en su libro ‘Grandes casos de la crónica negra’ y ha llegado a contar que ya de mayor Lihory guardó algunos de sus mejores secretos en un libro autobiográfico que usaba como seguro de vida. que aumentó aún más su misterio.
– De las páginas del ‘New York Times a su misión en Marruecos
Margarita Ruiz de Lihory pertenecía a la nobleza valenciana. Era hija de Soledad Resino de la Bastida, marquesa de Villasante y condesa de Val del Águila, y de José María Ruiz de Lihory y Pardines, barón de Alcalalí y San Juan de Mosquera.

Se convirtió en una de las primeras abogadas de España. Pero también fue actriz, bailarina y una pintora de prestigio que llegaría a ganar la medalla de oro del Concurso Nacional de Bellas Artes. Asimismo, dio conciertos como pianista en Nueva York, Washington, México o La Habana.
Pero antes de todo eso se había casado con tan solo 17 años con Ricardo Shelly, de ascendencia irlandesa, con el que tuvo cuatro hijos que envió a un internado. Cuando su marido se fue con otra más joven, ella empezó a viajar por el mundo.
Llegó a codearse con el presidente estadounidense John Coolidge. Y el archiconocido empresario Henry Ford llegaría a regalarle un valioso collar de perlas, que le valdría aparecer en ‘The New York Times’. Y en los tiempos en que Primo de Rivera había sido gobernador de Valencia cultivó una amistad que le llevaría a su primera misión como espía en el extranjero.
Le encargó que entrara por Melilla en Marruecos para incorporarse a la guerra que estaba teniendo lugar como corresponsal de guerra.
– Un torniquete y una serie de experimentos
Los rifeños se querían independizar y su líder era Abd el-Krim. El objetivo era seducirlo mientras escribía excelentes crónicas y recopilaba información de inteligencia. De hecho, esta fue clave para evitar que Francisco Franco cayera en una emboscada. Y cuando fue gravemente herido por una bala en el bajo vientre fue Lihory la que le practicó un torniquete que evitó que muriese. En agradecimiento, Franco la nombraría capitán honorario del Ejército español.
Rada, en sus entrevistas, también ha dicho que Lihory compartía la ‘baraka’ (buena suerte ) de Franco. Y durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial volvería a ejercer como espía porque era lo que realmente le apasionaba.

Las particularidades de Lihory también se extienden a sus actividades en las residencias que tenía repartidas por España. Siempre fueron motivo de rumor entre los locales que decían que en su palacete de Albacete se practicaba algún tipo de actividad clandestina. En esta casa se habían aventurado dos jóvenes que dijeron haber visto quirófanos para animales y material médico.
Rada ha explicado que se trataba de dos militares alemanes que tenían un pasaporte falso y estaban trabajando en el desarrollo de un veneno y su antídoto. Y también en un sistema de envenenamiento de las aguas, para en caso de sitiar una ciudad dejarla sin acceso al agua potable.
– Un ritual y unas notas en una caja fuerte
Pese a todo este historial, Lihory no había atraído la atención del gran público hasta el famoso caso de la mano amputada. Cuando el suceso ocurrió, el fundador de ‘El Caso’ tuvo que seguir la consigna del censor, que no quería ver en primera página una foto de una mano flotando en una lechera, de modo que escribió con bolígrafo para la portada: ‘El misterio de la mano cortada’.
Ese día el semanario alcanzó un récord de ventas. «Se cuenta que un avispado quiosquero del barrio de Tetuán fue con una furgoneta comprando todos los ejemplares que veía, a dos pesetas y los revendía a cinco pesetas», relató Reda para la radio.

Cuando la policía se personó en el domicilio, además encontraron mechones de pelo y unos globos oculares. Margot, la hija de la espía, llevaba tiempo enferma de leucemia. Y Rada ha detallado que era conocida por su comportamiento ejemplar y su ayuda a los más necesitados.
Hasta el punto de que Lihory llegó a pensar que su hija era una santa y por eso quería conservar partes de ella como reliquias. Una idea que venía de los rituales que había observado en sus viajes por África.
Lihory y su marido consiguieron librarse de la cárcel y del psiquiátrico por la intervención de las altas esferas del momento, y al demostrarse que la disección había sido ‘post mortem’, por tanto no se trataba de un asesinato. La orden era dar carpetazo al asunto.
Además, Lihory alardeaba de que había ido guardando numerosas pruebas de personajes influyentes durante sus tiempos como espía. Secretos que de salir a la luz podrían comprometer a nombres importantes. Un contenido que había convertido en un libro y lo ocultaba en una caja fuerte jde un banco.
Un tesoro que ‘El Caso’ también quiso encontrar, pero el intento fue infructuoso. Lihory acabó su días arruinada y se vio obligada a vender sus joyas para sobrevivir. La enterraron en el cementerio de Albacete, donde también estaba su hija Margot.
nuestras charlas nocturnas.
El apocalipsis pasó de largo …

JotDown(B.Ayuso) — El gran edificio central estaba rodeado de colores brillantes. Parecía un aparcamiento lleno de coches. Cuando el avión descendió, los coches resultaron ser cuerpos.
Montones y montones de cuerpos —cientos de cuerpos— llevando vestidos rojos, camisetas azules, blusas verdes, pantalones rosas, pichis infantiles moteados. Parejas con sus brazos enlazados, niños abrazando a sus padres. Nada se movía. La ropa mojada colgaba de los tendederos. Los campos habían sido arados hace poco. Las bananeras y las vides estaban floreciendo.
Pero nada se movía.
Desde el cielo, el periodista de Time Donald Neff divisó la alfombra de muertos en Jonestown. Para novecientas personas el mundo había acabado allí abajo, sobre la hierba cetrina. Bajo el cenador metálico, entre los surcos de tierra. Los cadáveres diseminados como una espuma de muerte. Estáticos. Cuando el avión descendió a tierra, el mundo —que no había acabado— comenzó a calibrar la verdadera dimensión de lo sucedido el 18 de noviembre de 1978 en la selva de Guyana. El mayor suicidio colectivo de la historia.
Jim Jones, el «pastor» de la congregación del Templo del Pueblo les había estado preparando para ese día. Espoleándoles con la inminencia. Los jueves se consignaban a celebrar simulacros, las white nights en las que los feligreses ensayaban el «suicidio revolucionario» ingiriendo venenos que no mataban. Pero el apocalipsis cayó en sábado. Mientras el cianuro potásico, el Valium y el zumo de uvas se diluían con el óxido de los barreños, el líder convocó la última asamblea.
Su Arcadia tropical había acabado, anunció. Las fuerzas capitalistas se habían confabulado para acabar con ellos y se dirigían hacia allí para castigarles por su fe. Abrirían las puertas del infierno y desencadenarían el Armagedón, les dijo, sentado en su trono de bambú. Un magnetófono grabó los cuarenta y cuatro minutos de esta última homilía, probablemente uno de los documentos sonoros más perturbadores del siglo XX: la llamada death tape de Papa Jones.
«No hubo pánico. Tampoco grandes explosiones emocionales. La gente estaba en trance», relató Odell Rhodes, uno de los pocos supervivientes de la masacre. La primera en obedecer y beber la mezcla letal fue una mujer llamada Ruletta Paul, que empujó el líquido en su garganta y cerró los ojos como si hubiese hecho algo bueno. Después se lo suministró a su bebé.
«No lloran porque les duela; lloran porque está amargo», calmaba el reverendo. Le siguieron más madres, más niños, más ancianos. Algunos forzados a «morir con dignidad». Otros, directamente, tiroteados.
El propio Jones cedió su dignidad y su gatillo a otro. Fue Madeleine, su esposa, quien le evitó los rigores apocalípticos pegándole un quirúrgico tiro en la frente. El pastor no merecía agonías, ni estertores. No era la primera vez que conseguía huir del fin del mundo.
En los albores de la secta, cuando el Templo del Pueblo se parecía más a una idílica comunidad agrícola que al gulag de Guyana, Jones tuvo su primera revelación de que el fin estaba cerca. Corría 1961 y pastoreaba a un rebaño modesto en su Indiana natal, una recua de fanáticos embrujados por el «Elvis con alzacuellos».
Una voz le habló. En el «cinturón bíblico» de Estados Unidos no era arriesgado aventurar que se trataba de Dios. Le dijo que un holocausto nuclear arrasaría el estado de Indiana, concretamente el 15 de julio de 1965. Así que subió al rebaño en autobuses y se mudaron al valle de Redwood (California) a salvo del Armagedón. Cuando el 16 de julio Indiana y sus llanuras permanecieron en su sitio, Jones no se descubrió equivocado. Aquello confirmaba la veracidad de su profecía: esta vez, se había salvado.
El Apocalipsis había pasado de largo.

Ni los mayas, ni Nostradamus, ni Newton tienen la patente de explotación de «el fin». Desde que el ser humano es tal, ha transitado por el mundo confabulándose contra él de diversas formas. Apuntalando la certeza irreprimible de que esto no va durar, como si sobre la cintura de nuestra especie reposara un cinturón de dinamita. Inmolándose a veces. Diseñando nuevas fechas, nuevos plazos, hipotetizando lo inevitable.
El resultado es una fantástica y estrambótica colección de augurios, un acopio de apocalispsis fallidos.
Desde los más tempranos —y, por tanto, más errados—, que profetizaban que Roma sería destruida doce años después de su fundación, o el papa Clemente, que apostó fuerte por el año 90 d. C como el último; hasta otros más recientes, como los del fundador de la Iglesia mormona, que tomó la precaución de establecer el día del Apocalipsis con el margen suficiente para pillarle ya muerto. Se fue dejando dicho que todo se acababa en 1891.
Religiones, cultos y sectas pescan en el mismo pozo: el miedo. La herramienta más poderosa de reclutamiento, proselitismo y alineamiento que poseemos. Pocos se resisten a establecer un final que constriña a los suyos, con formulaciones vagas (la Biblia opta por el útil «nadie conoce el día ni la hora») o más concretas (según el hinduismo, aún nos quedan 427 000 años).
Para los tibios, siempre está la opción variable, o el apocalipsis de caducidad flexible: los testigos de Jehová llevan eones reinterpretando la hipotética fecha del fin del mundo. Ahora sostienen que ya vivimos en ella.
La equivocación es un activo más en el sustancioso y efectivo negocio del fin del mundo. A Jim Jones le suceden y anteceden decenas de mesiánicos líderes que sobrevivieron a su propia y alocada hipótesis.
No así sus seguidores, como los setecientos setenta y ocho miembros de la secta de la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios a los que su gurú (el expolítico ugandés Joseph Kibweteere) prendió fuego el último día de 1999, después de equivocarse en su profecía inicial.
Cuando el apocalipsis pasó de largo, él huyó a Malawi.

Pero, cuando el desenlace no es trágico y los creyentes sobreviven, ¿qué ocurre el día después de que el apocalipsis pase de largo? ¿Qué sucede con un grupo de personas que esperan el fin del mundo… y el mundo no acaba? ¿Y con los líderes cuyo carisma vende muerte?
- Disonancia cognitiva
A las 6 de la tarde del 21 de diciembre de 1954, un pequeño grupo de personas se arracimaba frente a un domicilio en la localidad de Oak Park (Illinois). Habían vendido sus casas, abandonado a sus familias, olvidado las facturas y otras oquedades de su existencia. Miraban al cielo, tratando de conjugar la ilusión y el terror. Las manos entrelazadas. Esperaban el platillo volador que les salvaría del fin del mundo. Se llamaban los Seekers.
Su líder era Dorothy Martin (alias Marian Keech), un ama de casa de Chicago de cincuenta y cuatro años. Unos seres superiores del planeta Clarion se habían comunicado con ella a través de la escritura automática, revelándole que el mundo acabaría ese 21 de diciembre por una letal inundación.
Fatídicos pero dadivosos, «los Guardianes» le brindaron también un salvoconducto, un espacio en su platillo volante que la rescataría de la Tierra junto a la pléyade de seguidores que consiguiera reunir. Premiarían su fe con el privilegio de la supervivencia.
Y ocurrió lo que nadie esperaba.
No, ningún objeto hizo esfumarse a la discreta multitud con abducciones. Pero los Seekers, que apuraron la espera hasta el día de Navidad, no se desmoralizaron ni una brizna. Permanecieron ahí, inquebrantables, bajo el rigor invernal de Illinois y el ridículo absoluto ante la lógica más básica. No ocurría nada, ni un sutil cambio en la disposición del aire. Ellos se alentaban, se turnaban para fragmentar el cielo en pedazos, tratando de divisar un transporte que ya iba con retraso.
El apocalipis pasó de largo. Otra vez. Y eso vigorizó sus creencias. Las atizó hasta volverlas más sólidas.
Entre ellos, había tres miembros del culto cuyo nombre hoy posee significado y entidad propia: Leon Festinger, Henry Riecken, y Stanley Schachter. Tres psicólogos que, lejos de tener la más mínima confianza en los seres del espacio o en las habilidades comunicativas de la excéntrica Dorothy, se habían infiltrado en la secta para estudiar lo que ocurriría si ningún cataclismo se dignaba a acontecer.
El resultado de aquella investigación (a la que sucedieron decenas de entrevistas con los miembros de la secta, perfiles psicológicos y una compilación de experimentos) cristalizó en el libro When Prophecy Fails (Cuando falla la profecía) publicado en 1956.
En él, daban respuesta a por qué los seguidores de la secta reaccionan de una manera tan contra-intuitiva, aferrándose aún más a su apocalíptica fe cuando esta se demostraba tan evidentemente equivocada. ¿Cómo podían salir reforzados de lo que, a todas luces, era un Armagedón fallido? ¿Por qué no había deserciones?
A Festinger este experimento le sirvió de base para acuñar la teoría de la disonancia cognitiva. Ya saben, el mecanismo que sucede cuando dos pensamientos discordantes ocurren de manera simultánea. Para resolver el conflicto, las personas pueden intentar cambiar de conducta o defender sus creencias o actitudes (incluso llegando al autoengaño) para reducir el malestar que produce la disonancia. Nos adaptamos incluso a las contradicciones más improbables usando nada más que nuestros métodos de racionalización cotidiana.

En el caso de los Seekers, la disonancia era evidente: el apocalipsis en el que creían no se había producido. «Pero los miembros del grupo se mostraron más convencidos que nunca de que sus creencias eran correctas», constató la periodista Maia Szalavitz, presente esos días.
Cuando la tercera venida volvió a fracasar, Martin recibió un oportuno mensaje de los Guardianes: «Nuestro grupo ha infundido tanta luz que Dios ha salvado al mundo de la destrucción», le dijeron. La congregación respondió con un proselitismo de renovado vigor, redoblando sus esfuerzos de reclutamiento y ampliando sus filas.
Resolvieron la contradicción entre la realidad (que el apocalipsis había fallado) y la profecía buscando seguridad en los números: «Si más gente puede ser persuadida de que el sistema de creencia es correcto, entonces claramente es, después de todo, correcto», razonaron. Chimpún.
El apocalipsis pasó de largo y la secta se fortaleció. Dorothy Martin siguió predicando y fundó la Orden de Sananda y Sanat Kundara, los nombres de dos de los Guardianes. Murió en 1992 como líder de la robusta congregación.
Los apocalipsis se equivocan a diario, pero interiorizan sus fracasos y hacen de ellos un hogar. A veces les sobreviven sus seguidores, sus líderes y sus doctrinas. Su falibilidad solo contribuye a su fortaleza con una lógica embarazosa. Aciertan porque se equivocan.
El mundo se empeña en no acabarse. Somos nosotros los que pasamos de largo.
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El Tratado del Canal de Panamá…

Historia Hoy(M.A.Hernández) — En 1903, Theodore Roosevelt, por entonces presidente de los Estados Unidos, proclamó enfáticamente en un discurso su intención de construir un canal en el istmo de Panamá. Expresó que imaginaba a ese canal como «la mayor obra de ingeniería que se haya construido en la historia de la humanidad».
Más allá del postulado grandilocuente de Roosevelt, se apuntaba a que el canal fuera algo más que una demostración de la capacidad norteamericana para las grandes obras: la construcción del mismo auguraba a EEUU enormes beneficios comerciales y militares.
El gobierno norteamericano estaba convencido de la necesidad de un canal desde la época de la guerra contra España, en 1898, cuando un barco norteamericano salió de Cuba hacia las islas Filipinas y tardó 69 días hasta llegar al Cabo de Hornos para recién ahí doblar (“usted siga todo derecho hasta el final, jefe…”) y cambiar de océano hasta llegar a su destino final.
El canal de Panamá fue entonces una de las cuestiones centrales (si no la más importante) de la política exterior de Theodore Roosevelt.
En sintonía con esto, en 1904 propuso una ampliación de la Doctrina Monroe (elaborada por John Quincy Adams aunque atribuida al presidente James Monroe en 1823, y que no era más que un principio de la política exterior norteamericana que decía que las potencias europeas no tenían derecho a intervenir en los asuntos interiores de los Estados americanos, y que toda intervención de esta clase será considerada como una amenaza hostil; en pocas palabras: “América para los americanos”), relacionando esa medida con lo que definió como el “destino manifiesto” de los Estados Unidos: que el “gran país del norte” debía extenderse desde un océano hasta al otro (y ya que estamos, pasar fácilmente de un océano al otro).
El agregado (“Corolario”) de Roosevelt incorporó el hecho de que Estados Unidos debía tener “poder policial” sobre sus vecinos latinoamericanos (la historia posterior pondría de manifiesto la ambigüedad de esta doctrina en varios casos, uno de ellos, la cuestión Malvinas, por ejemplo).

