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Supersticiones: más allá de la razón, de cómo han moldeado la historia de la humanidad…


En la Antigüedad, los oráculos fueron esenciales a la hora de tomar decisiones importantes

Muy Interesante(A.Bueno)/Esquire(A.Shubak) — Desde tiempos inmemoriales, las supersticiones han formado parte todas las culturas del mundo, influenciando desde decisiones cotidianas hasta grandes movimientos históricos. ¿Qué nos impulsa a adherirnos a creencias que desafían la lógica racional? En este artículo trazamos la evolución de las supersticiones a lo largo de la historia humana con una obra como guía: «Historia de la superstición» de Aníbal Bueno, un libro que profundiza en cómo estas creencias irracionales han moldeado nuestras sociedades, sobreviviendo y adaptándose a través de los siglos.

Las supersticiones han sido una constante en la historia humana, sirviendo como una forma de explicar lo inexplicable y manejar la incertidumbre en un mundo a menudo impredecible. Desde la prehistoria, las prácticas supersticiosas han estado profundamente arraigadas en el tejido social, ofreciendo consuelo y control ante las fuerzas naturales y los eventos desconocidos. Según muchos paleoantropólogos, los antiguos cazadores pintaban en las cuevas animales que pretendían cazar, no solo como arte, sino en un intento mágico de influir sobre la realidad.

Con el desarrollo de civilizaciones más complejas, las supersticiones se entrelazaron con rituales religiosos y tradiciones culturales. En el antiguo Egipto, el escarabajo se veneraba como un símbolo de regeneración y creación debido a su comportamiento de enrollar bolas de estiércol, asociado con la trayectoria del sol. Durante la Edad Media y Moderna en Europa, la creencia en la brujería y el mal de ojo reflejaba los temores colectivos a lo desconocido y lo maligno, conduciendo a persecuciones y juicios a menudo trágicos.

En nuestro tiempo, aunque la ciencia ha desplazado muchas viejas creencias, las supersticiones continúan floreciendo en formas nuevas, como los rituales de los atletas antes de una competición o las cábalas de actores y músicos antes de subir al escenario. Estos ejemplos demuestran cómo las supersticiones siguen siendo un reflejo de nuestros deseos más profundos y miedos, adaptándose a los cambios culturales y tecnológicos a lo largo de los siglos.

– El impacto de la superstición

Las supersticiones se alimentan y perpetúan a través de diversos mecanismos psicológicos intrínsecos al ser humano, tales como el sesgo de confirmación, donde se tiende a prestar atención y recordar información que confirma nuestras creencias preexistentes, ignorando la que las contradice. Además, la heurística de disponibilidad hace que las experiencias personales inusuales o emocionalmente cargadas sean más recordadas y consideradas más comunes de lo que realmente son. Estos sesgos cognitivos facilitan la adopción y mantenimiento de creencias supersticiosas, incluso ante evidencias contradictorias.

Históricamente, estas creencias han tenido un impacto profundo en la cultura y en la toma de decisiones. Desde reyes que consultaban oráculos antes de batallas hasta marineros que interpretaban presagios antes de zarpar, las supersticiones han influido en decisiones críticas en todos los niveles de la sociedad. Este fenómeno destaca cómo, a lo largo de los siglos, las supersticiones no solo han ofrecido consuelo individual, sino que también han guiado políticas y moldeado eventos históricos significativos.

¿Tú también tienes alguna prenda, accesorio o amuleto de la suerte?

– ‘Historia de la superstición’, de Aníbal Bueno

El libro de Aníbal Bueno, editado por Pinolia, es una exploración profunda y meticulosa sobre cómo las creencias irracionales han influido en la humanidad a lo largo de los tiempos. El autor adopta un enfoque interdisciplinario, entrelazando psicología, historia y antropología para desentrañar los orígenes y la evolución de las supersticiones en diversas culturas. El libro no solo relata la cronología y características de estas creencias, sino que también indaga en los fundamentos psicológicos que sustentan por qué y cómo los seres humanos han recurrido consistentemente a ellas a pesar del avance del pensamiento racional y científico.