La estrategia reconocida de Roosevelt (simbolizada por la frase “habla suavemente, pero lleva un garrote”, frase mencionada en 1901 refiriéndose a su política exterior) fue uno de los pilares del desarrollo expansivo norteamericano por aquellos tiempos, en los que se convirtió en una verdadera potencia naval.
En 1903 el istmo de Panamá era una provincia de Colombia, bastante descontenta con su suerte y su destino, y había tenido intentos secesionistas desde hacía setenta años.
Sin embargo, los partidarios de la independencia de esa provincia habían fracasado reiteradamante, entre otras cosas, porque hasta entonces Estados Unidos había apoyado siempre a Colombia en esas disputas territoriales.
Hasta 1903.
Porque ese año Estados Unidos fracasó en el intento de obtener autorización por parte de Colombia para construir un canal a través del istmo de Panamá.
En una frase de pobre retórica pero al parecer bastante gráfica para los estándares americanos de entonces, el presidente Roosevelt dijo “sería más fácil que la gelatina de grosella se quedara adherida a una pared que llegar a un acuerdo con los políticos de Colombia” (parece mentira que esta frase haya quedado en los anales de la historia norteamericana).
Así que, en honor a su declamado “poder policial”, en lugar de seguir negociando envió barcos de guerra a Panamá, donde fomentó una nueva rebelión de los secesionistas panameños.
Dicho alzamiento tuvo lugar el 2 de noviembre de 1903; al día siguiente, los marinos norteamericanos desembarcaron e impidieron que el ejército colombiano sofocara la revuelta (con los pibes no te metas, están en su derecho, eh). Así, Panamá consiguió su autonomía (pasó de “Panamá-provincia” a “Panamá-país”) y Estados Unidos, padrino del ahijado revoltoso, consiguió finalmente una república que le permitiera construir su deseado canal.
Roosevelt justificó esta acción militar invocando una “obligación moral, y por lo tanto legal” (frase genial para hacer lo que a uno le conviene), ya que se trataba de una obra no solo para los estadounidenses o los panameños, sino “para el bien de todo el mundo civilizado”. En fin.
La independencia de Panamá fue proclamada con el apoyo norteamericano, por supuesto; los panameños temían que si EEUU se retiraba de allí, volviera Colombia a reclamar su antiguo dominio. ¿Cómo poner a salvo la independencia y la autonomía (ja) panameñas? Simple: firmemos un Tratado y nos cubrimos todos.
El resultado de este ejercicio de lógica común fue el “Tratado del Canal de Panamá”, llamado Tratado de Hay-Bunau Varilla, que fue firmado el 18 de noviembre de 1903.

El Tratado Hay-Bunau Varilla, también conocido como Convenio del canal ístmico, fue un acuerdo internacional entre Panamá y Estados Unidos para la construcción del canal de Panamá. El tratado fue firmado por Philippe Bunau Varilla en representación del gobierno de Panamá y por John Hay representando a los Estados Unidos.
Pocos días después de la independencia/separación de Panamá respecto de Colombia (en la que, como se vio, EEUU tuvo mucho que ver) ya se estaba firmando el Tratado (no fuera cosa que alguien se animara a meterse en el patio antes de firmar los papeles).
El Tratado además de su objetivo principal (permitir a EEUU el manejo administrativo y militar del canal) contenía cláusulas que en la práctica colocaban a Panamá bajo la protección estadounidense para “garantizar su independencia”, y evitar acciones militares de Colombia como respuesta a su reciente secesión.
O sea, una especie de advertencia a Colombia, en primer lugar, y a quien se animara a causarles problemas a los panameños: “te metés con ellos, te metés conmigo. Y yo me llamo Estados Unidos. Capisci?”

El Tratado permitió, entonces, que se estableciera el dominio de los norteamericanos sobre una franja de 10 km de ancho, sobre la que pasaría el canal de Panamá y que fue llamada “Zona del canal de Panamá”, originalísimo nombre que aún hoy se mantiene.
Este tratado tuvo vigencia hasta el 1 de octubre de 1979, fecha en que entraron en vigor los tratados Torrijos-Carter, con los que se puso fin a la presencia y administración estadounidense en el Canal de Panamá.
Pero mucho no se nota.

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Cristo como médico: la curación espiritual en la Edad Media…

The Conversation(A.kPeirats) — En la Edad Media la medicina y la religión compartían el objetivo de restablecer la armonía del ser humano, integrando cuerpo y alma.
En esta época el pecado se entendía con una enfermedad que debilitaba el alma y separaba a las personas de la gracia divina. El mal era el resultado de la aplicación de un castigo divino a la humanidad, que debía operar una transformación hacia valores auténticos orientados al servicio de Dios. En contraste, la virtud era el estado natural y saludable del espíritu.
Según esta creencia, las enfermedades del cuerpo eran el resultado de un desequilibrio humoral entre la sangre, la flema, la bilis negra y la bilis amarilla.
De manera paralela, los pecados se describían en sentido metafórico como enfermedades del alma y los moralistas consideraban los sacramentos como recetas para la recuperación de la salud del cristiano, sobre todo la confesión y la eucaristía.
– La metáfora del Christus medicus
En esta perspectiva surge una figura central en la teología y en la literatura: Jesucristo como sanador espiritual capaz de aliviar las dolencias del alma. Desde el Concilio de Letrán, en 1123, adquiere relevancia la metáfora del Christus medicus.
El “médico del alma”, es decir, el sacerdote o el predicador, en paralelo con el médico del cuerpo, debe prescribir una dieta y administrar medicamentos, en sentido metafórico. Estos remedios tienen correspondencia con las virtudes, las buenas obras, la confesión, etc.
Esta simbología permitía a los teólogos y a los predicadores conectar conceptos abstractos con imágenes concretas para facilitar a los fieles la comprensión de las enseñanzas.

Por ello, los textos de los Padres de la Iglesia a menudo comparaban la vida cristiana con un proceso de tratamiento. San Agustín destacó que Cristo era la “medicina divina” por su capacidad de diagnosticar el mal y ofrecerse a sí mismo como remedio.
En esta comparación, la enfermedad inicial (el pecado) requería un diagnóstico (la conciencia), la administración del remedio (la gracia divina) y, finalmente, la recuperación (la reconciliación con Dios).
– Los sacramentos como terapias espirituales
Los siete sacramentos cristianos se entendieron como auténticos tratamientos para la salud del alma. Cada sacramento correspondía a una necesidad específica.
Así, el bautismo era el baño medicinal que preparaba al cristiano para una vida de gracia y santidad. La penitencia, por su parte, se describía como una terapia continua. El creyente actuaba como un paciente al revelar sus síntomas al médico-sacerdote. La eucaristía era el alimento celestial del alma.
En los sermones se comparaba con un jarabe o píldora capaz de sanar el espíritu. La unción de enfermos era el ungüento para preparar el alma para su encuentro con Dios. La confirmación, el matrimonio y el orden otorgaban la “armadura espiritual” para enfrentar las pruebas del mundo: vivir en unidad, actuar como médicos espirituales de los sacramentos y guiar a la comunidad.
La unión del lenguaje médico con la teología medieval permitió a los fieles entender mejor el pecado y la salvación. Al describir a Cristo como el médico y los sacramentos como tratamientos, la Iglesia medieval presentó la vida cristiana como un proceso continuo de curación del alma.

– El Christus medicus en tiempos de crisis
El siglo XIV estuvo marcado por catástrofes como la peste negra, que devastó Europa. En un tiempo de enfermedad y muerte, el motivo del Christus medicus se convirtió en una figura central en los sermones y en los textos religiosos. Predicadores como Giordano Da Pisa y San Vicente Ferrer aprovecharon esta metáfora para consolar y ofrecer esperanza.
Según Da Pisa, los pecados eran síntomas de una fiebre espiritual. Solo podían curarse con “medicamentos divinos”, como la penitencia y la oración. San Vicente Ferrer, por su parte, describía los siete pecados capitales como diferentes tipos de fiebre: la codicia era una fiebre continua, la gula, una fiebre diaria y la ira, una fiebre efímera. Cristo ofrecía los sacramentos como terapias.
La necesidad de confesión de los pecados se hace explícita en un sermón, en el que San Vicente presenta este sacramento como el agua salvadora que cura la “lepra” del pecado, de la misma manera que en la figura del segundo libro de los Reyes de la Biblia, un leproso no se podía curar y se le ordenó lavarse en el río Jordán (o “río del Juicio”).
San Vicente también ejemplifica en sus sermones la manera en que Jesucristo actúa como médico: enciende la luz de la conciencia, cuida al enfermo y examina su pulso cuando identifica la verdadera contrición de los pecados mediante el análisis de la orina, que en sentido metafórico corresponde a la confesión.
Cristo prescribe una serie de recomendaciones: sangría, descanso, ejercicio, purga; sudor, cuando el pecador expresa el arrepentimiento mediante las lágrimas; vómito, en la confesión; dieta, o firme propósito de no volver a pecar; pomadas, como la oración del Padrenuestro, etc. Cristo “cura” desde la cruz, que es un remedio tanto para las enfermedades del alma como para las dolencias físicas.
Del mismo modo que el médico recomienda una dieta para curar una enfermedad, el confesor establece la penitencia y prescribe la medicina, que es el cuerpo de Cristo en sagrada forma.
– Isabel de Villena: la Virgen como sanadora espiritual
Uno de los textos más innovadores en la aplicación de la metáfora del Christus medicus es la Vita Christi de Isabel de Villena. La abadesa valenciana refuerza la imagen de Cristo como sanador e introduce a la Virgen María como “médico espiritual”. Esta visión explora la compasión y la misericordia como virtudes sanadoras.
Isabel de Villena (1497) utiliza metáforas médicas para explicar la misión de Cristo. Por ejemplo, en los capítulos 45 y 46 san Miguel concede a la Virgen doce pares de guantes simbólicos para curar enfermedades espirituales, como la envidia o la soberbia. Cada guante está asociado a un color y a una virtud y es una herramienta terapéutica para devolver la salud espiritual.
Cuando existe contrición, la Virgen puede aplicar la curación mediante “el color apropiado del guante”. Esta visión ampliada del Christus medicus resalta el papel de la Virgen como doctora de las almas.
– La Pasión de Cristo: medicina universal

En la teología, la literatura y la sociedad medieval, la Pasión de Cristo se presenta como el acto supremo de la sanación.
Según San Agustín, Jesús cura con sus palabras y milagros y también a través de su dolor y su muerte. La Pasión de Cristo se interpreta, en este sentido, como la “medicina universal”.
Este concepto se plasma en los sermones de predicadores como San Vicente Ferrer, para quien la Pasión purifica el alma y restaura la salud espiritual.
En la literatura de carácter enciclopédico medieval, como el Espill (1490), de Jaume Roig, se entiende que el costado abierto de Cristo en la crucifixión es un armario medicinal, del que emergen las siete medicinas (virtudes) que curan los males (vicios capitales) del mundo.
El Christus medicus permitió representar a Cristo como un sanador del alma.
La obra redentora ofrecía tratamiento para las dolencias espirituales a través de los sacramentos.
La metáfora médica logró conectar a los fieles con una comprensión más cercana y visual de su fe, y reforzó la idea de la vida espiritual como proceso de tratamiento y reconciliación con lo divino.
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La vida breve del autor de Blackwater, la saga que se convirtió en un fenómeno 25 años después de su muerte…

Infobae(M.Bauso) — “Soy un autor comercial, popular. Y estoy orgulloso de serlo. Es un error escribir para la posteridad”, dijo alguna vez Michael McDowell. En parte tuvo razón. Fue un escritor popular pero nunca tanto cómo lo es ahora, 25 años después de su muerte. La posteridad lo está leyendo como nunca antes y lo ha convertido en un impensado best seller global.
Los seis libros de su saga Blackwater (La Riada, El Dique, La Casa, La Guerra, La Fortuna, Lluvia) conquistaron los rankings de ventas de buena parte de Europa y desde hace unos meses lo hacen en Latinoamérica.
Michael McDowell, el autor de la saga Blackwater, murió a fines de 1999, a punto de cumplir los 50 años. Estuvo olvidado un buen tiempo. Es lo que sucede con aquellos escritores populares, que publican con asiduidad y que tienen buenas ventas. Tras su muerte sus libros son relegados y son considerados carne de saldo.
Pasados uno cuantos años, cada tanto alguna editorial pequeña rescataba alguna de sus novelas. Pero ya no se trataban de productos que tuvieran una búsqueda comercial como cuando aparecieron originalmente, una vocación de masividad, sino que se trataban de reediciones que se tornaban de culto.
En los mercados anglosajones lo recuperaban editoriales especializadas en literatura o autores gay o dedicadas al géneros del terror o el thriller.
En castellano, por ejemplo, Luis Chitarroni, lector absoluto, publicó tres de sus novelas en la editorial La Bestia Equilátera (los Elementales, Katie y Agujas Doradas) con buena recepción crítica y respetables ventas: los lectores se sorprendían ante ese nombre que desconocían. Una versión más retorcida aún del gótico sureño con buenas dosis de acción y diálogos afilados.
Durante décadas McDowell fue considerado un autor olvidado, cada vez que alguna de sus muchas novelas volvía a circular se la resaltaba como un rescate destinado a un público restringido y sofisticado, tal vez olvidando el origen popular de sus textos, la ambición del autor de llegar a un público masivo y su vibrante pulso narrativo.

La gran explosión se produjo un tiempo después cuando un editor europeo decidió reeditar una saga que McDowell había dado a la luz en 1983.
Nadie vio venir el fenómeno.
Seis libros pequeños puestos en la calle con muy poca distancia temporal entre sí con toda la saga de Blackwater.
Formato atractivo, tapas muy trabajadas por el artista Pedro Oyarbide.
Y una historia extraña que producía una especie de adicción en los lectores que necesitaban seguir leyendo lo que pasa en ese pequeño pueblo sureño.
Las novelas de Blackwater cuentan medio siglo de vida de la familia Caskey.
Todo empieza con una gran inundación en Perdido, Alabama.
A partir de allí las mujeres toman el control.
Terror, gótico sureño, realismo mágico (como señaló Mariana Enríquez) y muchos géneros más mezclados por la maestría técnica de McDowell.
En Estados Unidos la obra ya había tenido nuevas vidas pero reunidas en uno o dos volúmenes y no tuvo un gran impacto. Ninguna editorial creyó que esas novelas de 1983 podían llegar a tener una gran repercusión.
Pero un editor francés vio algo más en la saga y lanzó las novelas con quince días de diferencia: cada dos semanas aparecía una nueva entrega. Eso sólo aumentó la expectativa de los (jóvenes) lectores.
Blackwater se convirtió en un fenómeno. Millones de ejemplares vendidos en Italia y en Francia.
En España fueron editados por Blackie Books (ya lleva vendidos 800.000 ejemplares), y en Argentina es distribuido por Penguin Random House (los seis libros están desde hace meses en el ranking de los más vendidos de las grandes cadenas). Los editores creen que parte del gran suceso se debe al impulso que le dieron los jóvenes en las redes sociales, en especial por TikTok.
Hay un equívoco. Algunos se sorprenden y creen que McDowell se anticipó a su tiempo y al formato de las series de plataformas que triunfan en la actualidad, provocando Binge Reading (esa ansiedad cuando se termina una entrega para empezar con la siguiente), con los ganchos al final de cada volumen para creer la intriga y la necesidad de seguir leyendo.
Pero no es más que un formato mucho más antiguo, el del folletín.
Muchos hipnotizados por esta historia quisieron saber más de su autor y se sorprendieron al saber que no estaba disponible para entrevistas porque había muerto un cuarto de siglo atrás.
Michael McDowell nació el 1 de junio de 1950 en Enterprise, Alabama.
En el obituario que escribió Los Angeles Times se dijo que “en su pasado había pocos elementos que indicaran que se pudiera convertir en un prolífico escritor de lo oculto, lo sobrenatural, la locura o sobre la psiquis de asesinos seriales”. Sin embargo, él encontraba la razón de su literatura en la infancia: “No tuve una infancia infeliz pero fui un chico infeliz.
Mis padres y mis abuelos me querían, no nos faltaba nada, no viví ninguna gran desgracia. Pero no fui un niño feliz. De hecho, no conozco a ningún niño feliz”, decía. Y ahí, en ese periodo de la vida, iba en busca de las historias que contaba y de las emociones que transmitía.

Estudió literatura en Harvard y a los 19 años ingresó al grupo de teatro de la universidad. En una de las obras fue dirigido por Laurence Senelick, siete años mayor que él. Michael y Laurence se enamorarían y fueron pareja durante los siguientes treinta años, hasta la muerte de McDowell. Senelick se convirtió en un director teatral y un ensayista de prestigio. Hoy en la actualidad, con 82 años, sigue trabajando.
Michael, mientras tanto, escribía sin parar. Pero nadie parecía interesado en su literatura. Creyó que su futuro sería el de profesor universitario. Múltiples editores le rechazaron seis novelas consecutivas.
Pero en 1979, con la séptima, con El Amuleto, una novela bien de género, de terror, consiguió ser publicado y un módico éxito que lo impulsó a seguir escribiendo y a intentar vivir de la literatura. Mientras tanto se ganaba la vida con un trabajo administrativo, dando clases y escribiendo algunas críticas teatrales.
Esa novela, ante los fracasos anteriores, había nacido como guión cinematográfico. Pero su agente le pidió que transformara la historia en prosa, que probara una vez más. Y de esa manera, por fin, consiguió editor.
Los editores al ver buenos resultados en ventas y el entusiasmo del autor, le dieron un adelanto por los siguientes dos libros. McDowell renunció a sus otros trabajos y se dedicó exclusivamente a escribir. Ya no pararía. Doce novelas en los siguientes siete años. Entre ellas estaban Los Elementales y las seis de Blackwater.
Él tenía un objetivo. Quería entretener y vender. Esa era su ambición.
En sus libros hay terror, mucho Sur de Estados Unidos, diálogos feroces, algo de crueldad, bastante humor, tramas atractivas y mujeres fuertes, muy fuertes (Blackwater por ejemplo es una sociedad matriarcal).
Lo recomiendan especialistas del género como Stephen King y Mariana Enríquez. La argentina, entre muchas virtudes de los libros y del autor –ya escribió elogios contundentes sobre las novelas publicadas en La Bestia Equilátera- remarca el dominio de distintos géneros de McDowell y que “incluye una de las más brutales escenas de violencia doméstica de la ficción popular”.
Stephen King fue amigo de McDowell. Alguna vez dijo que era el más talentoso escritor de literatura popular de Estados Unidos. Su esposa Tabitha King fue quien a pedido del mismo McDowell completó la novela que éste dejó inconclusa a su muerte.
Además de los libros en los que puso su nombre, publicó muchos con seudónimo.

Entre sus trabajos con seudónimo escribió varias novelas de acción. Decía que quién iba a leer una historia de acción, con persecuciones, tiros y peleas a las trompadas si se enteraban de que el autor era homosexual e integraba el grupo militante National Gay Task Force.
También escribió con seudónimo una serie de novelas en las que un mesero homosexual y una joven lesbiana desentrañaban crímenes en los márgenes de la sociedad de la década del setenta internándose en lo queer y mostrando, a través de intrigas, crímenes y pesquisas inteligentes, la discriminación que sufrían por sus elecciones sexuales.
Una de sus grandes obsesiones era la muerte. Para obtener su título universitario escribió una tesis en la que investigó la actitud de los norteamericanos ante la muerte en el periodo 1825-1865. Eso dio inicio a una colección espectral, funeraria, de recuerdos y elementos relacionados con la muerte. Llegó a tener miles de objetos.
Desde ataúdes de niños hasta fotos de cadáveres, elementos utilizados en entierros, publicidades, libros, certificados de defunción de celebridades y todo tipo de parafernalia relacionada. Su colección macabra se convirtió en una de las más importantes sobre el tema y fue expuesta en varias ocasiones luego de la muerte de McDowell.
Además de los libros también se dedicó a elaborar guiones para casi todos los programas y series televisivas de terror, de Cuentos de la Cripta a la serie de Hitchcock. A mediados de los años ochenta vendió uno de sus guiones a Hollywood. Era Beetlejuice, la película de Tim Burton (en España el que la tituló optó por la fonética y la llamó Bitelchús).
En la nueva entrega estrenada poco tiempo atrás, McDowell aparece como creador de los personajes. Su otro trabajo con Burton –que vio la luz póstumamente- fue el guión de El Extraño Mundo de Jack.

Michael se enteró en 1995 que tenía sida. En esos tiempos, todavía, la enfermedad era una sentencia de muerte. De todas maneras siguió trabajando hasta el final. Una vez una amiga le preguntó si no se sentía frustrado, casi engañado por la vida. Él la miró con algo de perplejidad y le preguntó qué la hacía pensar que ella iba a vivir más que él. Nadie tiene nada asegurado.
En algún momento, McDowell explicó su actitud:
“Habiendo estudiado la muerte durante un par de décadas, coleccionando todo tipo de artículos relacionados con ella, y habiendo pensado en la muerte infinitamente, la enfermedad no me cegó. Marcó, naturalmente, un punto de inflexión en mi vida: ya no leo el horóscopo ni abro galletas de la fortuna. Aprendí mucho sobre la medicina y las investigaciones médicas en Estados Unidos. Y también ajusté la mirada de mi propia vida: ahora mi idea de longevidad llega a los cincuenta años. Pero todavía planto árboles y tengo la genuina esperanza de ver el nuevo milenio”.
Michael McDowell murió el 27 de diciembre de 1999, cuatro días antes de la llegada del nuevo milenio.
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La Luna como satélite de leyendas: un símbolo común de culturas y civilizaciones, desde la mitología hasta la ciencia

Muy Interesante(V.F.de Bobadilla) — Era de esperar que los dos cuerpos celestes más próximos a nosotros, el Sol y la Luna, ocuparan un papel protagonista cuando nacieron la mitología y las religiones; antes incluso de que la humanidad se hubiera ganado el nombre, sus integrantes vivían sometidos a una influencia que sufrían o disfrutaban, pero que eran incapaces de llegar a comprender.
– Las leyendas entre lo cálido y lo espectral
El deambular de estos astros marcaba el paso regular del tiempo, y su intensidad o humor determinaba el alcance de sus efectos, fueran estos buenos o malos.
Pese a su semejanza, eran tan opuestos –uno, cálido y benéfico; la otra, fría y espectral– que solo podían ser complementarios: por eso, muchas leyendas antiguas les buscaban un origen común, acompañado de una explicación por la que nunca aparecían juntos y se repartían el tiempo en el que se manifestaban ante los mortales, pero sin llegar a encontrarse jamás en el cielo.
. Los pueblo nativos norteamericanos y la luna
Por ejemplo, un mito de los indios norteamericanos establecía que el Sol y la Luna eran la representación divina de un jefe de tribu y su mujer, y las estrellas, su descendencia. Sin embargo, el primero tenía la costumbre de alimentarse de sus propios hijos, motivo por el cual estos se escondían en cuanto los primeros rayos del amanecer anunciaban la llegada de su padre.
Si la Luna desaparecía unos días al mes de la vista de los humanos, era porque se había retirado a llorar por los hijos a los que su marido había conseguido devorar. En el caso de los incas, ambos astros eran hermanos, y, por igual, ancestros de su pueblo.
. La Luna y las leyendas nórdicas
La misma relación fraternal hallamos en la mitología nórdica, donde Sol y Luna fueron obligados por los dioses a crear, respectivamente, el día y la noche, y se mantenían en movimiento perpetuo debido a que los perseguían, sin descanso, una pareja de lobos –Sköll y Hati–.
Según una leyenda, el Ragnarök –la batalla entre dioses que terminará con el mundo– se iniciará el día en que los cánidos consigan por fin dar caza a los dos hermanos, ya que sumirán a la Tierra en la oscuridad.

– La tribu keniata Luhyia y su visión de la Luna
Una creencia de los nativos de la tribu keniata Luhyia establece una variante interesante: Sol y Luna son también hermanos, pero, en un principio, ella era mucho más grande y brillante que él. Lo que sucedió es que el astro rey, impulsado por los celos, la atacó y, en la lucha que mantuvieron, ella cayó en un charco de barro que la ensució y redujo su esplendor.
Dios intervino en ese momento para terminar con las rencillas fraternales entre ambos, y su solución fue ordenarles que aparecieran en el mundo a distintas horas: el Sol luciría de día, y la Luna por la noche, donde su luz, debilitada para siempre por el combate, solo podría servir para amparar las actividades de brujas y ladrones.
Esta es una de las primeras leyendas que convierte a nuestro satélite en protector de actos inmorales, y para nada es exclusiva del pueblo keniata. Todo lo contrario: a través de los siglos, se extendió por muchas civilizaciones, algunas muy cercanas, y fue de la mano con una asociación negativa entre la influencia de la Luna y su pertenencia al sexo femenino.
– La Luna como leyenda femenina
El antropólogo e historiador Julio Caro Baroja (1914- 1995) escribió cómo, mientras que a la estrella del Sistema Solar se la ha identificado, de forma casi unánime, como el principio de la vida, “la Luna, a la que con máxima frecuencia se considera como de sexo femenino, es la que, por su parte, preside la noche y la que ampara a los muertos.
Las ideas de luna, mes y muerte están relacionadas en más de una lengua, y no solo en las indoeuropeas. Es la mediadora por excelencia, la que sirve para regular las acciones de los hombres, pero no la que da fuerza a sus actos, sino que su luz es fría e indirecta, muerta”.
. Pero ¿de dónde surgió este reparto de sexos?
A fin de cuentas, nada habría impedido que ambos cuerpos celestes fueran considerados de sexo masculino, o incluso que se invirtieran los papeles. La bióloga y ensayista estadounidense Barbara Ehrenreich lo explicó indicando que
“hay que tener en cuenta que la periodicidad de la menstruación humana coincide casi exactamente con la del ciclo lunar.
Y este debía de tener una importancia fundamental para unos pueblos cuya única fuente de iluminación eran las hogueras. El sol va y viene ateniéndose a unas pautas diarias previsibles.
Pero la luna se desvanece por completo durante tres noches al mes, noches que debían de ser de una oscuridad impenetrable y terrorífica. Durante otras tres o cuatro, la luna llena o casi llena ilumina el mundo nocturno, y lo volvía más seguro y amigable para los seres humanos”.
Este farol del cielo hasta permitía que actividades diurnas, como cazar y recolectar frutos, se prolongara hasta después de la puesta de sol. “Dada la importancia de la luna en la vida de los pueblos prehistóricos, no es de sorprender que la diosa arcaica, desde Mesoamérica hasta el Mediterráneo, fuera una diosa de la luna”.
– La menstruación, la Luna y lo femenino
En efecto, para Caro Baroja, “la luna, el mes lunar, la idea de mes y la menstruación de la mujer misma” habrían influido “en el hecho de que la luna como divinidad y la mujer como ser humano se hallan una y otra vez asociadas”.
Y Ehrenreich precisa que “a los pueblos que ni siquiera poseían el concepto de explicación científica tal vez les pareciera que el ciclo femenino controlaba el lunar o, por el contrario, que la presencia divina de la luna se expresaba a través del cuerpo de las mujeres”.
Esta asociación iba a ser el origen, en siglos venideros, de no pocos malentendidos sangrientos.
Pero es cierto que las antiguas interpretaciones mitológicas de la Luna la identificaban casi siempre con el sexo femenino y con las características entonces asociadas con este, particularmente con la maternidad: así, en la Polinesia se la llamaba Hina, la diosa creadora, y sus representantes en la Tierra eran unas mujeres llamadas wahines, palabra que con el paso del tiempo ha derivado en sinónimo de esposa, prometida o mujer en general.

– La Luna con muchos nombres y mitos
. Metra, la eterna, gealach y otros nombres
Para los antiguos persas, su nombre era Metra, la madre del mundo “cuyo amor lo traspasa todo”. Según la especialista estadounidense en mitos femeninos Barbara G. Walker, los indios siux la llamaban la «Anciana que no Muere Nunca»; y los iroqueses, la Eterna.
Asimismo, “el nombre gaélico de la luna, gealach, se deriva de Gala o Galata, la Madre Luna original de las tribus gaélicas y galas”, especifica Walker.
No es el único antecedente de la presencia lunar en las religiones actuales que esta autora nacida en Filadelfia ha descubierto, y, en su obra «The Woman’s Dictionary of Symbols and Sacred Objects», presenta una apabullante lista de deidades vinculadas a este astro, empezando por el nombre mismo de Europa, que originariamente significó ‘luna llena’ y fue uno de los antiguos títulos de diosas como Hera, Io, Deméter o Astarté.
Bretaña fue conocida en principio con el nombre de Albión, que, sin perfidias añadidas –pérfida Albión es una expresión para referirse a Inglaterra en términos hostiles o anglófobos–, significaba ‘luna blanca’ y era una referencia directa a la diosa hasta que la cristiandad la masculinizó y la convirtió en el mártir san Albano.
No fue el único caso: otra de las diosas lunares persas, Al-Mah, daría lugar a la palabra hebraica almah para identificar a la mujer núbil, y de ahí pasaría al cristianismo como virgen, sinónimo de María, madre de Jesucristo.
Por su parte, los romanos se referían a la Madre Luna primaria, tomada de la Selene griega, con los nombres de Luna o Mana –este último nombre es el mismo con el que se la conocía en los cultos de Escandinavia, Arabia y Asia Central–.
– El culto a la Luna
Pero hay más: WalKer recurre al teólogo y filósofo cordobés Maimónides (1135-1204) para afirmar que el culto a la luna fue la religión del mismo Adán, y que la Biblia abunda en rastros de su culto en los tiempos anteriores a Yahvé, como los ornamentos lunares que portaban los reyes del Antiguo Testamento; una tradición talmúdica dice que el propio Yahvé tuvo que realizar una ofrenda a la luna en reparación por haberla ofendido.
Y Agla, uno de los nombres secretos de Dios, significaba originariamente ‘luz de luna’, ya que se derivaba de Aglaia, uno de los nombres originales de la diosa lunar en la mitología griega.
Buena parte de estas deidades estaban representadas por la imagen del satélite en cuarto creciente, ya que la de la luna llena habría guardado demasiadas similitudes con el disco solar.
. La luna en la mitología griega
No hay que esforzarse mucho, en cambio, para rastrear la presencia de la Luna en la mitología griega, ya que esta es abundante y variada. Se la asociaba con Artemisa, hermana melliza de Apolo, y era también conocida con los nombres de Selene y Hécate.
Cada una de ellas representaba un aspecto diferente del satélite: las dos primeras personificaban, respectivamente, sus fases creciente y llena –las más benignas, que ofrecían a la humanidad un resplandor benéfico–; mientras que a Hécate, en cambio, le correspondió un perfil mucho más siniestro, ya que representaba la luna nueva, la oscuridad total, y por ello se la consideraba soberana de las almas de los difuntos, presente en el nacimiento y la muerte de cada humano, es decir, los momentos en los que el alma se unía al cuerpo y se separaba de él.
– La hechicería y su relación con la Luna
No es de extrañar que su figura se asociara con la hechicería, y, más concretamente, con la practicada por mujeres, una noción que iba a seguir desarrollándose en los siguientes siglos. De hecho, las tradiciones lunares continuaron ligadas al sexo femenino durante la Edad Media.
A pesar de las advertencias de los representantes de nuevos cultos oficiales, la adoración proseguía, bien en forma de oraciones y ceremonias o de la elaboración de pasteles de avena como ofrenda a la diosa.
Pasteles que, por cierto, continuamos consumiendo hoy en día, ya despojados de sus connotaciones místicas originarias, y que son fácilmente reconocibles por su forma de cuarto creciente; el motivo por el que en Francia recibieron el nombre de croissants (‘crecientes’).