Entre los puntos clave del libro, Bueno destaca cómo los mecanismos de pensamiento como el sesgo de confirmación o la falacia del jugador han perpetuado las supersticiones más allá de su utilidad aparente. Revela también cómo estas creencias han proporcionado un sentido de control sobre el azar y lo desconocido, ofreciendo así consuelo en tiempos de incertidumbre. Este enfoque multidimensional enriquece nuestra comprensión de las supersticiones y amplía nuestra percepción sobre la naturaleza humana misma.

Seguimos buscando mecanismos para controlar aquello forma parte de la incertidumbre de la vida.

A pesar de los avances en ciencia y tecnología, las supersticiones siguen siendo un fenómeno omnipresente en la actualidad, adaptándose y persistiendo en nuevas formas y contextos. Este fenómeno resalta la innegable influencia que las supersticiones tienen en nuestras vidas, moldeando comportamientos y decisiones incluso en sociedades altamente tecnológicas. Este anclaje a prácticas antiguas en el mundo contemporáneo subraya la complejidad de la naturaleza humana y nuestra búsqueda continua de sentido y control sobre lo impredecible.

Resulta crucial fomentar la curiosidad y la educación para explorar en profundidad cómo y por qué estas creencias irracionales mantienen su lugar en nuestra psique colectiva. Un enfoque crítico y educativo puede ayudarnos a comprender mejor estos aspectos de nuestra cultura y a desarrollar un pensamiento más racional y crítico que nos permita enfrentar los desafíos de nuestro tiempo con mayor claridad y efectividad.

Para aquellos interesados en una exploración más profunda y matizada de este tema fascinante, «Historia de la superstición» de Aníbal Bueno ofrece un análisis detallado y enriquecedor. La obra de Bueno no solo educa, sino que también invita a reflexionar sobre la persistencia de las supersticiones en nuestra vida diaria y su impacto en la sociedad global.

– ¿Por qué creemos en lo irracional?

La superstición es un fenómeno universal que ha acompañado al ser humano desde sus orígenes. Se trata de una forma de interpretar la realidad basada en creencias irracionales, sin fundamento científico ni lógico, que atribuyen a ciertos objetos, acciones o acontecimientos un poder mágico o sobrenatural que puede influir en el destino de las personas.

¿Por qué somos supersticiosos? ¿Qué función tiene la superstición en nuestra vida? ¿Qué factores biológicos y psicológicos explican esta tendencia? ¿Qué relación hay entre la superstición y el mito? ¿Cómo ha evolucionado la superstición a lo largo de la historia y en las distintas culturas? ¿Qué supersticiones existen hoy en día en el mundo? Estas son algunas de las preguntas que intenta responder el libro ‘Historia de la superstición’, escrito por Aníbal Bueno

Homo sapiens es un término que proviene del latín y que, literalmente, significa ‘hombre sabio’. Y creo que así es, precisamente, como nos gusta vernos, como seres que se diferencian del resto de animales (siempre ha estado ahí la clave) en su capacidad de razonar, en su inteligencia. 

Sin embargo, a lo largo de este libro abordaremos cuestiones que nos harán plantearnos si esto es realmente así. Si somos tan sabios como indica la etimología de nuestro género y como nos gustaría creer. 

El matemático y filósofo francés Blaise Pascal definía al ser humano como un junco pensante: «El hombre no es más que un junco, el más endeble de la naturaleza, pero es un junco pensante». Pascal afirmaba que el universo podía destruir fácilmente al ser humano con cualquier nimiedad. Pero, aun así, aun pereciendo, en esos últimos instantes de su vida el hombre sería más noble que aquello que lo destruye, pues él sabría que está muriendo mientras que el universo en sí mismo no posee consciencia, no tiene la más mínima idea de la superioridad que tiene sobre el ser humano. 

Multitud de pensadores, filósofos, científicos y teólogos han ahondado en esta idea que expresaba Pascal de que, pese a su fragilidad, el ser humano es excepcional por sus capacidades cognitivas. Bien por su inteligencia, por su consciencia, su metaconsciencia o por su extraordinaria habilidad para razonar. Es común que encontremos en libros de primaria deniciones que proponen al ser humano como un animal racional, como si fuese ese hecho en concreto el que nos hiciese especiales respecto al resto de compañeros en la aventura evolutiva. ¿Pero cómo de racionales somos realmente?

La imaginación lo decide todo, según el filósofo Blaise Pascal.

Michael Shermer, escritor e historiador estadounidense especializado en temas científicos y fundador de la Skeptics Society, asegura que nuestro cerebro es un órgano del que hacemos uso para interpretar la realidad, pero que esa interpretación no está concebida evolutivamente para ser precisa, sino útil.

Y ahí está, sin duda, la clave a la hora de evaluar nuestra inteligencia y capacidades cognitivas: en asumir que el proceso evolutivo nos ha dotado de unas herramientas biológicas con nes cognitivos lo más útiles posibles, para las circunstancias en las que nos hemos desenvuelto, pero no perfectas ni infalibles.

Tampoco adaptadas a todos los devenires que hemos experimentado a lo largo de los siglos. De hecho, algunos de los defectos que presenta nuestro cerebro a la hora de interpretar la realidad se deben, precisamente, a que biológicamente ha sido más práctico o eficiente que así fuese. 

Shermer, en el segundo prólogo de su obra Por qué creemos en cosas raras, argumenta lo siguiente:

Los humanos somos animales en busca de patrones, de hábitos. Buscamos sentido en un mundo extraño, complejo y contingente. Pero, además, nos gusta contarnos historias y llevamos miles de años apoyándonos en mitos y religiones que nos proporcionan modelos de sentido: de dioses y de Dios, de seres sobrenaturales y de potencias místicas, de la relación de unos seres humanos con otros seres humanos y con sus creadores, y del lugar que ocupamos en el cosmos.

Analizaremos lo crucial que resulta la percepción que tenemos de nuestro lugar en el universo y de cómo en torno a esa piedra angular se conforma la cosmovisión propia de nuestras culturas y, a su vez, la forma en la que pensamos y aceptamos argumentaciones y mitos.

Con relación a todo esto, Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel especializado en toma de decisiones y racionalidad humana, afirmaba que «no somos seres racionales por naturaleza, y no lo somos porque evolutivamente ha sido positivo no serlo». Por su parte, el Dr. Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga, nos deja la siguiente reflexión:

La idea compartida por estas disciplinas [psicología evolucionista, paleoantropología cognitiva, ecología cognitiva, etología, paleoneurología, etc.] es que las capacidades cognitivas en animales y seres humanos son un rasgo fenotípico que puede explicarse como una adaptación al medio, resultado de la selección natural. Es decir, estas capacidades cognitivas habrían evolucionado a lo largo del tiempo de modo que pudieran efectuar de forma cada vez más eficiente sus funciones específicas, incrementando con ello la eficacia biológica de los organismos.

Toda evidencia apunta en la misma dirección: tanto nuestra inteligencia como nuestra capacidad de razonamiento son fruto de un proceso evolutivo que nos ha llevado al momento en el que nos encontramos. La forma en la que interpretamos el mundo, nos generamos un esquema conceptual del mismo y derivamos conclusiones está asociada a nuestra posición dentro de este proceso biológico, como el resto de nuestras características.

Pensar como pensamos nos ha sido tremendamente útil en el entorno en el que hemos tenido que sobrevivir. Seguramente no solo útil, sino de una importancia crucial para haber conseguido el éxito que tenemos como especie. Pero es importante destacar también que este mecanismo de interpretación del universo con el que estamos dotados no es perfecto, como ninguna característica derivada de la evolución lo es.

Como señala el antropólogo estadounidense Alan Mann: «La evolución no produce perfección, produce función».