– Representación de culturas y lo religioso
Walker no se olvida de citar la enorme influencia que este símbolo lunar tuvo en la Arabia preislámica, ya que pasó a representar a todo el país, y sigue haciéndolo en la actualidad.
El islam no se portó de forma muy distinta al cristianismo a la hora de absorber los símbolos y mitos anteriores a su llegada, comenzando por Manat, la Madre Luna de La Meca, que en principio protegía a todos sus hijos, quienes se referían también a ella como Al-Lat, ‘la diosa’.
Según escribe Walker, “ahora se ha masculinizado como Alá, que prohíbe a las mujeres entrar en los mismos altares que fueron en otro tiempo fundados por sacerdotisas de la Luna”.
Esta masculinización de las principales religiones, donde las diosas originarias cambiaron de sexo o simplemente desaparecieron, iba a acabar convirtiéndose en una ofensiva en toda regla contra los cultos femeninos, con la diosa luna en cabeza. Poco a poco, su influencia fue perdiendo sus dones benéficos hasta convertirse en un ente del que convenía guardarse.
. El paso decisivo del tiempo junto a la Luna
El historiador Francés Jean Delumeau, en su obra «El miedo en Occidente» (1979), recuerda que, ya desde la antigüedad, numerosas civilizaciones “atribuyeron a las fases de la luna un papel decisivo sobre el tiempo, así como sobre el nacimiento y el crecimiento de los humanos, de los animales y de las plantas”.
Durante la Edad Media –del siglo V al siglo XV–, esta creencia permanecía vigente y el estado del satélite determinaba el momento propicio para recoger las cosechas, cuidar a los animales y, desde luego, contraer matrimonio.
El Renacimiento –siglos XV y XVI– no mejoró las cosas, ya que en Europa se tenían en cuenta las fases de la Luna para actividades tan diversas como “cortarse el pelo o las uñas, tomar una purga, practicar una sangría, partir de viaje, comprar o vender e incluso comenzar una enseñanza —nos cuenta Delumeau.
Y añade—: En la Inglaterra del siglo XV era también una imprudencia casarse, o ir a vivir a una casa nueva, cuando la luna menguaba”.
. Los lunáticos y la caza de brujas
Otros de sus efectos era producir la locura –origen del término lunático– e incluso la peste cuando estaba en conjunción con otros planetas.
El concepto de deidad regidora del tiempo quedó en el olvido, y “en la Europa del inicio de los tiempos modernos son sobre todo los aspectos negativos de la luna los que se subrayan, precisamente en la medida en que es cómplice de las fechorías de la noche”, apunta Delumeau.
No era, desde luego, el mejor momento para adquirir semejante fama, si se considera que, casualmente o no, esa concepción coincidió con los inicios de la caza de brujas en numerosos países del Viejo Continente.
La conjunción luna-noche-mujer nunca tuvo efectos tan funestos, ya que la inmensa mayoría de los condenados por brujería fueron personas del sexo femenino, y en todas sus presuntas confesiones la noche y la luna aparecían como sus principales aliadas.
Era una fusión de los antiguos mitos de diosas nocturnas con la presunta existencia de sectas paganas que adoraban al diablo, aparecida a principios de siglo XV.
La creencia en Selene, Hécate y Diana se metamorfoseó en adoración satánica. Y los aquelarres, o reuniones de brujas y brujos, tenían lugar siempre de noche, aunque la presencia de la luna llena no se señalaba como un componente imprescindible para su convocatoria.
Y, con todo, todavía en el siglo XVII se encuentran testimonios del culto a este astro en Irlanda y la Baja Bretaña, donde pueblos evangelizados siglos atrás seguían arrodillándose ante la luna nueva para rezar el padrenuestro.

. El cambio de la imagen de la Luna durante el romanticismo y el humanismo
Nuevas corrientes sociales, religiosas y culturales, tan variadas como el humanismo –ligado al Renacimiento– y el romanticismo –surgido a finales del siglo XVIII–, fueron contribuyendo, cada una a su manera, a dar un importante giro.
La invención del telescopio había puesto el satélite mucho más cerca del ojo de los estudiosos, sustituyendo aquella aura mitológica que presagiaba desastres y epidemias por una exploración cada vez más precisa de sus características físicas y orbitales, mientras que los prodigios de las revoluciones industriales concibieron las primeras fantasías literarias sobre la posibilidad de que, alguna vez, el hombre llegara a hollar su superficie.
. Las leyendas de la Luna en las predicciones actuales
Hoy, los mitos lunares parecen ajenos a las mentes del siglo XXI; y, con todo, no podemos olvidar el revuelo causado en las redes sociales, y en no pocos medios considerados serios, cada vez que, en los últimos años, se ha producido el fenómeno de la superluna.
Las explicaciones de astrónomos y expertos en el satélite apenas han servido para borrar la oleada de predicciones nefastas.
Y es que el poder de la Luna ha alimentado leyendas durante demasiado tiempo como para que eso desaparezca de la noche a la mañana. Mientras, aquí seguimos, esperando la próxima superluna o el próximo eclipse lunar sin más preocupación que la posibilidad de que las nubes nos roben la oportunidad de disfrutar de sus vistas en el cielo.
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El Marqués de Sade, biografía de un ícono de la maldad…

La mente es maravillosa(E.Sánchez) — Lo que convirtió al Marqués de Sade en un ícono de la maldad fueron sus obras literarias. Aunque estas describen perversiones sexuales, no fue él quien las inventó y lo que su entorno no le perdonó fue exponer públicamente algo que ocurría solo en secreto.
El Marqués de Sade es una figura frente a la que existe un cúmulo de leyendas, la mayoría de ellas falsas o sin fundamento. Básicamente su gran “pecado” fue pensar en el sexo y escribir sobre el sexo, de una manera que desafiaba los tabúes y las hipocresías de su época.
Si lo que hubiera puesto en sus escritos fuera absurdo, o “loco”, como lo llamaron, simplemente hubiera sido ignorado. Las reacciones duras, y hasta violentas en su contra llevan a pensar que, muy por el contrario, su obra no era tan descabellada, sino que trataba acerca de aquello de lo que nadie quería hablar.
El nombre del Marqués de Sade pasó a la historia porque se convirtió en la manera de nombrar una perversión sexual. El sadismo se define como la obtención de placer sexual, mediante actos de crueldad contra otra persona. Esto no es exactamente lo que está en las obras del famoso marqués, pero así quedó establecido por la historia.
– La infancia y juventud del Marqués de Sade
El nombre del Marqués de Sade era Donatien Alphonse François de Sade. Nació en París el 2 de junio de 1740. Venía de una familia noble, emparentada con la dinastía Borbón. Debido a las labores de su padre como diplomático, desde los 4 años quedó a cargo de su abuela y de sus tías paternas.
Más adelante, uno de sus tíos, Jacques François Paul Aldonce de Sade, libertino reconocido, se lo llevó con él para encargarse de su educación. Se le asignó como tutor a Jacques Francois Amblet, quien lo acompañó durante gran parte de la vida.
Cuando el famoso Marqués de Sade tenía apenas 16 años, participó en una de las batallas de la Guerra de los Siete Años. Su actuación destacada lo llevó a convertirse en capitán en la caballería de Borgoña.
Luego volvió a París y se le obligó a casarse con Renèe-Pélagie Cordier de Launay de Montreuil, a pesar de que estaba enamorado de otra joven. Poco después del matrimonio comenzaron los escándalos.
– La leyenda negra del Marqués de Sade

Poco después de su matrimonio, el Marqués de Sade comenzó formalmente su carrera como escritor.
El 1763 fue arrestado durante 15 días, aparentemente por haber elaborado un escrito con alto contenido sexual.
También por aquel entonces tuvo varias amantes y se rodeó frecuentemente de prostitutas.
Dos años después, tuvo lugar el famoso escándalo de Arcueil. Según la prostituta Rose Keller, el Marqués de Sade la había azotado y torturado.
El hecho tuvo muchas repercusiones y la leyenda popular fue agregando detalles ficticios, hasta el punto de que realmente no se supo qué pasó. Sade pasó siete meses en prisión por ello.
Luego tuvo lugar el “caso de Marsella”. Sade fue acusado de sodomía y de intentar envenenar a unas prostitutas. En realidad, les había dado un afrodisiaco, en medio de una orgía. Aunque nadie murió, de todas maneras se le acusó de intento de asesinato, fue preso y condenado a muerte. Duró 13 años confinado, primero en la prisión de Vincennes y luego en La Bastilla.
Esto afectó su salud.
– Un final cruel

Con el triunfo de la Revolución Francesa, el Marqués de Sade fue enviado primero a un manicomio y luego dejado en libertad.
Salió de prisión a los 51 años de edad y bastante maltratado físicamente.
Sin embargo, en la época del terror, Robespierre volvió a condenarlo a muerte y se salvó de milagro de la guillotina.
Al salir de prisión quedó prácticamente en la indigencia.
Sus obras despertaban enorme aprehensión, ya que en ellas describía violaciones sexuales, parafilias y toda suerte de perversiones. Napoleón en persona arrojó la novela Justine a la hoguera y dijo que era “el libro más abominable jamás engendrado”.
También en aquella época muchos de los escritos del Marqués de Sade fueron destruidos, por lo que buena parte de su obra se perdió.
En 1801, el régimen napoleónico lo acusó de “demencia libertina” y lo confinó en un asilo para locos. Su familia quemó lo que quedaba de su obra, cuando el Marqués de Sade murió, en 1814.
Varias generaciones de escritores, especialmente los de la corriente surrealista, rescataron la obra de Sade y le otorgaron un gran valor. Hasta el día de hoy, las opiniones sobre su trabajo literario no son unánimes. Mientras Breton lo llamó “El divino Marqués”, Bataille señaló que su obra era una apología del crimen.
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Un hallazgo sin precedentes en la Capilla Sixtina: identifican a María Magdalena en el Juicio Universal pintado por Miguel Ángel…

Muy Interesante(E.Couto) — Desde la Edad Media hasta el Barroco, la figura de María Magdalena ha ocupado un lugar central en la iconografía cristiana. A lo largo de la historia del arte, se ha representado como penitente, apóstola y símbolo de redención y transformación espiritual.
Una nueva propuesta de lectura del Juicio Universal de la Capilla Sixtina afirma haber identificado a María Magdalena en la obra magna de Miguel Ángel.
– La relevancia de María Magdalena en el arte cristiano
. La riqueza iconográfica de la Magdalena
Identificada en la tradición occidental con tres personajes del Nuevo Testamento—la mujer que ungió los pies de Jesús, María de Betania y la mujer poseída por demonios—, la figura cultural y teológica de María Magdalena ha crecido a lo largo de los siglos. De hecho, se trata de uno de los personajes más representados en la historia del arte cristiano.
Su iconografía ha variado para acoger todos los aspectos de su figura. Desde la mujer penitente cubierta de cabello en el desierto hasta la testigo de la Resurrección, su versatilidad refleja las inquietudes espirituales y sociales de cada época.

– María Magdalena en la Capilla Sixtina
. La capilla más famosa del Vaticano
El hallazgo en la Capilla Sixtina no solo enriquece nuestra comprensión del arte de Miguel Ángel. También subraya la importancia de María Magdalena como símbolo de esperanza y redención en el arte del Renacimiento.
Construida entre 1473 y 1481 por el arquitecto Giovanni de Dolci bajo el papado de Sixto IV, la Capilla Sixtina es célebre por sus frescos de impresionante complejidad teológica y artística. Miguel Ángel, quien trabajó en su bóveda entre 1508 y 1512, y más tarde en el Juicio Universal (1536-1541), transformó este espacio en un relato visual del Génesis, la salvación y el destino humano.
Su monumentalidad y simbolismo la han convertido a la Capilla Sixtina en un lugar central tanto para la fe como para el estudio del arte y la teología.
. Sara Penco, la restauradora que ha identificado a María Magdalena
Sara Penco es una restauradora y experta en arte renacentista con una trayectoria de más de dos décadas. Graduada en la Universidad de Florencia, su labor se ha centrado tanto en el análisis técnico como en la interpretación iconográfica de obras renacentistas.
Penco ha explicado que su pasión por el arte no solo radica en su restauración física, sino también en desentrañar los significados ocultos que los artistas dejaron en sus obras.
En 2024, Penco publicó Maria Maddalena nel Giudizio di Michelangelo, un libro que reúne los resultados de su investigación sobre la posible presencia de María Magdalena en el fresco del Juicio Universal. Combinando el análisis iconográfico, las técnicas de restauración digital y las fuentes teológicas, la restauradora ha conseguido argumentar su sorprendente interpretación.

. ¿Dónde está María Magdalena?
En su estudio, Sara Penco saca a la luz la figura de María Magdalena que se encuentra oculta en el complejo entramado del fresco. Según la restauradora, Miguel Ángel habría representado a Magdalena no como una penitente convencional, sino como una figura de intercesión y esperanza en el contexto del Juicio Final.
El libro aborda también la relación simbólica entre la Magdalena y otros personajes clave del fresco. La autora sugiere que su inclusión en el Juicio final podría vincularse a las influencias teológicas de la época y a las tensiones religiosas del Renacimiento tardío.
Según el análisis de Penco, María Magdalena se encuentra a la izquierda de Jesús, cerca de los santos y mártires que interceden por las almas en el juicio. Su figura destaca por su postura dinámica y su mirada dirigida hacia Cristo, lo que sugiere un papel de mediadora entre los condenados y los salvados.
A diferencia de otras representaciones tradicionales de la Magdalena como penitente, aquí aparece con una actitud de intercesión activa y empoderada. Lleva un manto de tonos cálidos, quizás como símbolo de su conversión y devoción. También sostiene un pequeño frasco que podría aludir a los óleos con los que ungió a Jesús.
La posición de Magdalena en el fresco contrasta con las representaciones tradicionales, donde suele aparecer como penitente. En este contexto, Miguel Ángel parece presentarla como una figura empoderada que subraya su rol de «apóstola de los apóstoles», tal como se la denominó en el Evangelio de Juan y en los textos apócrifos.

– El proceso de identificación
. Técnicas digitales y análisis de fuentes
El hallazgo de Penco se basa en un enfoque interdisciplinario. Primero, se utilizaron métodos de restauración digital para examinar detalles ocultos en el fresco. La espectroscopía infrarroja, por ejemplo, permitió analizar capas ocultas de pintura.
A través de esta técnica, pudo resaltar características anatómicas y cromáticas que habían sido oscurecidas por el tiempo y las restauraciones previas.
Las conexiones de la representación de María Magdalena en la Capilla Sixtina con otras tradiciones iconográficas del siglo XVI, además, ofrecen un marco teórico que refuerza su hipótesis. Así, la identificación de María Magdalena que propone Penco se apoya en tres pilares principales, claramente fundamentados en análisis interdisciplinarios.
. El análisis iconográfico
Penco argumenta que la figura en cuestión, que se ubica a la izquierda del Cristo juez, presenta rasgos asociados con la Magdalena en la tradición artística. Son ejemplos de esto el cabello largo y suelto y la expresión de devoción intensa.

. El contexto teológico
El Renacimiento tardío estuvo marcado por una serie de debates alrededor de la redención y el papel de las figuras bíblicas femeninas. Según Penco, Miguel Ángel habría incluido a María Magdalena como símbolo de misericordia divina, en contraste con el rigor del juicio final representado en el fresco.
. Las fuentes históricas
Penco consultó la correspondencia y los escritos contemporáneos de Miguel Ángel que sugieren su interés por la figura de María Magdalena. Además, analizó textos de teólogos como Savonarola, cuyas ideas sobre el arrepentimiento pudieron influir en la obra del artista.
– Un hallazgo relevante para la historia del arte
La identificación de María Magdalena en el Juicio Universal de Miguel Ángel representa un avance significativo tanto en el estudio del arte renacentista como en la comprensión de la iconografía cristiana. Gracias a la propuesta de Sara Penco, se nos invita a reconsiderar la complejidad y riqueza simbólica de una de las obras maestras más estudiadas de la historia del arte.
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«Yo fui el guardaespaldas de Whitney Houston de la vida real»…

BBC News Mundo(N.Bryan) — Puede que Whitney Houston haya sido una de las cantantes más aclamadas de su generación, pero cuando le pidieron a David Roberts que fuera su guardaespaldas no quedó precisamente deslumbrado.
«Whitney Houston, ¿quién es él?», recuerda haberse preguntado en aquel momento el exsargento de policía convertido en escolta.
Pasó seis años protegiendo a la fallecida superestrella mientras ella viajaba por el mundo y cree que fue la inspiración para la película «The Bodyguard» (El Guardaespaldas), protagonizada por Houston y Kevin Costner en 1992.
«Fue una revelación, teniendo en cuenta que soy de una comunidad agrícola en el extremo norte de Gales, la península de Llyn».
«Y ahí estaba, viajando por todos lados con posiblemente una de las personas más famosas del mundo, por lo que fue una experiencia bastante interesante», dijo el hombre de 72 años, hablando desde su casa en Palm Beach, Florida.
Veinticinco años después, escribió un libro sobre la temporada que pasó con la estrella, quien murió a los 48 años en 2012.
Roberts se unió a la policía de la Real Fuerza Aérea en 1968 y sirvió en Irlanda del Norte antes de unirse a la policía de Gales del Norte en 1972.
Más tarde fue transferido a la Policía Metropolitana y concluyó su servicio en 1988 como sargento, brindando protección a los dignatarios y jefes de estado visitantes.