Hay muchos factores que tienen más peso en la inteligencia que el simple tamaño del cerebro.

Y es que, tal y como desgrana el científico estadounidense Nathan H. Lents en su obra Human Errors: A Panorama of Our Glitches, from Pointless Bones to Broken Genes, nuestro cuerpo, así como el de todas las especies vivas, está lleno de errores, debido, precisamente, a la forma en la que actúa el proceso evolutivo.

Puesto que las mutaciones que producen nuevas características están basadas en las estructuras preexistentes, la capacidad de rediseño es muy limitada; un pequeño cambio genético que produzca una mejora en forma de ventaja adaptativa prosperará, arrastrando consigo el correspondiente armazón con toda la estructura previa, sin que exista mucha posibilidad de descartar aquello innecesario o imperfecto. 

El cuerpo de los seres vivos está lleno de imperfecciones, tanto en lo relativo a sus características físicas como a las psicológicas y cognitivas.

Algunos de los más flagrantes fallos de «diseño» de los que adolecemos los humanos a nivel físico son, por ejemplo, la posición de los genitales, especialmente en las mujeres, muy cercanos al recto y aparato urinario, lo que produce frecuentes infecciones; la faringe compartida por el sistema digestivo y respiratorio que en muchas ocasiones puede derivar en asfixia al ingerir alimentos; las muelas del juicio, pues carecen del espacio suficiente para desarrollarse sin producir dolores, debido a que el aumento del tamaño cerebral nos dejó una mandíbula más corta.

Mención especial merece el momento en el que adoptamos el bipedismo, que nos permitió ventajas como disponer de las manos libres para el uso de herramientas, ser capaces de realizar prolongadas carreras o la capacidad de alzar la vista por encima de la vegetación, pero que trajo consigo una columna vertebral no adaptada a la posición vertical, con discos apilados que tienden a chafarse y producir dolores.

Por su lado, la pelvis se vio obligada a sufrir una serie de modificaciones para soportar más peso, las cuales redujeron el canal del parto, teniendo como consecuencia que el dar a luz se convirtiese en un proceso más doloroso y arriesgado, siendo históricamente para nuestra especie un momento de alta mortalidad para madres y niños.

Esta estrechez en la pelvis, junto con un momento evolutivo en el cual nuestra especie aumentaba considerablemente su tamaño cerebral, hizo que la única solución biológica viable fuese dar a luz a individuos prematuros, pues se convirtió en misión imposible el desarrollar completamente el encéfalo dentro del vientre materno.

Los seres humanos somos uno de los mamíferos que nace cognitivamente más inmaduro. Venimos al mundo muy indefensos y necesitamos cuidados y protección de una manera especialmente intensa. No hay más que ver que un potro es capaz de ponerse en pie tan solo una hora después de nacer y a las dos horas ya puede correr. Los humanos damos los primeros pasos entre los nueve y los doce meses.

La braquiación pudo proporcionar preadaptaciones al bipedismo. 

Estos ejemplos muestran imperfecciones del proceso evolutivo que evidencian aquella armación de Mann. La evolución no hace seres perfectos, sino útiles. Pues exactamente lo mismo ocurre con los elementos asociados a nuestra percepción, cognición, inteligencia y capacidad de raciocinio: no son para nada perfectos, son útiles. 

A lo largo de los próximos capítulos analizaremos, precisamente, ese grupo concreto de carencias biológicas: las asociadas al funcionamiento de nuestro cerebro que nos llevan a formarnos una percepción errónea del mundo. Características que todos poseemos y que evolutivamente han cumplido una importante función, pero que también son imperfectas.

Y esas imperfecciones son las grietas por las que permea el mito y la superstición. Hacemos referencia a las fallas que presentamos todos los humanos en cada una de las fases del proceso cognitivo que nos llevan a la formación de ideas sobre el mundo.

Desde el primer paso, los distintos tipos de percepción, transitando por la aplicación de la lógica para llegar a conclusiones e incluyendo la forma que tenemos de razonar y aceptar verdades; presentando, por último, herramientas para paliar, en la medida de lo posible, estos errores cognitivos.

– Las 30 supersticiones más conocidas: ¿cuál es su origen?

Muchas de nuestras supersticiones más duraderas -como evitar pasar por debajo de una escalera, el viernes 13 o derramar sal- se remontan a siglos atrás y tienen historias de origen sorprendentes. Muchas tienen que ver con la religión o con tradiciones del pasado, y casi todas tienen en común evitar la mala suerte o una maldición.

De lo que no nos cabe duda es que todos alguna vez en la vida nos hemos preguntado el por qué de estas supersticiones o supercherías. En un principio algunas de ellas no tienen sentido lógico, o parecen anticuadas, pero otras han sobrevivido a lo largo de los siglos y han llegado a nuestros días casi con tanta fuerza como cuando comenzaron.

En serio, ¿no te has encontrado en la situación de no pasar por debajo de la una escalera de pintor en la calle? ¿No has sentido un escalofrío al cruzarse por delante de ti un gato negro? ¿No has dicho eso de ‘la suerte del principiante’ cuando alguien sin experiencia ha conseguido un premio?

Algunas incluso han llegado cine, como la tradición norteamericana del día de la marmota, que se basa en la predicción del tiempo por parte de algunos animales. O el viernes 13, que en España hemos adaptado al martes, que tiene raíces bíblicas.

Todos hemos tocado madera para evitar la mala suerte, y cuando se ha derramado un salero hemos pedido que esa misma mala suerte no se cebe con nosotros. Lo mismo pasa cuando se rompe un espejo, ¿verdad? Pero también hay supersticiones para la buena suerte.

Llega tu cumpleaños, soplas las velas (cada año que pasa tienes que poner más esfuerzo porque no para de haber más en la tarta), y pides un deseo. Que te toque la lotería, que te suban el sueldo, o que los tuyo y tú tengáis buena salud si eres de esos que siempre miran por el bien común.

Incluso, si prestas atención, seguro que verás alguien con un llavero imitando a la pata de un conejo. La buena suerte suele ser esquiva, pero no paramos de buscarla.

A continuación os vamos a contar cómo algunas de nuestras mayores supersticiones se afianzaron en nuestras mentes modernas con el paso de los siglos.

El día de la marmota

Los animales que predicen el tiempo fueron adaptados de la cultura alemana cuando los colonos llegaron a los Estados Unidos y eligieron Pensilvania como su hogar. La antigua tradición del Día de la Candelaria en Alemania consistía en que los miembros del clero distribuían velas bendecidas que se utilizaban para determinar cuánto duraría el tiempo del invierno. También se observaba a los animales para ver cuánto duraban sus períodos de hibernación. Los alemanes siguieron de cerca a los tejones y encontraron a las marmotas como la mejor opción.

Romper un espejo

Los antiguos romanos creían que los espejos contenían trozos de tu alma. Esto, unido al mito de que nuestro cuerpo se «renueva» cada siete años, alimentó la superstición de que romper un espejo significa condenar tu alma a siete años de mala suerte.

Viernes 13

Se cree que el estigma del viernes 13 tiene raíces bíblicas. El número 12 se considera en muchas culturas como una especie de número «perfecto» y añadir uno más desordena un poco las cosas. Según la Biblia, Judas fue el decimotercer invitado a la Última Cena y se creía que el viernes era el día en que Jesús fue crucificado (aunque desde entonces se ha puesto en duda).

Asimismo, en la mitología nórdica, Loki fue el decimotercer invitado que llegó a la cena de los dioses en el Valhalla y causó estragos en todo el evento.

La superstición del viernes también tiene su origen en Estados Unidos, donde (en el siglo XIX) todas las ejecuciones tenían lugar en viernes. Incluso existe una palabra para designar a las personas que temen el viernes 13: friggatriskaidekaphobics.