– «La voz de un ángel»
Cuando Roberts trabajaba para la embajada estadounidense en Londres en 1988, conoció a Houston después de que ella volara al Reino Unido.
La recuerda como «una joven muy sofisticada, educada, inteligente y tímida».
«Me impresionó singularmente», dijo. «Su belleza era excepcional, incluso después del largo vuelo de Nueva York a Londres».
Antes de la reunión, su hija le había puesto al día sobre su carrera y él compró algo de su música.
«Ella tenía la voz de un ángel, claramente», dijo. Ambos «se llevaron muy bien» desde el principio.
El trabajo inicial fue de tres meses, pero luego le pidieron que fuera el director de seguridad de su gira por el Medio Oriente.

«No puedo imaginar una personalidad de alto perfil y con tanta demanda que fuese más fácil de proteger».
Dijo que ella pasó la mayor parte del tiempo en su habitación de hotel hablando por teléfono con su entonces novio, el comediante Eddie Murphy.
«Es tan divertido fuera del escenario como dentro del escenario, es un gran tipo, me gusta», dijo Roberts.
– La vida de una estrella
Más tarde, Roberts fue testigo de la tumultuosa relación de Houston con el cantante Bobby Brown, con quien se casó en 1992 y estuvieron juntos durante 15 años.
«Para mí es sorprendente que haya durado tanto», dijo David.
«De hecho, el día de la boda todas las personas que estaban involucradas en la seguridad dijeron: ‘Está bien chicos, volveremos aquí el año que viene para la fiesta de divorcio'».
«Realmente no pensamos que duraría y, sin embargo, ella demostró que todos estábamos equivocados».
En cuanto a su propia relación con la megaestrella, dijo que llegó a conocerla «hasta el punto de que había muy poca necesidad de conversar cuando estábamos en público».
«La miraba y sabía lo que estaba pensando y lo que quería, o si estábamos entre una multitud o sentía un tirón en la parte de atrás de mi chaqueta, teníamos que irnos».
«Siempre existe ese nivel de sinergia entre el protector y el protegido», aseguró.
Roberts registraba a Houston en hoteles usando el nombre de Rachel Marron, el personaje que la artista interpretaría en The Bodyguard.
Sin embargo, Roberts insistió en que no todo en la película es tan fiel a la vida real.
En el filme, los personajes de Costner y Houston se involucran en un romance, pero él insistió en que él era «más como un tío amable» para la estrella.

– Amenazas potenciales
Cuando se le pregunta si habría muerto por ella, es inequívoco.
«Por supuesto», dijo. «Si hice mal mi tarea, si me equivoqué en la evaluación de amenazas o en la gestión de riesgos o en la preparación, entonces sí, habría pagado por eso».
Y había muchos riesgos que evaluar.
Durante la gira por el Medio Oriente, Roberts contó que había alrededor de 50 fanáticos que eran considerados como una amenaza potencial.
«Los fans obsesionados no sólo estaban felices de verla, no sólo felices de estar en su presencia, querían una parte de ella, y ahí es cuando se vuelve un poco tedioso desde mi perspectiva», explicó.
«Teníamos uno que escribía todo tipo de comentarios sobre trastornos mentales en papel higiénico. Había un tipo en Australia que solía enviar su ropa interior y calcetines sucios».
Dijo que ese hombre había escrito que iba a estar en su show en Sydney.
«Nos dio el número de su asiento y nos avisó que cuando ella cantara el bis, Greatest Love of All, él subiría al escenario y ‘la llevaría a encontrarse con su madre en el cielo'».
Estuvo rodeado por agentes encubiertos pero el concierto terminó sin problemas.
«No se movió, no mostró ningún signo de emoción», dijo Roberts. «Ella terminó de cantar, él se puso de pie, se fue y nunca más hemos sabido de él desde entonces».

– El costo personal
Esta visión del mundo de los megafamosos dejó a Roberts preguntándose por qué tantos jóvenes persiguen el estrellato.
«Para mí fue evidente desde el principio que ese nivel de fama es un precio demasiado caro de pagar».
Dijo que el único momento en que podía lograr algún tipo de vida normal era cuando estaba con amigos y familiares o en una habitación de hotel. «De lo contrario, nada era normal».
Roberts afirmó que los años que pasó junto a Houston por todo el mundo «tuvieron un costo» para él también.
Cuando se le preguntó si se refería a sus relaciones personales, dijo: «Tendrías que preguntarle a cualquiera de mis tres esposas, no estoy del todo seguro».
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2025: tres milenios de la muerte del gran pesimista o ‘Eclesiastés’

JotDown(P.M.Buitrago) — Supongamos que vivimos tiempos de incertidumbre. Tiempos en los que mucha gente se siente ansiosa y sola. Por supuesto, es un puro imaginar, como si el consumo de ansiolíticos estuviese disparado, un experimento mental en el que muchas personas se agobiaran ante la amenaza de inminentes catástrofes, personales y colectivas.
Un tiempo de odio sectario mezclado con escepticismo y hasta cinismo respecto al conocimiento que se pretende valioso. Un tiempo abisal, levemente aplacado y devuelto a la tierra por los espectáculos deportivos, la frivolidad turística, el rebaño ideológico o la escapatoria y el feedback que proporcionan las redes sociales.
Un tiempo como el descrito pondría los pelos de punta a cualquiera, pero tenemos la suerte infinita de que nos ha tocado una época distinta y mejor, gobernada por la fraternidad. ¡Qué fortuna vivir sin la necesidad de estar constantemente asomados a ese abismo! Gracias a ello, podemos darnos el lujo de visitar otras épocas, esta vez sí, turbulentas.
Aterricemos en Tesalónica, en torno al año 50 de nuestra era.
En Tesalónica existía una comunidad judía, y era una comunidad presa de gran agitación espiritual. Algunos de sus miembros, no se sabe cuántos, habían abrazado el cristianismo. Es posible que algún gentil también se hubiese sumado ya a la fe en Cristo.
Y, sin embargo, terribles y acuciantes dudas les corroían: ¿qué pasa con la vida después de la muerte? ¿qué les ocurrirá a los vivos cuando se produzca la segunda venida del Señor? Desde luego, no eran cuestiones baladíes.
Nosotros vivimos una época tan feliz que nos resulta muy difícil ponernos en el pellejo de congéneres que expresaban tales preocupaciones. De hecho, para nosotros la muerte es prácticamente un tabú, pues arruina lo importante, que es nuestra felicidad justamente lograda.
Pues bien, los nuevos cristianos de Tesalónica tuvieron la inmensa fortuna de contar como predicador y guía espiritual al que probablemente sea el personaje más importante de la historia de Occidente, o al menos el más optimista, el que será conocido por la posteridad como san Pablo.
Saulo Pablo fue judío de la diáspora, ciudadano romano, azote de los cristianos, converso y, lo más importante, el gran responsable de que el cristianismo pasase de anecdótica secta judía a religión mundial.
Recorrió miles de kilómetros a pie por caminos más peligrosos que un robo a la mafia, predicando lo que él entendió o quiso entender que era el cristianismo. Por desgracia, todos los caminos llevan a Roma y allí acabó, decapitado. No eran tiempos suaves, pero todavía sorprende la crueldad romana, a la que tanto debemos. Ya se sabe, el precio de la civilización y tal.

Años antes de ser dividido contra su voluntad en dos partes desiguales, el optimismo de san Pablo tomó la pluma para responder a las dudas de la comunidad de Tesalónica.
Se trata probablemente del texto cristiano más antiguo que se conserva, apenas dos décadas después de la muerte de Jesús. Tranquiliza así:
Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre.
Versículo 17 del capítulo cuarto de esta primera carta a los tesalonicenses, para quien desee referencias. Esto es lo que se llama una buena nueva, una noticia positiva.
Nos suena extraño porque nosotros ya no recibimos informaciones de este cariz: no las necesitamos.
El Madrid sigue ganando copas de Europa y ese lugar donde se baña aquella muchacha de Instagram en tanga tiene pinta de ser el cielo en la tierra. Todo marcha como debe en este recóndito lugar de la amable inmensidad del cosmos.
De modo que tenemos una época rebosante de felicidad y armonía, la nuestra, y tenemos otra época de acuciantes dudas existenciales y ultraterrenas que eran aplacadas por el optimismo creyente en una inminente fusión con el reino celestial, la cristiana primitiva. Es momento de realizar la última parada, motivo de este artículo.
Estamos en Jerusalén, año 975 a. C. Ha muerto el rey Salomón, sabio entre los sabios. También se ha dicho que murió el 932, el 931 y, según recientes estudios, el 928. Prefiero no discutir y quedarme interesadamente con la primera fecha, pues en este 2025 clavaríamos los tres mil años.
No importa. Como tampoco importa que Salomón no sea el autor del Eclesiastés, escrito probablemente siglos después de su deceso, a pesar de que así arranca:
Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
Sí es relevante, en cambio, el hecho de que el Eclesiastés sea considerado, o eso espero, como el principal de los libros sapienciales del Antiguo Testamento. Se trata de un libro que no carece de contradicciones, pues posee versículos sueltos (como el séptimo del capítulo 12, por ejemplo), donde se puede atisbar un rayo de esperanza y trascendencia. Bien está.
No obstante, su tono es diáfano, me parece, para cualquier lector distanciado: es un libro escéptico, relativista, pesimista, descorazonador y carente de esperanza en la humanidad y su salvación.
No casa con el cristianismo ni tendría por qué. A veces parece dulcemente epicúreo, y otras, estoico y hasta cínico, pero navega con mayor frecuencia en la negrura del descreído, del que está de vuelta de todo y anda bastante quemado ya.
Algo muy distinto del optimismo que necesitaban los tesalonicenses o el que nosotros hemos logrado con tanto esfuerzo, que incluso nos cuesta imaginar cómo sería una sociedad infeliz.

El título del libro viene a significar «el predicador», «el orador», «el maestro» («The teacher», lo traducen los anglos, así como traducen en esta obra «vanidad» como «sinsentido», «meaningless»).
Es todo un testimonio.
Para los brutos atrincherados y amantes del sentido literal, que tanto abundarían hoy si no fuera porque vivimos en el mejor de los mundos posibles: no hay que tomarlo al pie de la letra, ni como verdad con mayúsculas.
Sin duda parece lo que es: el lamento de un hombre baqueteado, de un hombre que quiso alcanzar la sabiduría y acabó como Ícaro, estrellándose por volar donde no debía, o al menos eso es lo que dice reconocer.
A mí me gusta porque parece herido y sincero.
Y por eso invito a la lectura de este libro, que es breve y genial en la traducción inigualable del Reina Valera, versión de 1960. Me permito compartir diez fragmentos para cerrar este texto, y que creo son buena muestra de que el traje del Eclesiastés tiene abundante tela que cortar, desde nuestra igualación con el resto de animales a la visión cíclica de la historia, pasando por todo lo demás:
1- Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: ¿He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
2 – Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
3 – Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
4 – Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
5 – Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
6 – Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
7 – Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
8 – Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días. No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte? No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo?
9 – Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso. He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón; lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas estas nunca hallé.
10 – Y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
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Odette Hallowes, el ama de casa que por un error terminó siendo una heroína de la Segunda Guerra Mundial…

BBC News Mundo — Odette cometió un error, de esos que no son muy grandes, pero que cambian el curso de la vida.
Estando en Somerset, donde se había mudado desde Londres con sus tres hijas cuando su esposo, Roy Sansom, se alistó para luchar en la Segunda Guerra Mundial, escuchó en la radio un llamado del Almiraltazgo británico.
«Si has pasado las vacaciones en el extranjero, vuelve a mirar esas imágenes. No envíes las fotografías todavía, pero escribe al Almirantazgo e indica claramente dónde fueron tomadas», decía el anuncio transmitido por la BBC.
Se estaba empezando a planear el Día D y, como no podían enviar ni personal ni aviones de reconocimiento para cartografiar la costa norte europea, dependían de que la gente enviara fotos o postales para tener una idea de dónde sería mejor desembarcar sus tropas.
Odette, quien era francesa, había estado ansiando la oportunidad de ayudar a su patria así que escribió que, aunque tenía pocas fotografías, conocía bien Boulogne y estaba a la orden si podía ayudar.
Sólo que se equivocó: en vez de enviar la carta al Almiraltazgo, se la mandó al Ministerio de Guerra.
Y de alguna manera, llegó a manos de Selwyn Jepson, el novelista, que en aquel momento estaba reclutando para la sección francesa de la Dirección de Operaciones Especiales (SOE, por sus siglas en inglés).

Conocida también como «el ejército secreto de Churchill», era un servicio clandestino de alto secreto que ayudaba a los movimientos de resistencia locales, llevando a cabo espionaje y sabotaje en territorios controlados por el enemigo.
Jepson mandó a llamar a Odette y, tras unos minutos de conversación en francés, le quedó claro que ella podría pasar desapercibida en Francia, y detectó su apasionado patriotismo anglo-francés.
Ella, por su parte, estaba estupefacta.
«Pensó que se habían equivocado de persona: ella era una madre de tres hijas pequeñas y no tenía ninguna de las habilidades que imaginaba requierían», le contó a la BBC su nieta Sophie Parker.
Pronto se dio cuenta de que lo sabían, y de que, no obstante, la propuesta iba en serio.
Unirse a ese ejército clandestino significaba abandonar a sus hijas y poner en peligro su propia vida.
Tras un examen de conciencia, aceptó.
A sus hijas les dijo que se iba a Escocia por un tiempo a ayudar a ganar la guerra, y las dejó en un internado y bajo el cuidado de su tía.
«La SOE fue genial para ayudarla con eso. Escribió cartas, tarjetas de cumpleaños y de Navidad con anticipación, y se hicieron arreglos para que se las fueran enviando a las niñas».
Y comenzó el entrenamiento de la SOE.

«Aprendió sobre codificación y decodificación. A moverse sin que nadie lo notara, a despistar a alguien si la estaban siguiendo, qué hacer si la capturaban, cómo encontrar sitios de aterrizaje adecuados para los aviones aliados…
«Aprendió de todo. Muchos agentes fueron entrenados en explosivos y a usar armas», relató Sophie.
«Cuando pienso en mi hermosa y menuda abuela usando una gran variedad de armas, me resulta difícil racionalizarlo».
Tras varios intentos fallidos de llegar a Francia en avión, Odette, quien tenía poco más de 30 años, finalmente pisó suelo francés en noviembre de 1942.

Peter Churchill (izq), líder de la red de secciones a la que se unió Odette (der) en Francia.
El circuito que la recibió, cuyo nombre en código era «Spindle», estaba dirigido por Peter Churchill, un hombre educado en Cambridge de modales agradables y una actitud alegre ante la vida.
Su equipo trabajaba con grupos de resistencia locales a espaldas de la policía secreta alemana, la Gestapo.
Odette era mensajera, una de las actividades más peligrosas de la guerra.
Las mensajeras que operaban en la Francia ocupada tuvieron la segunda tasa más alta de mortalidad de los Aliados: 42%, solo por detrás del 45% del Mando de Bombardeo.
«Hacía su trabajo a la vista de los oficiales de la Gestapo que estaban por todas partes», apunta su nieta.
A menudo en bicicleta, transportaba dinero o llevaba mensajes.
También ayudaba a organizar los sitios de aterrizaje de los lanzamientos de paracaídas, y buscaba casas seguras para el operador de radio Adolphe Rabinovitch, quien estaba constantemente en la mira de la Gestapo pues sabía que el éxito de la SOE dependía de la transmisión de mensajes.