– Un gato negro cruza en tu camino

Muchas culturas a lo largo de la historia han considerado a todos los gatos como presagios de buena suerte, pero los gatitos negros tuvieron mala fama en la Edad Media, cuando se les asoció con la brujería y se les consideró demonios. El asunto del demonio se convirtió en la idea de que si un gato negro se cruzaba en tu camino, estaba bloqueando tu conexión con Dios y tu camino al cielo.

Decir «Jesús» tras un estornudo

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Se ha convertido en un reflejo bendecir a alguien después de que estornude. Sin embargo, no sabes que podrías estar salvándoles de condenarse. Esta costumbre tiene su origen en una antigua superstición según la cual el alma de una persona se separaba de su cuerpo cuando estornudaba. Decir «Jesús» era una forma de evitar que el diablo se abalanzara para robar su alma antes de que se recuperara.

Cruzar los dedos

Esta superstición de la suerte comenzó en la época precristiana, cuando las cruces eran símbolos de poder y unidad y la gente creía que había poder en la zona central de la cruz. Cruzaban los dedos y pedían un deseo mientras se concentraban en la zona central.

Caminar bajo una escalera

Esta tiene un comienzo morboso. En la época medieval, las escaleras se asociaban a la horca donde se ajusticiaba a la gente. Se creía que una persona que cometía el error de pasar por debajo de una escalera se enfrentaba a su propia muerte en la horca en un futuro próximo. También existía la creencia de que, como se colgaba a la gente desde lo alto de la escalera, la zona de abajo estaba embrujada.

Deseo tras soplar las velas de cumpleaños

Al igual que muchas otras supersticiones de la lista, pedir un deseo al soplar las velas se remonta a los antiguos griegos, cuando horneaban pasteles y los cubrían con velas para pedir un favor a Artemisa (la diosa, entre otras cosas, del estado de ánimo). Se creía que el humo de las velas apagadas llevaba el mensaje a los dioses al subir.

Tocar madera

Los antiguos paganos creían que en los árboles vivían espíritus y que golpeando los troncos los invocaban para que los protegieran. El gesto también se utilizaba para agradecerles cuando ocurría algo bueno. La tradición tomó forma posteriormente en otras culturas. Algunos cristianos asociaron la tradición a la cruz y los judíos a golpear las puertas de madera de las sinagogas cuando buscaban refugio durante la Inquisición Española.

Abrir un paraguas en el interior

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Puedes agradecer a los antiguos egipcios este mal presagio. Utilizaban sombrillas para protegerse del sol, pero abrirlas en el interior se consideraba un insulto al dios del sol. Era igualmente ofensivo abrir una en una zona que no fuera soleada. Otra teoría se remonta a la Inglaterra del siglo XVIII, cuando la mecánica de los paraguas «modernos» los hacía directamente peligrosos cuando se abrían en lugares cerrados.

Encontrar una moneda

La mayoría de la gente no consideraría que un solo céntimo en el suelo es una buena fortuna, pero en la antigüedad era todo un hallazgo. Las antiguas civilizaciones creían que encontrar cualquier metal en el suelo era un regalo de los dioses. Algunas personas creen que retener esa moneda, aunque sea de poco valor, traerá buena suerte y otras piensan que la buena suerte llega cuando se regala dicha moneda. En cualquier caso, es mucho valor para un solo céntimo, ¿verdad?

Derramamiento de sal

Hay un par de razones por las que la sal derramada da supuestamente mala suerte. La explicación más sencilla es que la sal se utilizaba antiguamente como un producto comercial caro, por lo que derramarla era un simple despilfarro. La otra teoría es que se consideraba una sustancia mágica en la antigüedad, donde se utilizaba para realizar rituales. Derramarla significaba que se invitaba al diablo a entrar.

Brindar con agua

Brindar con agua en la copa ha sido un mal karma desde los antiguos griegos, que solo brindaban con agua para honrar a los muertos. La idea comenzó con el mito de que los muertos bebían del río Leteo en el inframundo para dejar atrás sus vidas corpóreas. Esta tradición de brindar evolucionó con el tiempo hasta convertirse en la superstición de que se está deseando mala suerte (o la muerte) a alguien cuando se brinda con agua en el vaso.

La suerte del principiante

Esta superstición del juego tiene su origen en un término psicológico llamado sesgo de confirmación. Se trata de la teoría de que si uno tiene una idea preconcebida sobre algo, su mente busca pruebas que la respalden. En este caso, perder en una partida contra alguien que nunca ha jugado antes se le queda grabado en la mente más que todas las veces que ha ganado.

Cartas en cadena

Ser etiquetado en una publicación en las redes sociales que dice que tienes que etiquetar a otras personas o estarás condenado es una historia tan antigua como el tiempo. Según NPR, la primera carta en cadena del mundo fue enviada hace cientos de años y el autor falsamente acreditado fue Jesús. La carta fue supuestamente enviada a la tierra después de que él ascendiera al cielo e incluía la línea, «El que copie esta carta será bendecido por mí. El que no lo haga será maldito». Se han descubierto copias de la carta de mediados del siglo XVII y el concepto de carta en cadena sigue vivo en las nuevas formas de comunicación.

Pata de conejo

La idea de que los conejos dan suerte forma parte de la tradición celta. La idea surgió del hecho de que viven bajo tierra, lo que hacía pensar a la gente de la época que tenían una línea de comunicación directa con los dioses. En épocas más recientes, la fama de fecundidad del animal hizo que los amuletos de conejo fueran populares entre las mujeres que esperaban concebir. La mayoría de los amuletos de pata de conejo de hoy en día están hechos de pieles falsas y plástico, pero la asociación sigue existiendo.

Pisar una grieta

Hay algunas teorías en Internet que afirman que esta superstición tuvo sus inicios racistas en el siglo XIX, pero las grietas han sido algo a evitar desde mucho antes. Varios cuentos populares europeos y norteamericanos difundieron la idea de que los espacios vacíos de las grietas (ya sea en aceras, suelos, paredes, etc.) eran en realidad conexiones de la tierra con el mundo de los espíritus, y que meterse en ellas de alguna manera causaría problemas y desgracias. Esto acabó dando lugar a una popular rima infantil: «Pisa una grieta y rompe la espalda de tu madre».

Romper un hueso de la suerte

La superstición de la clavícula comenzó hace miles de años con el imperio italiano etrusco. Predecían el futuro observando a las gallinas y consideraban la clavícula como una parte sagrada del ave. Los etruscos dejaban secar las clavículas y las guardaban para pedir deseos. Los romanos adoptaron esta tradición y empezaron a repartir las clavículas entre dos personas por falta de disponibilidad.

Herraduras

Las herraduras se consideran símbolos de buena suerte debido a una historia cristiana sobre el santo del siglo X Dunstán. Era un herrero al que se le acercó el Diablo (disfrazado) para ponerle herraduras a su caballo, pero Dunstán vio a través del disfraz y puso las herraduras en los pies del Diablo en su lugar. Dunstán accedió a quitar las herraduras sólo si el Diablo aceptaba no intentar entrar nunca en una casa con una herradura colgada en su puerta. Se acostumbra a colgar la herradura con siete clavos, pero se discute si deben colgarse con los extremos hacia arriba para que la herradura atraiga la suerte o hacia abajo para que la herradura derrame suerte sobre todos los que pasen por la puerta.

Tréboles de cuatro hojas

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Podrías pensar que el mito del trébol de cuatro hojas tiene orígenes celtas, pero te equivocarías. El revuelo en torno al trébol comenzó con Adán y Eva, cuando ésta se llevó un trébol de cuatro hojas del Jardín del Edén como recuerdo del hermoso paraíso que dejaban atrás cuando fueron desterrados. Otras culturas, como los antiguos egipcios y, sí, los sacerdotes druidas de Irlanda, creían que los tréboles tenían propiedades curativas y podían alejar el mal. Se calcula que la probabilidad de encontrar un trébol de cuatro hojas es de una entre 10.000.