«En una de sus misiones más importantes, fue enviada a Marsella, que estaba absolutamente repleta de agentes de la Gestapo, para llevar dinero y recoger planos de los puertos de la ciudad.
«Pero hubo un retraso allí, y tuvo que quedarse.
«Su contacto le dijo que todos los hoteles estaban llenos, pero que la llevaría a donde se iba a alojar… y se detuvieron frente a un burdel», relató su nieta a la BBC.
«‘¡No me digas que me quedo aquí esta noche!’, exclamó. Y él respondió que sí: ‘Es el lugar más seguro para ti porque está lleno de nazis y sería el último lugar en el que pensarían que se escondería un agente secreto'».
En todo caso, sí tuvo un sobresalto, contó Sophie.
Esa noche, la Gestapo empezó a tocar en todas las puertas, pero la Madame del burdel les advirtió: «No entren en esa habitación. Mi sobrina está ahí y tiene fiebre escarlata».
No sería la única ocasión en la que se escaparía por un pelo.
Cuando la Gestapo apretó su red en el circuito Spindle, Odette y su equipo se trasladaron a los Alpes.
Pero su suerte no iba a durar para siempre.
– «Sólo puedo morir una vez»
En abril de 1943, Odette y Peter Churchill fueron arrestados por el famoso agente de contrainteligencia alemán Hugo Bleicher.
«Pensaron que, para que no los mataran, tenían que volverse valiosos de alguna manera para la Gestapo», relató Sophie.
Se les ocurrió pretender que estaban casados y que Peter era sobrino del primer ministro británico Winston Churchill, aunque, a pesar de tener el mismo apellido, no hubiera ningún parentesco.
Puede que la historia les halla salvado la vida, pero no evitó lo que sucedió después.

Odette fue llevada al cuartel general de la Gestapo en París, donde fue interrogada14 veces y torturada horriblemente.
Pero no consiguieron nada.
«Estaban desesperados por encontrar información sobre su trabajo y el paradero de su operador de radio y de otro agente nuevo».
Ella no traicionó a Rabinovitch ni a Francis Cammaerts, que acababa de llegar para unirse al circuito, y que luego fue uno de los más distinguidos agentes de la SOE.
«Nos dijo que sencillamente tomó la decisión de que no iba a revelar nada», contó su nieta.
A pesar del dolor insoportable, encontró una manera de escapar mentalmente de su situación.
«Nos contó que la Gestapo cometió un error crucial cuando la estaban torturando, y fue que giraron la silla en la que la obligaraban a sentarse, de modo que quedó frente a una ventana.
«Y a través de ella, podía ver las copas de los árboles».
«La primera vez, el día era muy hermoso», le contó su abuela.
«Abrieron la ventana y empezaron a arrancarme las uñas de los pies. Miré a lo lejos, a los árboles, y pensé que me alejaría de donde estaba, y que me perdería en el cielo».
«Es extraño pero apenas aceptas la muerte, todo está bien», le dijo Odette a su nieta.

En junio de 1943, fue condenada a muerte por dos cargos: por ayudar a la Resistencia francesa y por ser agente británica.
«Entonces tendrá que decidir por qué cargo me van a ejecutar, porque solo puedo morir una vez», le dijo al juez.
La enviaron a uno de los lugares más temidos por las mujeres perseguidas de Europa.
– La hoja entrañable
Ravensbrück era el campo de concentración de mujeres más grande de Alemania, y ahí pasó el resto de la guerra.
Fue mantenida en confinamiento solitario, y durante 3 meses y 11 días, en un búnker subterráneo en completa oscuridad.
Para no enloquecer, usó su imaginación.
«En mi mente, conseguía un patrón coser para un vestido. Luego elegía la tela, y empezaba a hacerlo, viendo en mi mente cada puntada», contó Odette.
«Al día siguiente -añade su nieta-, recordaba en qué había quedado, como a medio camino de un dobladillo, y lo retomaba».
Otra estrategia para no dejarse vencer por su realidad fue no descuidar su apariencia.
Hasta rasgó sus medias para, con los trozos, enrollarse el pelo antes de dormir.
«Todos las noches pensaba que la mañana siguiente sería la última, así que quería estar lo más presentable posible».
Pero con el paso de los meses, se desnutrió y enfermó.
Como el comandante de Ravensbrück, Fritz Suhren había oído que era pariente de Winston Churchill y, por ende, podía llegar a tener algún valor, por lo que le preocupó que muriera y permitió que fuera tratada en la enfermería.
Mientras la escoltaban de regreso a su celda, encontró algo que le proporcionaría un gran alivio.
«Estaba caminando por ese vasto y desolado lugar, en el que no había ni un solo árbol a la vista, y de repente vio, a sus pies, la hojita verde más hermosa.
«Tal vez suene muy anodino para ti y para mí, pero en ese sitio tan esteril no había hojas», le cuenta a la BBC Sophie.

Esa hoja tuvo un fuerte impacto en Odette, como explicaría en una entrevista con la BBC en 1951.
«Era una hojita pequeña y le doy gracias a Dios por haberla visto. Mis guardias le prestaron poca atención: no tenían consciencia de su significado.
«Al cerrar la puerta de mi celda, no sabían que yo tenía entre mis dedos un vínculo muy potente con las fuerzas de la vida y la libertad».
A finales de 1944, a pesar de que las fuerzas aliadas lograron avances significativos en toda Europa, Odette todavía estaba atrapada en Ravensbrück, donde su salud se seguía deteriorando.
Escribió:
«Ravensbrook, 25 de diciembre de 1944.
«La nieve cae y cae delicadamente, como con respeto en el horno crematorio. Los ruidos del campamento se amortiguan. Las paredes de mi celda están teñidas de rosa por las grandes llamas que brotan de la monstruosa chimenea.
«Creo que es mi última Navidad. Fui condenada a muerte y de todos modos estoy muy enferma, pero no aceptaré morir sin luchar hasta el final de mis fuerzas.
«Antes de acostarme por la noche, contemplo mis tesoros: mi libro de oraciones, mi pequeña reliquia y una hojita recogida en el patio donde no hay árboles, sin duda, llevada por el viento, y para mí, evidencia del milagro de la naturaleza«.
– La larga serie de milagros
En la primavera de 1945, las fuerzas aliadas habían entrado en Alemania y estaba claro para los responsables de Ravensbrück que el final estaba cerca.
Un día, unos guardias armados llegaron a la celda de Odette y le dijeron que dejara todo ahí y fuera con ellos.
Ella metió su atesorada hoja en su libro de oraciones y se la llevó camino a lo que creyó sería su muerte.
Para su sorpresa, el comandante Suhren la metió en su elegante coche deportivo y la llevó hasta las líneas estadounidenses.
Pensó que si entregaba a su más importante prisionera, la que creía era la sobrina de Winston Churchill, podía ganar algo de clemencia.

Cuando llegaron, los estadounidenses le entregaron una pistola a Odette para que fuera ella quien arrestara a Suhren.
Y luego, le ofrecieron una habitación de hotel para que descansara.
Pero no la quiso
«Dijo: ‘Quiero quedarme afuera, sentir aire fresco en mi cara y ver las estrellas por primera vez en dos años. Quiero sentirme libre'», relató su nieta Sophie.
Sin embargo, antes de irse a disfrutar de su libertad, hizo lo que todo buen espía: apoderarse de todos los documentos que estaban en el auto de Suhren.
Más tarde se utilizaron en los juicios a comandantes, guardias y funcionarios de Ravensbrück por crímenes de guerra, incluido el de Suhren, que fue condenado a muerte por crímenes de guerra y de lesa humanidad y ejecutado en junio de 1950.
– El regreso
Odette regresó a Inglaterra y lo primero que quería hacer era ver a sus niñas.
«Pero estaba gravemente enferma. De hecho, en ese momento le dieron tres meses de vida porque estaba muy desnutrida y había lidiado con muchas enfermedades».
Tras un breve descanso en el hospital, se reunió con sus hijas.
Y en un notable giro del destino, tras divorciarse de su marido, se casó con Peter Churchill, el hombre con el que había pretendido haber estado casada durante la guerra.
Se convirtieron en una pareja de ídolos nacionales, y ella, en la espía más condecorada y la mujer más condecorada que emergió de la Segunda Guerra Mundial.
Una película sobre sus hazañas titulada «Odette» (1950) que fue un considerable éxito de taquilla la hizo aún más famosa.
Pero no era una fama que buscara para sí misma.
«Mis camaradas, que hicieron mucho más y sufrieron más profundamente que yo, no están aquí para hablar. Por eso hablo por ellas», dijo.
Su segundo matrimonio también acabó en divorcio, y luego se casó con Geoffrey Hallowes, otro agente de la SOE, para el resto de su vida.
Odette falleció en marzo de 1995 a los 82 años, pero unos años antes de su muerte viajó a Ravensbrück, esta vez con sus tres hijas, para colocar una placa en honor a cuatro agentes de la SOE que murieron ahí.
Sus nombres eran Denise Bloch, Cecily Lefort, Lilian Rolfe y Violette Szabo.

Casi 25 años después de la muerte de Odette, su nieta Sophie abrió un libro y, entre sus páginas, guardada en un sobre marcado «Ravensbrück 1944», encontró la hoja de su abuela.
«A medida que un día agotador seguía a otro, la hoja se volvía más y más preciada para mí», había contado Odette.
«En algún lugar de los vastos espacios del cielo, se había levantado un viento e, impulsado por una fuerza y una dirección más allá del conocimiento humano, había agitado las ramas de un árbol y había levantado una hoja, la había llevado, y la había depositado suavemente en el suelo de Ravensbrück para que la recogieran manos que tenían tanta necesidad de ella.
«Tuve muchas horas para pensar en la larga serie de milagros que habían hecho que la hoja llegara a mí».
nuestras charlas nocturnas.
¿Los primeros humanos europeos frecuentaban los spas?…

The Conversation(J.M.G.Aguilar/B.M.Navarro/P.P.Barrena) — África oriental muestra una intensa actividad geológica a lo largo del Gran Valle del Rift. Este accidente geográfico, de casi 5 000 kilómetros de longitud, se ha mantenido tectónicamente activo durante los últimos 30 millones de años.
Curiosamente, y pese al riesgo de exposición a terremotos y erupciones volcánicas, alrededor del Rift se encuentran también algunos de los yacimientos paleoantropológicos más importantes del mundo. ¿Coincidencia? ¿Atracción por el riesgo?
En realidad, todo apunta a que se debe al efecto llamada que tuvieron para nuestros ancestros las aguas termales que afloran en este sistema de fallas: los “spas” de la prehistoria.
– Terremotos, volcanes y aguas hidrotermales en el Rift
El Rift abre el Mar Rojo y prosigue en África por el triángulo de Afar en el norte, entre Eritrea y Etiopía, continuando hasta Mozambique por el sur. Como hablamos de un conjunto de fallas de escala litosférica, que cortan la corteza terrestre en toda su profundidad, desgajan el continente africano en dos porciones, a razón de pocos centímetros al año.
La consecuencia será la aparición, dentro de entre cinco y diez millones de años, de una nueva isla en el océano Índico de dimensiones colosales, formada por terrenos que actualmente se ubican en países como Etiopía, Kenia, Tanzania o Malaui, entre otros.
Los volcanes y los terremotos no son los únicos fenómenos geológicos visibles a lo largo del Rift. El escenario se completa con surgencias hidrotermales, esto es, aguas que ascienden desde el interior de la Tierra, normalmente a temperaturas elevadas.
Esas aguas alimentan en parte una cadena de lagos y lagunas alineadas con las grandes fracturas tectónicas de la región, como el cráter del Ngorongoro en Tanzania.
Además, las acusadas diferencias de relieve, superiores a 5 000 metros de altura en el caso del monte Kilimanjaro o el monte Kenia, dan lugar a una gran variedad paisajística y climática en las altiplanicies del Rift. Esto se traduce en biotopos muy diversos, desde sabanas despejadas de árboles a medios densamente forestados, que albergan una elevada biodiversidad, tanto animal como vegetal.

– Las fuentes termales como escenarios de la evolución humana
El singular marco geológico y ecológico del Rift conserva algunos de los yacimientos paleoantropológicos más importantes del mundo. Es el caso de la famosa garganta tanzana de Olduvai. El análisis de estos enclaves ha permitido establecer los principales escenarios de la evolución humana en África, el continente natal de la humanidad, desde hace seis millones años.
Dicha hipótesis, formulada por el paleoantropólogo francés Yves Coppens, codescubridor de la famosa Lucy (Australopithecus afarensis) junto a Don Johanson y Tim White en los años setenta, se ha denominado como “East Side Story”.
La extensión de esta hipótesis permite obtener claves sobre la expansión posterior de nuestro linaje evolutivo hacia Eurasia, ocurrida hace unos dos millones años, como indica el yacimiento de Dmanisi en el Cáucaso.
Así, la coincidencia entre fenómenos geotectónicos y yacimientos fósiles con registro de homininos plantea una cuestión sumamente interesante: ¿podemos pensar en una relación entre las surgencias de aguas termales y el florecimiento de las poblaciones humanas arcaicas en el Rift africano?
Por otro lado, en caso de existir tal relación, ¿sería entonces posible contemplar la hipótesis también en otras regiones del mundo sujetas a un elevado dinamismo tectónico, como ocurre en ciertas zonas de Europa?

– Un spa en la Andalucía prehistórica
Esta hipótesis se contempla en un artículo publicado recientemente por los autores de este texto. En él se han mostrado evidencias de fenómenos hidrotermales en el entorno de un gran lago que existió en la cuenca de Baza (Granada) durante los últimos 5 millones de años, consistentes en la presencia de diversos marcadores geoquímicos y minerales distribuidos de modo irregular en el tiempo y en el espacio.
Tales nodos de actividad hidrotermal aparecen ligados sistemáticamente a las principales fracturas tectónicas de la cuenca de Baza, según un modelo a menor escala del descrito en el Rift africano. Además, la cuenca alberga importantes yacimientos paleontológicos de grandes vertebrados de las épocas Pliocena y Pleistocena.
Dos de estos yacimientos, Barranco León y Fuente Nueva-3, próximos a la localidad de Orce, conservan las evidencias más antiguas de presencia humana en Europa occidental, con una edad en torno a 1,4 millones de años.
Entre ellas, el haberse exhumado ingentes conjuntos de herramientas líticas del modo olduvayense (esto es, como las descritas en la garganta de Olduvai, donde las más antiguas se asocian a Homo habilis), talladas en sílex y caliza. También se han encontrado marcas de corte y percusión efectuadas con ellas sobre los huesos de grandes mamíferos.
En el caso de Barranco León, se exhumó un diente de leche de un individuo que murió con unos diez años de edad.
Este diente es, hoy por hoy, el fósil humano más antiguo de Europa occidental. Por su parte, Fuente Nueva-3 se ha interpretado como un yacimiento originado por el entrampamiento de grandes herbívoros en arenas movedizas, cuyos cadáveres, que carroñearon posteriormente las hienas y los humanos, generaron un auténtico cementerio de elefantes.
La coincidencia en el tiempo y/o el espacio entre estos antiguos nodos de actividad hidrotermal en la cuenca de Baza y la presencia de yacimientos paleoantropológicos relevantes, parece sugerir que las antiguas poblaciones humanas se establecían cerca de las surgencias termales, algunas de las cuales habrían formado lagunas y spas.

– ¿Frecuentaban los spas los primeros europeos?
La cuenca de Baza, al igual que sucede en el Rift africano, muestra durante todo el Plio-Pleistoceno, desde hace más de cinco millones de años y hasta la actualidad, un intenso dinamismo geológico, evidenciado en abundantes fallas tectónicas, surgencias hidrotermales, movimientos sísmicos y abruptos contrastes de relieve.
Esto se traduce en fenómenos geológicos como valles encajados, discordancias sedimentarias, paleosismitas (esto es, evidencias de antiguos megaterremotos), diques de silexitas de origen termal formados in situ y distintos microclimas.
Además, comparte con el Rift la presencia de numerosos yacimientos con abundancia de fósiles de grandes mamíferos. Las ventajas ecológicas, nutricionales y fisiológicas ligadas a la presencia de los spas resultan innegables.
Al igual que ocurre en las poblaciones de macacos que habitan hoy en las montañas de Nagano en Japón, los cuales se sumergen en los periodos fríos en estas aguas calientes para mantener la temperatura corporal, cabría esperar que los antiguos humanos que habitaron en la cuenca de Baza buscasen estos spas como fuentes de calor (donde incluso podrían cocinar alimentos, como se ha documentado en Olduvai), sales minerales y, por qué no, también como lugares de placenteras experiencias.
nuestras charlas nocturnas.
Rabelais, biografía de un sátiro…

La mente es maravillosa(E.Sánchez) — François Rabelais escribió una serie de obras que en conjunto se conocen como “Gargantúa y Pantagruel”, dos simpáticos gigantes que siempre están ávidos de colmar sus sentidos. Con esas historias, Rabelais satirizó a su época y las grandes verdades de su tiempo.
A François Rabelais muchos lo definen como un maestro de lo insólito. En realidad, tanto su vida como su obra lo caracterizan como un agudo sátiro que puso bajo sospecha las verdades indiscutibles de su época y exaltó el mundo de lo humano, por oposición al mundo de lo divino.
Este fabuloso escritor y médico francés pasó a la historia de la literatura por las cuatro novelas de Gargantúa y Pantagruel. Tras su muerte se publicó una quinta, pero muchos ponen en duda la autenticidad de su autoría. Hay quienes afirman que Rabelais fue para Francia lo que Cervantes para España o Shakespeare para los ingleses.
“El tiempo hace madurar todas las cosas. Mediante él, todas se hacen evidentes. El tiempo es el padre de la verdad”.
-François Rabelais-
Lo más llamativo de su personalidad y de su obra es que nunca la crítica se ha puesto de acuerdo en la forma de valorarlas. De Rabelais se dice que fue ateo y creyente; protestante y católico; intelectual y embaucador. De su obra, que es un divertimento o un tratado; que es cómica o filosófica; que es crítica o trivial. Esa múltiple posibilidad de interpretaciones da cuenta de su genialidad.
– Rabelais, ¿un hombre religioso?
Poco se sabe acerca de los primeros años de vida de Rabelais. No hay siquiera certeza sobre la fecha exacta de su nacimiento, aunque probablemente se produjo en 1494, en La Deviniere, cerca de Chinon, al oeste de Francia. Actualmente, allí hay una casita que es visitada como su hogar de origen, pero no hay certeza absoluta sobre ello.