Las cosas malas ocurren de tres en tres

Esta es otra de las cosas que se pueden atribuir al sesgo de confirmación. La gente tiende a fijarse en las cosas malas para apoyar esta teoría, pero en realidad, suele haber el mismo equilibrio de cosas buenas y malas que le ocurren a una persona en un momento dado.

La caca de pájaro trae buena suerte

Se cree que esta superstición tiene su origen en Rusia. Se supone que la buena suerte de que un pájaro haga sus necesidades sobre ti se debe al simple hecho de que ocurre tan raramente que, cuando lo hace, es una bendición. También es una señal de que la riqueza se dirige hacia ti.

Los sombreros en la cama traen mala suerte

El origen de ésta es un poco confuso. Una de las teorías es que poner un sombrero en la cama es demasiado parecido a la antigua práctica de poner el sombrero de un muerto en su ataúd y que hacerlo traería la muerte a tu casa. También existe la idea de que la gente solía pensar que los espíritus malignos vivían en el pelo (y en los sombreros), presumiblemente debido al fenómeno que ahora conocemos como electricidad estática, y que esos espíritus se trasladarían a la cama si se pusiera el sombrero sobre ella. También es posible que toda la superstición surgiera para evitar el contagio de piojos.

La mano del hombre muerto

Se considera de mala suerte en el póquer recibir una mano de dos pares formada por ochos y ases negros (independientemente de la carta del agujero). La mano del hombre muerto recibió su nombre porque, según la leyenda, eran las cartas que tenía Wild Bill Hickok cuando fue asesinado en el Viejo Oeste en 1876.

Los plátanos en un barco dan mala suerte

Entre las supersticiones de la gente de mar, los plátanos se toman muy en serio. Nadie sabe con exactitud cómo empezó el miedo -las teorías incluyen la idea de que las arañas y las serpientes harían de caballo de Troya a bordo en medio de los racimos, o que el gas etileno que emiten los plátanos al madurar estropearía los demás productos perecederos a bordo-, pero algunas personas siguen tomándoselo muy en serio, llegando a prohibir la ropa de Banana Republic o la crema solar de Banana Boat.

Pedir un deseo al ver una estrella fugaz

El filósofo del siglo I (sí, del I) Ptolomeo creía que cuando se producían meteoros, significaba que los dioses miraban hacia abajo y prestaban atención a la Tierra y, por tanto, estaban disponibles para recibir deseos.

Decir «Macbeth» en un teatro traerá una maldición

Esta creencia, llamada «la maldición escocesa», es propia de los actores, que se refieren a la obra de Shakespeare como «la obra escocesa» o «la obra del bardo». Según la leyenda, las producciones de la obra han sido especialmente propensas a los accidentes; un actor que comete un error y provoca un desastre debe participar en un ritual de limpieza antes de que se le permita volver a actuar.

Ver a tu doble es un mal presagio

Algunas personas creen que tu doppelgänger (tu «doble caminante», según el significado literal de la palabra alemana) es un gemelo malvado o incluso un presagio de tu inminente muerte.

Llevar tu ropa antigua a tu nueva casa

Es una vieja superstición en Estados Unidos: se supone que, cuando te cambias de casa, no solo no tienes que llevar contigo tu ropa usada, sino que deberías quemarla. Es la manera de no incluir en la mudanza la mala suerte que hubieras acumulado en tu antiguo hogar.

Los idus de marzo

En los primeros calendarios romanos, Martius (marzo) era el primer mes del año y las fechas se expresaban por fases lunares como Kalends (Kal), Nones (Non) e Ides (Id). Los idus de marzo se referían a la primera luna llena del año. Las lunas llenas tienen su propia asociación con el mal fario, pero el verdadero contexto negativo del 15 de marzo comenzó con el asesinato de Julio César en el año 44 a.C. Siglos más tarde, el día siguió viéndose empañado por todo tipo de acontecimientos, desde catástrofes meteorológicas hasta la cancelación del programa de Ed Sullivan.

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