Su padre era Antonio Rabelais, un hacendado pudiente que probablemente era propietario de varios viñedos de la región, en sociedad con un abogado.
François Rabelais fue a dar al convento a muy temprana edad, aparentemente con nula vocación.
En aquel entonces el acceso al conocimiento se daba prácticamente solo a través de las órdenes religiosas.
Lo cierto es que Rabelais estuvo aquí y allá. Primero en un convento , luego en otro.
Comenzó con los franciscanos y luego fue a parar con los benedictinos.
Con todo, su paso por las órdenes religiosas le permitió entrar en contacto con varios de los intelectuales más brillantes de su época y adentrarse en los estudios de teología, latín, griego, astronomía y filosofía.
– Un brillante médico
Rabelais era un hombre desordenado, renuente a seguir disciplinas y, sobre todo, muy crítico intelectualmente hablando. Tampoco era muy dado a mantenerse en el enclaustramiento que le exigía la vida religiosa. Así que más temprano que tarde, dejó de lado los hábitos. Primero fungió como sacerdote secular y luego dejó la vida religiosa.
Hacia 1527 inicia estudios de medicina y en 1530 obtiene su título de médico en la Universidad de París. Se dice que antes de licenciarse ya atendía pacientes, sin estar habilitado para ello.
El Renacimiento avanzaba y Rabelais estaba contagiado por su espíritu. Gracias a sus estudios en lenguas clásicas conoció las obras de Galeno y de Hipócrates, a los que primero profesó gran admiración y luego cuestionó.
En 1532, se estableció como médico en un hospital de Lyon, una ciudad que en aquella época era el centro cultural de Francia. En particular, era el epicentro de la producción editorial. En aquel lugar fue donde Rabelais publicó su primera obra Pantagruel, en ese mismo año, con el seudónimo de Alcofribas Nasier.
– Una obra para la posteridad

El éxito de la obra de Rabelais fue inmediato.
Se vendía como pan caliente en todas partes, al punto que, según se dice, llegó a vender más ejemplares que La Biblia en su tiempo.
Por eso, solo dos años después, el gran escritor francés publicó un segundo volumen con sus personajes Garagantúa y Pantagruel.
Tales personajes no fueron inventados por Rabelais.
Estaban presentes en muchas leyendas populares y también formaban parte de la mitología celta.
Probablemente tenían un halo de divinidad antes de que el cristianismo se impusiera en Francia.
Por eso mismo, el solo hecho de retomarlos tenía algo de herético.
Rabelais quiso poner en escena los vicios y virtudes humanas, valiéndose del humor y exaltando las urgencias de los sentidos, de una forma grotesca y excelsa a la vez, como lo hizo Cervantes con el Quijote. Entre líneas, muchas verdades teologales eran puestas en cuestión y se satirizaban las costumbres imperantes.
La obra le trajo grandes problemas a Rabelais. Varias veces se prohibieron sus libros que resistían múltiples lecturas. De hecho, se salvó de milagro de la Santa Inquisición e iba a ser arrestado cuando lo sorprendió la muerte, el 9 de abril de 1553 en París.
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Los funerales de la Reina Victoria cuando ya era la señora Brown…

Historia Hoy(O.L.Mato) — Cuando, el 25 de enero de 1901, el aún no ungido rey Eduardo VII, el káiser Guillermo ll de Alemania y el príncipe Alberto llevaron el ataúd de Alexandrina Victoria Sajonia-Coburgo-Saalfeld, de la Casa Hannover, a su sepulcro en la capilla de San Jorge en el Palacio de Windsor, era un secreto a voces en el Imperio Británico que estaban enterrando a “Mrs. Brown”, la supuesta esposa de un caballerizo escocés que había servido lealmente a su monarca.
Cuando Victoria nació, era la quinta en la línea de sucesión al trono y, sin embargo, se convirtió en la reina que gobernó por 64 años al Reino Unido –el reinado más largo hasta entonces de la historia de su país, solo superado por la recientemente desaparición de Isabel ll –.
Fue un período en el que Gran Bretaña se convirtió en el imperio que dominó los mares y el comercio; años de esplendor, gloria y también de hipocresía y discriminación.
Consciente de su función reproductiva, Victoria le dio nueve hijos a la corona, aunque odiaba estar embarazada. De hecho, fue la primera reina en tener un parto bajo anestesia –técnica llamada “a la reina” en su honor –, aunque la condena bíblica promoviese el “parirás con dolor”.
A sus hijos e hijas los casó con lo más granado de la nobleza europea, y a través de sus mujeres transmitió la hemofilia que afectó a las casas reales de Rusia, España y Alemania. Veintiséis de sus cuarenta y dos nietos se casaron con miembros de la realeza, lo que le valió el apodo de la “Abuela de Europa”.
A través de su hija Beatriz, introdujo la hemofilia en la familia real española por su nieta Victoria Eugenia Battenberg, casada con Alfonso XIII. De los seis hijos de esta pareja, dos fueron víctimas de la enfermedad: Alfonso, príncipe de Austrias, muerto a los 31 años, y Gonzalo, el menor, fallecido en un accidente automovilístico.
Victoria, a diferencia de otras reinas que ascendieron al trono comprometidas con monarcas y príncipes que no eran de sus afectos, se casó muy enamorada de su primo, el príncipe Alberto, quien la asistió en los primeros años de gobierno hasta su muerte repentina, en diciembre de 1861, por fiebre tifoidea.

Sin embargo, Victoria achacó esta pérdida a su hijo Eduardo, por el disgusto que le había dado a su padre por un sonado romance con una actriz irlandesa y por su poca inclinación al trabajo.
“Veintiséis de sus cuarenta y dos nietos se casaron con miembros de la realeza, lo que le valió el apodo de la “Abuela de Europa”
Victoria vistió de luto el resto de su vida por esta irreparable pérdida y se refugió en su palacio de Balmoral, Escocia, alejándose del público británico y delegando sus deberes. Esta circunstancia disminuyó su popularidad, ya resentida por un rechazo visceral a los adelantos tecnológicos y un conservadurismo a ultranza que la llevó a rechazar el voto femenino.
Su tío Leopoldo I de Bélgica le aconsejó volver a ponerse en contacto con el público, porque en esos años recorría Europa un furor antimonárquico y su ausencia alentaba esta tendencia.
A lo largo de su reinado, sufrió siete atentados. El último fue efectuado por Arthur O’Connor –sobrino nieto de un diputado irlandés–, pero John Brown, el más que leal caballerizo, lo atrapó. Como el arma estaba descargada, el frustrado magnicida solo fue condenado a un año de prisión.
Victoria buscó consuelo en John como amigo. ¿Fueron amantes? ¿Se casaron en secreto? ¿Llegaron a tener un hijo? Todo se presta a especulaciones, fomentadas por los periódicos que comenzaron a llamarla “Mrs Brown”. John murió en 1883, dejando a Victoria en el mayor desconsuelo.
La reina le pidió a Lord Tennyson que escribiera su epitafio, y en un libro que le dedicó (pero no fue publicado por consejo de sus ministros), lo describió como “uno de los hombres más destacados…. que estableció una fuerte, cálida y amable amistad entre un monarca y su sirviente”.

Cuando el capellán de la reina, el reverendo Norman Macleod, murió, confesó que había casado a John y Victoria en Corthie Kirk, Escocia.
¿Fue real este matrimonio? Lo cierto es que, hasta el final de sus días, John y Victoria dormían en cuartos contiguos, lo que irritaba al ministro de Relaciones Exteriores, el conde de Derby, quien consideraba esta relación “contraria a la etiqueta y hasta la decencia”.
En sus últimos años, Victoria tuvo cataratas que afectaron su capacidad de lectura, debía moverse en una silla de ruedas por su artritis, padecía insomnio y finalmente murió de un accidente vascular el 22 de enero de 1901.
Su cuerpo fue enterrado junto a su marido Alberto, en el Mausoleo Real de Frogmore, dentro del Home Park de Windsor (apellido que tomarían sus descendientes durante la Primera Guerra Mundial para diferenciarse de sus primos alemanes).
Bajo un severo protocolo que ella había escrito años antes, fue enterrada luciendo el anillo de matrimonio de la madre de John. Gracias a los oficios de su médico, Sir James Reid, se introdujo en el ataúd una foto de Brown y un mechón de sus cabellos. La reina, que hasta su muerte usó luto, fue sepultada vestida de blanco y con un velo de novia.
También pidió ser enterrada como “hija de un soldado”, y su ataúd fue transportado sobre un carro de armas (costumbre que se utilizó de allí en más, incluida Isabel II).
Con su muerte llegó el fin de una época de Gran Bretaña, para algunos la más brillante, para otros el apogeo de una sociedad pacata, rígida y moralista en la superficie, pero que alojaba ambiciones imperiales y una sociedad empobrecida, con miles de prostitutas que trataban de sobrevivir vendiendo su cuerpo en los bajos fondos de las ciudades inglesas.

Autores como Dickens y pintores Luke Fildes reflejaron esa marginalidad en sus novelas y en sus cuadros. La era victoriana fue el imperio de la doble moral.
La gran hambruna de Irlanda, la guerra de Crimea que glorificó la ridícula carga de la caballería ligera, las guerras del opio y la crueldad de la guerra anglo bóer –que estrenó el concepto del campo de concentración para aplacar la belicosidad de los campesinos de origen holandés– son solo algunos hitos del reinado de Victoria que Rudyard Kipling alabó como “la reina que coronó rey a su pueblo”.
Una ironía hipócrita más entre las lisonjas y distorsiones de esta época, porque Victoria no fue consagrada por el voto, sino por la azarosa herencia.
Su perseverancia en el trono, incluso después de estar incapacitada para actuar, creó la expresión de “el síndrome de la reina Victoria”, fenómeno que se da cuando los individuos no creen prudente retirarse para dar paso a las nuevas generaciones.
En el caso de Victoria, las dudas sobre la capacidad de su hijo Eduardo, al que le reprochaba su vida ociosa y licenciosa, empujaron a la reina a permanecer en el poder más tiempo del que hubiese sido recomendable.
Quizás sea válido concluir con el inicio de A Tale of Two Cities de Charles Dickens, el escritor más representativo de la era victoriana:
“Fue el mejor de los tiempos y la peor de las épocas; la era de la sabiduría y también de la estupidez; fue la era de la luz y la oscuridad, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación…”. Todo esto y mucho más quedó sepultado cuando se cerró para siempre el ataúd de la reina con los retratos de sus dos amores.
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Arquitectura y género: las primeras mujeres que construyeron su lugar en un mundo de hombres…

The Conversation(E.H.Torán) — ¿Le suena el nombre de Matilde Ucelay? Fue la primera graduada en Arquitectura en España, una de las contadas mujeres que en los años treinta logró superar las barreras de género de una profesión considerada hasta entonces exclusivamente “de hombres”.
Las primeras arquitectas que estudiaron en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid lo hicieron siguiendo los planes de estudios de 1914, 1932 y 1957, cuyos cursos preparatorios eran muy exigentes. La gran mayoría se colegiaron en la capital, aunque ejercieran en diversas provincias españolas.
El ingreso de mujeres en la Escuela de Arquitectura en 1931 se produce 184 años después de la fundación de la institución universitaria, con cuatro primerísimas alumnas. La ya mencionada Ucelay fue la primera arquitecta que terminó los estudios en 1936, porque hizo dos cursos en un año, aunque por razones políticas pasaría una década hasta que se le expidió el título.
Su compañera Cristina Gonzalo Pintor se graduó ya terminada la Guerra Civil, en 1940. Otras dos alumnas, Eulalia Urcola y Josefa Flores, finalmente no acabaron la carrera.
A estas les siguieron las que empezaron en el curso 1932-33: Rita Fernández Queimadelos, que hizo una carrera rápida y se graduó en 1940, y Juana de Ontañón, que retrasó sus estudios hasta 1949 por la depuración política que afectó a su familia.
– Influencia en ellas de la ILE

Tuvo que pasar casi una década para que al menos cada año se titule una arquitecta en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, con Margarita Mendizábal, en 1956; Eugenia Pérez Clemente, en 1957 y en 1958, y en 1959 Elena Arregui y Milagros Rey (que fue catedrática en la Universidade da Coruña).
Todas ellas siguieron ya el Plan de Estudios de la República, de 1932, imbuido por la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
Diez pioneras, ocho tituladas en Arquitectura, y el testimonio de una emancipación de género que haría evolucionar las aulas politécnicas.
Procedían de entornos acomodados y progresistas que dieron soporte, no siempre sencillo, a su inusitada decisión de ingresar en una profesión “de hombres”.
Un talante adelantado para las mujeres de su tiempo, que requería férreas voluntades unidas a capacidades y aficiones propias del espíritu de la Residencia de Señoritas de Madrid, el centro de la intelectualidad femenina universitaria del primer tercio del siglo XX.
A principios de los años 60 se titulan Teresa Capdevilla, Encarnación Casas, Carmen Mostaza, María Aroca, Emilia Checa, Helena Iglesias, Pilar Ferichola y Pilar Ferrándiz, entre otras. Dos de ellas, Iglesias y Ferrándiz, fueron catedráticas de la Universidad Politécnica de Madrid.
Las graduadas en torno al 68 forman una minoría muy cohesionada. Nombres como María Pérez Sheriff, Adriana Bisquert, Concepción Fernández-Montesinos, Luisa Sotos, Gloria Alcázar, Pilar Amorós, Emma Ojea, Ángeles Coig-O´Donnell, Elvira Adiego, Raquel Martínez de Ubago, Teresa Domínguez y Concepción Maestro componen la relación de estas generaciones precursoras.
Fueron arquitectas con largos, fructíferos y polifacéticos desempeños, a menudo en solitario, pero también en asociación.
Una multiplicación de tareas que tiene relación con la supervivencia y la dificultad de acceder a los encargos de mayor relevancia, pero también con su propia cultura de conciliación y compromiso.

Las arquitectas de los primeros años 70 cierran las promociones del Plan 57, cuando la presencia femenina se va consolidando lenta, pero significativamente.
Teresa Bonilla, Cecilia Bielsa, Margarita de Luxán (catedrática de la Universidad Politécnica de Madrid), María Antonia González-Valcárcel y Teresa Arenillas son algunas tituladas en esas fechas.
En sus primeros años de andadura profesional sus actitudes y logros dan fe de la igualdad que lucharon por defender a pesar de las brechas de género que el momento cultural español no permitía obviar.
Las doce arquitectas de la 122 promoción pertenecen a la última etapa de una carrera que aún requería pruebas de acceso, y son las últimas tituladas antes de la Transición.
Fueron Carmen Bravo, Victoria Flórez, Maruja Gutiérrez, Amparo Berlinches, Ana Iglesias, Mª Jesús Zueco, Rita Iranzo (hija de la tercera mujer arquitecta), Ana María Fernández, Teresa Rodríguez (que trabajó con Pascuala Campos, la primera catedrática de Proyectos en España titulada en la Escuela de Barcelona), Isabel García Elorza, Teresa Rodríguez-Carrascal y María Fernández Puentes.
– Líderes en un régimen jerarquizado
No llegaban al 6 % respecto a sus compañeros de promoción varones. Ellas son las que empiezan a trabajar en un régimen fuertemente jerarquizado y las que participan como profesionales en la transformación democrática.
También fueron ellas quienes lograron mantener sus estudios profesionales en activo y optaron a ocupar posiciones de liderazgo en distintos estamentos en la Administración, la carrera docente o la gestión empresarial.
Las primeras arquitectas forman una red de mujeres profesionales visibles, con conciencia de grupo, que fomentan colaboraciones y complicidades entre ellas, aunque por propia formación no lo expliciten demasiado.
La secuencia temporal de la graduación del primer medio centenar de mujeres que se hacen arquitectas en Madrid permite considerarlas, por su trabajo, como referentes femeninos y protagonistas de la investigación en torno a arquitectura y género.
Una aproximación pormenorizada para ponerlas en foco, con nombres propios unidos a desempeños profesionales, que forma parte de de una investigación aún por completar.
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¿Cómo sonaban las antiguas lenguas?

Historias de la historia(J.Sanz) — Se estima que en el planeta habitan 8.000 millones de personas, de las cuales la mitad emplea alguno de los 10 idiomas más hablados del mundo. Pero no resulta tan sencillo adentrarse en esta Torre de Babel para definir una clasificación. Así que, si atendemos a las lenguas con más habitantes nativos en 2004, este sería la clasificación:
- El chino mandarín: 941 millones de hablantes
- El español: 486 millones de hablantes
- El inglés: 380 millones de hablantes
- El hindi: 341 millones de hablantes
- El bengalí: 228 millones de hablantes
Según la UNESCO, existen 8.324 lenguas habladas o de signos documentadas por gobiernos, instituciones públicas y comunidades académicas.
De todas ellas, alrededor de 7.000 siguen en uso. Cabe subrayar que, pese a tantas, menos de 100 lenguas concentran más del 80 % de la población del planeta y unas 6.700 son lenguas indígenas muchas de las cuales están en peligro de extinción; en concreto, las organizaciones internacionales precisan que unas 3.000 pueden desaparecer antes de que finalice el siglo.
Pues de esas, de las desaparecidas, va este artículo. De la lengua de los asirios, de los hititas, de los habitantes del Antiguo Egipto, de los etruscos, de la lengua de los filósofos griegos, del latín que estudiábamos en el cole… en definitiva, de las lenguas de la Antigüedad (las más llamadas lenguas muertas) y, lo más importante, de cómo sonaban.
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Yellow Submarine: los Beatles, un disco de descartes, simulación y una canción de estadio…

La Tercera(P.Retamal) — Publicado en enero de 1969, el disco se trató de la banda sonora de la película animada del mismo nombre, y que los Beatles detestaban. Presentaron solo cuatro canciones para el LP, pero se trataba de descartes de otros álbumes.
El décimo disco de estudio de The Beatles -publicado el 13 de enero de 1969- fue un eclipse entre dos soles. Yellow submarine salió a las tiendas entre el White album (noviembre de 1968) y el canto final de Abbey Road (26 de septiembre de 1969), como un disco por cumplir.
Se trataba de la banda sonora de la película del mismo nombre, la tercera de su carrera, y que por contrato le debían a la compañía United Artists. Pero como ni John, ni Paul, ni George ni Ringo tenían ganas de volver a actuar ni aprenderse libretos, se optó por una película animada. Eso sí, se les pidió que aportasen con cuatro canciones nuevas para el álbum y el filme.
Como la banda no tenía ningún interés en el filme -detestaban la película-, solo se limitaron a entregar cuatro canciones que habían sido descartadas desde las sesiones de los discos de 1967, Sgt Pepper’s lonely hearts club bandy Magical Mistery Tour (estas fueron: Only a Northern song, It’s all too much y All together now), más Hey Bulldog, que había surgido de las grabaciones del single Lady Madonna, a inicios de 1968.
A estas se sumaron dos canciones que se habían publicado antes: Yellow submarine (de Revolver, 1966), y All you need is love, el single de 1967. Un disco solo por cumplir.

– Tetralogía de un álbum
Only a Northern song era de George Harrison, y fue compuesta durante las sesiones de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, un disco en el que -según propia confesión- Harrison no estuvo realmente involucrado.
“Acababa de regresar de la India y mi corazón seguía allí. Después de lo que había sucedido en 1966, todo lo demás me parecía un trabajo duro. Era un trabajo, como hacer algo que realmente no quería hacer, y en ese momento estaba perdiendo el interés en ser ‘fabuloso’”, comentó en el libro The Beatles Anthology.
Esa letanía se notó en la composición del tema. “Fue un tema muy flojo que nos hizo fruncir el ceño a todos -recuerda el ingeniero de sonido del grupo, Geoff Emerick, en su autobiografía El sonido de los Beatles (Indicios, 2011)- tenía un contenido musical mínimo que no parecía llevar a ninguna parte.
Pero aún, la letra parecía reflejar a la vez la frustración creativa y la irritación de George por el modo en que se estaba repartiendo económicamente el pastel”.
“Me decepciona que George no haya traído algo mejor”, le dijo el otro George -Martin, el productor- a Emerick mientras encaraban la canción. “De hecho, John ni siquiera participó en la pista base porque no se le ocurría nada que hacer”. Y fueron Paul, George y Ringo quienes intentaron darle forma al tema.
Durante dos noches lo intentaron hasta que simplemente decidieron dejarlo. “Nadie volvió a mencionar la canción hasta después de terminadas las mezclas de Sgt. Pepper, cuando buscaban material para el proyecto cinematográfico Yellow Submarine”.

All together now, fue compuesta por Paul, y tomó lugar durante las sesiones de Magical Mistery Tour, en un momento en que George Martin se tomó dos semanas de vacaciones en Francia. A los Fab Four no les importó y aprovecharon de grabar dos canciones en su ausencia. Una de ellas, es esta acústica e informal canción con aire festivo.
“Se transformó en favorita de las hinchadas de fútbol cuando salió, cosa que complació tanto a John Lennon como a Paul McCartney”, dicen Sergio Marchi y Fernando Blanco en su libro Los Beatles. En el final (1967-1970).
En el citado libro, rescatan una declaración de Paul comentando la canción. En ella confiesa que se inspiró en la música añeja -en un ejercicio que volvería a repetir más de una vez- al momento de componerla. “Cuando los intérpretes de music-hall trataban de animar a la gente para que le uniese al canto, decía: ‘Ahora, todos juntos’.
Es realmente una canción para chicos. Yo tenía algunos parientes chiquitos y les cantaba canciones. Sale de ahí. Fue como un descarte que usamos para la banda sonora de Yellow Submarine”.

La que estuvo a punto de no ser un descarte fue Hey Bulldog. Una de las canciones más subvaloradas de Lennon se grabó en febrero de 1968, antes que la banda partiera de viaje a la India. Por ello, y porque no se sabría cuánto tiempo estarían ahí, los jefazos de la EMI pidieron al grupo que dejaran listo un single para ser publicado en su ausencia.
Ese sería Lady Madonna, con su cara B The inner light, de George (Across the universe era la escogida orginalmente para esa cara, pero un frustrado Lennon no encontró nunca la toma de voz y la dejó a un lado para seguir trabajando en ella después).
Además, cuenta Geoff Emerick, “como estarían fuera de la vista del público durante un largo período, también se decidió rodar un video promocional, en teoría con ellos trabajando en la canción en el estudio”.
Pero algo pasó. “Cuando llegaron al estudio, a un Lennon más autoritario de lo normal se le ocurrió otra idea: ‘¡Al cuerno con Lady Madonna!’ dijo, tengo una nueva canción, filmemos esa en su lugar’. Paul se molestó un poco, pero aquel día John era como una apisonadora, y se respetó su decisión de trabajar otra canción”, dice Emerick en su libro.
Al final, lo que terminó registrado en el video de Lady Madonna fue la sesión de los Beatles trabajando en Hey Bulldog. Una simulación. “Sabían que la mayoría de los espectadores no se daría cuenta de que estaban tocando una canción totalmente distinta, y tenían razón”, cuenta Emerick.

Y no fue todo. Como el resultado gustó mucho a Lennon, rock directo, agresivo, y muy potente, John quiso saltarse todos los protocolos y comenzó a presionar para que este tema fuese la cara A del próximo single y no Lady Madonna, como estaba presupuestado. Tocado, Paul McCartney por supuesto reaccionó y no aprobó la idea.
La discusión terminó siendo zanjada por el solemne productor George Martin con un argumento inapelable: las portadas del single ya estaban impresas. Lady Madonna, cara A, The inner light, cara B. Esta última fue la primera canción de George Harrison que apareció en un sencillo de los Beatles.
Pero Geoff Emerick tiene otra teoría sobre la decisión del productor. “No sé si era verdad, pero sospecho que George, como Paul, pensaba que Lady Madonna era la canción más comercial de las dos”.

Y hay que mirar un año atrás de Hey Bulldog para encontrar el origen de It’s all too much, de Harrison. Una canción que con el tiempo ha sido reconocida, incluso con un lisérgico cover cortesía de The Flaming Lips.
Se trata de una composición que se trabajó en las sesiones de Magical Mistery Tour, y que, cómo no, tiene un cierto trasfondo reflexivo.
Como todo en Harrison. “La canción está escrita de modo infantil sobre los descubrimientos que uno hace antes y después de una experiencia con LSD, los que fueron confirmados con la meditación”, comentó Harrison, citado en el libro de Marchi y Blanco.
Quizás buscando un aire de misticismo y trascendencia, la canción hace un guiño a la música hindú.
“Modula durante seis minutos y 28 segundos en un pedal en la tonalidad de sol. Y pese a ese minimalismo de acordes, en ella suceden una infinita variedad de cosas: como en un viaje lisérgico…Harrison hace la entrada triunfal de la canción con una potente intervención en órgano Hammond. La batería de Ringo, entra como un latigazo y suena como tal”.
En la parte intermedia del tema, hay una sección de vientos, muy en el espíritu de esos días de los Beatles, de probar arreglos.
“Al no estar presente George Martin en la grabación -Los Beatles se autoprodujeron-, no había partitura escrita para las trompetas, por lo que se les dio libertad de acción. Y en un momento se escucha que tocaron un fragmento de La marcha del príncipe de Dinamarca”, señalan Marchi y Blanco.
Sin embargo, el arreglo no convenció a Harrison quien, años después, seguía echando humo al respecto. “Hasta el día de hoy estoy molesto por haber permitido que echaran a perder la canción con esas malditas trompetas. No puedes darte cuenta de lo que está pasando porque está todo eso sonando por encima”, citan Marchi y Blanco.
Una molestia que no empaña lo fulgurante y viajero que es el tema. Algo así como un Neil Young en ácido antes de Neil Young.
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El ‘saludo romano’ jamás existió…

The Conversation(C.R.López) — Todos los medios de comunicación y redes sociales del mundo han recogido las imágenes del saludo que realizó Elon Musk el pasado lunes, día de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EE. UU.
Se podría argumentar que se trata de un ángulo de la cámara, pero los vídeos recogen claramente el gesto, repetido en dos ocasiones, de llevarse la mano al corazón y extender el brazo en alto. Medios ligados a Musk han argumentado que se trató en realidad de un saludo romano, no un saludo nazi. Pero ¿existió alguna vez un saludo romano?
El debate sobre este gesto proviene de la fascinación incesante que la antigua Roma ha provocado a lo largo de los siglos. Donald Trump habló en su discurso de una nueva era dorada, como si fuera un Augusto redivivo.
Elon Musk ha admitido su pasión por la antigua Roma y, en numerosas ocasiones, ha justificado sus ideas políticas basándose en una visión errónea de esta civilización, afirmando que la baja natalidad o los bárbaros provocaron el fin de Roma. De hecho, ha sostenido públicamente que considera a EE. UU. la Nueva Roma.
– Mandar callar a la romana

Sin embargo, el saludo romano es una mera invención histórica del siglo XVIII.
En la antigua Roma, no existió ningún tipo de saludo análogo, con el brazo extendido en alto.
Probablemente, la confusión parte de imágenes como el Arringatore o El orador, una estatua etrusca datada a comienzos del siglo I a. e. c. que representa a un notable local llamado Aulo Metelo.
Pero este no está realizando ningún saludo, sino que extiende el brazo en un gesto habitual en la oratoria romana que se empleaba para indicar al público que el orador iba a comenzar a hablar y reclamar así silencio.
De hecho, el maestro de retórica Quintiliano, que vivió en el siglo I, apuntaba que el brazo no tenía que levantarse por encima de los ojos ni por debajo del estómago.
Es decir, se trata de un gesto muy estereotipado y que se enseñaba a los jóvenes aprendices de orador.
Una segunda estatua, el Augusto de Prima Porta, muestra una representación del emperador Augusto (27 a. e. c.-14), en la que aparentemente puede estar realizando un saludo (la mano está reconstruida, así que son conjeturas).

Sin embargo, se trata de una adlocutio o discurso a las tropas, en la que el general extiende el brazo para dirigirse a ellas, como símbolo de autoridad y para pedir silencio.
No olvidemos que no existían los micrófonos, con lo que los emperadores tenían que servirse sólo de su voz para hacerse oír.
La famosa escena del Sermón de la Montaña de La vida de Brian ilustra de algo muy habitual: los que estaban situados en la parte trasera no escuchaban prácticamente nada.
En esa tesitura, los gestos eran importantes.
Vemos una escena muy similar en una moneda del emperador Nerón (54-68), en la que se dirige a un grupo de soldados, y en la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio (161-180).
Hay que destacar además que no hay ni una sola fuente literaria antigua que mencione ningún tipo de saludo con el brazo extendido en alto.
– Orígenes de un mito
El supuesto “saludo romano” es una invención del pintor Jacques-Louis David (1748-1825) que comenzó su carrera poco antes del inicio de la Revolución francesa, en pleno neoclasicismo, es decir, un momento artístico inspirado en la antigua Roma, sobre todo ligado a las primeras excavaciones en Pompeya y Herculano.

En su cuadro el Juramento de los Horacios (1784), David representa a los tres héroes homónimos con el brazo extendido en un supuesto saludo como símbolo de unión.
El artista se inventó este saludo que, de hecho, aparecerá en otros cuadros suyos, como el inacabado Juramento del Juego de Pelota (1790-1794), en el que muestra a los diputados franceses del tercer estado jurando no separarse hasta conseguir dotar a Francia de una constitución.

La historia del saludo romano tiene un segundo jalón fundamental en 1892.
En ese momento se inventa el Juramento de Lealtad a la bandera de EE. UU. acompañado de ese mismo saludo (conocido como saludo Bellamy, por Francis Bellamy, la persona que lo ideó en este contexto).

Fuera de este contexto, ese gesto se popularizó también gracias al teatro y al cine. En 1899 se estrenó en Broadway una versión teatral de la novela Ben-Hur, que tuvo un éxito tremendo. Varias fotografías de la representación muestran a los personajes realizando el saludo romano según había sido ideado por David.

– La apropiación del saludo
Sin embargo, el momento determinante en este proceso es el estreno de la película muda italiana Cabiria (1914), ambientada en la segunda guerra púnica.
En ella, tanto romanos como cartagineses emplean frecuentemente ese tipo de saludo. Hay que destacar la participación en ella del poeta e ideólogo Gabriele d’Annunzio (1863-1938), que escribió los títulos y dio nombre a los personajes.
La película, de hecho, es una llamada a resucitar el papel de Italia en el mundo y a exaltar su espíritu de conquista. La estética propugnada por d’Annunzio, entre la cual figura el saludo romano, fue tomada como inspiración por el líder fascista Benito Mussolini (1883-1945), quien ya en 1923 lo impuso en las escuelas italianas para saludar a la bandera.
En Alemania, el partido nazi lo impuso de manera interna en 1926, a pesar de las protestas que consideraban que era una copia del saludo fascista italiano y que, por lo tanto, no era suficientemente germánico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el saludo Bellamy se convirtió en problemático en EE. UU. ya que, si la bandera no se veía o quedaba fuera de la imagen, el gesto era exactamente igual al saludo nazi y fascista.

Por lo tanto, en 1942 el Congreso de EE. UU. modificó la ley para especificar que el saludo a la bandera había que realizarlo obligatoriamente con la mano en el corazón.
El saludo desapareció de la vida política, pero no del cine. De hecho lo vemos en casi todas las películas de romanos de la segunda mitad del siglo XX: Quo Vadis (1951), Ben-Hur (1959), Espartaco (1960) y Cleopatra (1963), entre otras, como una manera de representar a Roma como un Estado militarista y autoritario. Es significativo que este tipo de saludo no aparezca en Gladiator (2000).
Tuviera lo que tuviera Elon Musk en mente el lunes, ese gesto no era un saludo romano. Saludo Bellamy, saludo fascista, saludo nazi… todos están basados en una interpretación errónea de lo que la Antigüedad romana fue y, especialmente los dos últimos, tienen unas connotaciones políticas muy claras.
Aunque lo hayamos visto mil veces en el cine asociado a los romanos, se trata de un gesto moderno e históricamente incorrecto.